24.8 C
Zacatecas
lunes, 27 mayo, 2024
spot_img

Tortas japonesas

Más Leídas

- Publicidad -

Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ •

No es que no lo supiéramos. Aun cuando nos faltaban bastantes habíamos, una tras otra, a lo largo de los años, recabado piezas abundantes de información; empero tener el panorama completo resulta, expresado en términos coloquiales, otro boleto.

- Publicidad -

Sabíamos por ejemplo que tras haber participado en el fallido atentado y homicidio involuntario del santón empresarial regiomontano, Eugenio Garza Sada, el hijo de doña Rosario Ibarra de Piedra fue torturado y asesinado por un sicópata homicida al servicio de la CIA y el gobierno federal, de nombre Miguel Nazar Haro; lo que no sabíamos era en los precisos momentos en que doña Rosario era recibida por por el titular de la Dirección Federal de Seguridad, en un edificio aledaño al Monumento a la Revolución, en la azotea de tal edificio exhalaba, víctima de la tortura, un último suspiro el joven cuyo paradero indagaba su madre dos pisos abajo; escenas harto representativas del México contemporáneo, cuya simultaneidad podría ser cualquier cosa menos casualidad.

Tampoco bien a bien sabíamos el destino último de Jesús Piedra Ibarra, decidido minutos después que expirase por el reciente interlocutor de su señora madre, quien al instruir a un subordinado de nombre Mario Bergatín (encargado de la “electricidad”) pronunció el vocablo “Barquillo”, instruyendo así el procedimiento cuyo apelativo derivaba de la conjunción de los apellidos de sus ejecutores: Francisco Javier Barquín Alonso y Francisco Quiroz Hermosillo, y consistía en embutir los cadáveres de los ejecutados en sacos de yute y transportarlos en avión a la Bahía de Acapulco, donde con la añadidura de unas piedras eran arrojados al mar.

Esto y muchísimo más nos hace saber, en las postrimerías de este 2015, Fabrizio Mejía Madrid, en su biografía novelada intitulada Un hombre de confianza, de Fernando Gutiérrez Barrios, el “Capitán Caballero” de su contumaz aliado Fidel Castro, quien secuestrando, torturando y asesinando a decenas de miles de mexicanos durante cuatro décadas fuera el instrumento privilegiado de un gobierno “democrático”, de cuya prolongación gozan todavía unos cuantos y padecen todos los demás.

P.D. El procedimiento alterno al “Barquillo” era el así llamado Rubén Darío, no desde luego por el poeta nicaragüense sino por los nombres de su ejecutor, el teniente Zúmano Durán, y consistía (¿consiste?) en llevar a los ejecutados al campo de tiro de San Miguel de los Jagüeyes, donde eran los cuerpos usados como blancos a los que se disparaba con fusiles calibre 7.62 hasta quedar “desmenuzados”. ■

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -