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jueves, 23 mayo, 2024
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Ciudades zacatecanas: Entre el furor y la esperanza

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

  • Historia y Poder

Las ciudades zacatecanas albergaron a prohombres que difícilmente podemos ignorar, ya que en sus ideales caseros trascendieron las fronteras por su original forma de buscar la igualdad de derechos, ahí tenemos a Roque Estrada y su tierra natal de Moyahua, municipio zacatecano de innumerables contrastes arqueológicos y salvajes serranías, don Roque fue de verdad popular en la Revolución de 1910 y más adelante  debido a su sólida preparación y su costumbre de ser sencillo y nunca ajeno a los dolores de la gente, de sus paisanos, de sus memorias.

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Las ciudades zacatecanas son hijas de la movilización, son hijas también del embeleso de vivir y de poblar sus territorios. Su historia no es nada fácil desentrañar, pues las hay con más de mil años de existencia, tales como Nochistlán y Chalchihuites, cuya presencia humana se investiga en los albores de la humanidad como un vislumbre de las comunidades indígenas que habitaban dichas provincias con miles de sus consanguíneos.

Ciudades antiguas las que Zacatecas ha engendrado para que se sucedieran las generaciones y trayendo a escena todos los trámites para generar derrocamientos de gobiernos populares y también instaurar los otros que fueron complacientes ante la salvaje democracia que no impide  el robo de entusiasmos y de sus urnas, que se calla ante la salvaje explotación laboral de niños y adolescentes, que se limita a opinar cuando hay desenfrenos sociales difíciles de controlar.

Las ciudades zacatecanas hoy son el porvenir de los siglos que vendrán a instaurar los modelos nuevos en que la convivencia humana termine con las discordias y las gravísimas traiciones y alevosías a la dignidad humana y sus derechos civiles inalienables, tendrán en sus crónicas el dolor de haber vivido la peor de las catástrofes al suscitarse una y otra vez las guerras civiles, las hambrunas, las epidemias  y el azote egoísta de los curros en el poder inmaculado.

Don Roque Estrada lo sabía y lo auguró: nuestras poblaciones se llenarán de problemas pero también de gente dispuesta a solucionarlos por las vías posibles del diálogo o el arrebato, la idea y la denuncia, la propuesta y el sermón, lo dijo el poeta Rimbaud: “al amanecer, armados de una ardiente paciencia, entraremos a las espléndidas ciudades”. ■

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