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lunes, 27 mayo, 2024
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El canto del Fénix

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Por: SIMITRIO QUEZADA • Araceli Rodarte •

Fe

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¿Quién sostiene que la fe es propiedad exclusiva de una religión? ¿Quién sostiene, inclusive, que la fe está sujeta sólo al ámbito religioso? Tengo fe porque creo, no porque un sistema me obligue en el contexto de una amenaza infernal o un premio celestial. Tengo fe en mí y en mi compromiso por crecer. Tengo fe en mí y decido creer en los demás. Bajo el supuesto de que la fe implica creer, estoy dispuesto a ir más allá: a creer en la misma fe.

 

Escribo sobre la fe que es al tiempo esfuerzo y gozo. Que exige de uno lo que entonces uno siente que ya no tiene, lo que uno ya no puede ser o ya no puede dar. Escribo sobre la fe que es educadora (en su significado más original: e-ducare, conducir hacia fuera, sacar). Celebro a la fe que provoca que yo mismo sea la palanca que me saca del pantano.

 

Creo, tengo fe en la fe que me mantiene despierto, vivo, en lucha; la que impide que vuelva yo a ser sonámbulo, a imaginar que estoy despierto cuando no es así. Lucho para no volver a un estado en que doy tumbos mientras veo una realidad que no está afuera. Tengo fe, creo en el ansia que provoca que yo me mueva, que ame tanto al mañana como al presente.

 

Creo, tengo fe en el creer en mí y en los demás. Creo, tengo fe en el estridente nervio de la vida. Tengo fe, creo en la fe cuando realmente lo es: cuando no impone divisiones ni otro tipo de agresiones. Creo en la fe, tengo fe en ella aun cuando ella parece cruel y sólo se nos muestran borrosidades, confusión y golpes de borrasca.

 

Porque tengo fe en mis talentos, procuro aumentarlos y perfeccionarlos. Porque tengo fe en el estado en el que vivo, lucho con bastante ahínco. Porque tengo fe en mis hijos, lo doy todo por ellos. Porque sé que las cosas serán mejor, me ocupo de promover transformaciones en el entorno. Esto no es cuestión de santidad o perfecto civismo, sino de hacer lo que tiene que hacerse, con las potencias que se nos han dado para hacerlas.

 

Tengo fe, creo en este presente, creo en el porvenir. Creo en mí a la manera de Walt Whitman: creyendo en mis semejantes. Nuestra humanidad no ha librado cruentas batallas y evoluciones sólo para que terminemos amarranados frente a una pantalla que nos diga qué y cómo debemos comprar. Somos más que nuestras tonterías y debilidades, somos más que nuestras complacencias. Somos fe en la medida en que estamos dispuestos a creer y trabajar por ella; en la medida, incluso, en que nos obligamos a unir las manos y avanzar. ■

 

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