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jueves, 2 mayo, 2024
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‘Los que son azules’ [Entrevista a Gerard Serra]

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Por: BEATRIZ PÉREZ PEREDA •

La Gualdra 615 / Literatura / Entrevistas

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Gerard Serra nos cuenta un poco de sí mismo antes de la entrevista: Nací en Barcelona en 1993. Soy escritor porque de niño creía que el libro era una de las cosas más bellas que un humano podía crear. Me siento ateo y a la vez creyente. Me parece que uno puede ser varias cosas a la vez. De la misma manera, puedo sentir lo que los demás sienten. Creo en Charlotte Brontë, Swift, Lardner, Scott Fitzgerald, Capote y Salinger. Viví en México durante 5 años en los cuales fui muy feliz, aunque puede que los haya idealizado. Estudié en una escuela alemana. Escribo en castellano y catalán, e incluso me atrevo con el inglés. Me atrevo con todo y, cuando no sé algo, lo aprendo. Después de la escuela alemana, estudié en la universidad. Antes de entrar a la universidad, creía que las universidades eran los templos del conocimiento, pero ahí descubrí a Feyerabend. Ahora creo que los templos del conocimiento están en nosotros mismos, si así lo deseamos. Mi obra trata de personas extrañas que no encajan, porque creo que soy uno de ellos. Los raros somos lo más parecido a los mutantes de X-Men en la vida real. En 2017 obtuve el Premio Félix Francisco Casanova de relato. En 2018 fui residente de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores. En 2020 fui beneficiario de las Ayudas Injuve para la Creación. Y en 2023 firmé mi primer contrato editorial, cuando creía que todo estaba perdido: Los que son azules.

 

Beatriz Pérez Pereda: Cuéntanos un poco más de Los que son azules, cuál fue la historia, premisa, imagen que detonó todo, cuándo supiste que estos relatos iban a convertirse en un libro.

Gerard Serra: En un primer momento me interesó la infancia. Una realidad impepinable es que todos hemos sido niños. Luego quise reflexionar acerca de la pérdida de la infancia. Y, finalmente, llegué a la conclusión de que esa parte de nosotros mismos perdura, de un modo u otro. E incluso diría que tiene un segundo florecimiento en la vejez. Estoy divagando porque, en realidad, nunca pensé en Los que son azules como algo que gira alrededor de un concepto. Lo vi más bien como un montón de personajes ficticios y no tan ficticios que tenían algo que decir, que no encajaban, pero que tampoco sabían cómo expresarlo.

Mis personajes un día se quedaron encerrados en un cuarto de baño, pero eran demasiado tímidos para gritar y conseguir que alguien los oyera y los rescatara. Porque la primera vez que gritaron todo el mundo los miró como si vinieran de Marte. Así que sólo contemplan cómo el mundo se les vuelve en contra, y no entienden por qué. “¿Cómo es que a los demás no les ocurre?”, si lees las historias de estos personajes siendo una persona normal puede que te sientas como cuando observas un incendio, que no puedes dejar de fijar la vista en él, porque es algo extraño que no ves cada día. Si te pareces a los personajes principales de estos relatos notarás… No sé. Notarás que tienen mala suerte (algo que te resultará familiar), pero puede que ni siquiera entiendas por qué. Tal vez porque tú también eres uno de ellos, y no lo sabes. Pero deseo que sea como sea disfrutes este libro.

 

BPP: Si sólo pudieras mostrarle una historia de tu libro al público, cuál elegirías, por qué sería ésa la más importante para que te conocieran a ti y a tu obra.

GS: Voy a hacer un pequeño repaso y pensaré por escrito: “La primera carta de Celeste” es una narración sobre un chico superdotado y no muy equilibrado que sufre bullying; en otro de mis relatos, un niño, una especie de virtuoso de los videojuegos, somatiza sus problemas familiares dejando de comer (o comiendo sólo hamburguesas del McDonald’s). En el relato que os comparto, “La nieve tan cerca”, dos adolescentes deciden vestirse de silencio en una fiesta para pasar desapercibidos: ojalá existiera ese disfraz, porque a mí tampoco me gusta asistir a fiestas. Y ésos son sólo algunos de mis personajes de los nueve relatos que contiene este librito.

Vivimos en un contexto complicado y estas historias tan disparatadas ocurren todos los días, lo creamos o no. Pero yo no creo en el malditismo. Siempre hay una brizna de esperanza en mis relatos. Lo necesitamos más que nunca. Mis personajes parecen tristes; pero lo son sólo si los observamos con los lentes de la normalidad: de lo que está bien. Mis personajes son unos locos maravillosos que se atreven a ir más allá. O que no tienen otra opción. Eso los hace tiernos y encantadores.

Creo que el relato más representativo de Los que son azules, sin embargo, es el que cierra mi libro: “Hapworth, 2051”. En él Celeste, la narradora de mi primer relato, esta vez siendo una mujer madura, se sitúa en el centro, como personaje principal. Es una persona tan bella que excede mis capacidades literarias. Se convierte en una idea de algo que va más allá del género: ese western fantasmagórico futurista que es sólo el telón de fondo para hacer que la idea de Celeste se desarrolle y perviva.

Gerard Serra

BPP: Dijo Wilde que “En el arte como en el amor, la ternura es lo que da la fuerza”, cito esto porque tanto en el tratamiento de tus personajes como en tus interacciones en redes sociales eres una persona muy atenta, generosa, con escritores y con los lectores, algo atípico en el medio literario, qué opinas de esto.

GS: ¡Qué cita tan bella! En el último relato precisamente Celeste reflexiona sobre lo burdo, lo corta de miras que es esa visión de lo que nos gusta y no nos gusta. En realidad, el mundo, apenas nos cuestionemos un poco y tratemos de comprendernos, no funciona así. Pero creo que las redes sociales han contribuido a imbuirnos de ese pensamiento binario. La primera frase de mi respuesta forma parte de ese tipo de pensamiento. Es mucho más fácil pensar así que elaborar el verdadero pensamiento, que tiene la forma de un castillo, y en ocasiones de un castillo que es un bodrio estructural.

En Twitter, sin embargo, trato de formular las mismas preguntas que me hago yo, a los demás. Y eso constituye un acto de respeto hacia ellos. No dar la información masticada. En mis relatos siento que la información debe ir cruda. ¡Y que cada lector la cocine como le parezca! No hay buenos ni malos. Hay gente en medio de las vicisitudes de la vida. Una de las preguntas, por ejemplo, es la siguiente: ¿Seguirías queriendo a tu abuela si se convirtiera en un cyborg poderosísimo? ¿En un súper héroe? Otras son más delicadas. Pero ¿qué importa? ¿Vamos a ser delicados?

En mis redes trato de ser amable con todos porque creo que es como hay que actuar de antemano. Supongo que de la misma manera que lo hacemos con nuestros amigos y vecinos. Si alguien deja de serlo en algún momento, muy a menudo nos lleva hacia el territorio cómico. La abuela poderosísima de mi relato, por ejemplo, se pasea por el mundo sobre un drone, mientras enseña las bragas. Muchas veces el poder y la crueldad exhiben su lado cómico: depende de nosotros verlo o no. El poder es vulgar. Y, en las redes, si alguien actúa de mala fe, siempre se puede responder afilando un poco los cuchillos. Y eso también forma parte del juego.

De todos modos, en las redes sociales, el filtro de la literatura y el amor por los libros suele imponerse. Quiero decir que tengo la enorme fortuna de compartir mis reflexiones con personas interesantísimas y, siguiendo con la cita de Wilde, que poseen la fuerza de la ternura.

Hablando del tratamiento de mis personajes: el narrador es amable con ellos porque los conoce. Lo mismo que nos pasa con la gente: si hacemos el esfuerzo de conocerla y luego de comprenderla, puede que les acabemos cogiendo cariño.

Sobre el medio literario procuro ser sincero. Cada vez que alguien me pregunta sobre él digo lo mismo: ni lo conozco, ni ellos me conocen a mí, creo. Y me parece que si he recibido alguna consideración dentro de él ha sido precisamente porque los organizadores eran personas tan naïf como yo. Que tampoco estaban dentro de los círculos literarios. Sencillamente se interesaron por mis relatos.

 

BPP: Hace poco estuviste platicando con una IA sobre cómo sería la literatura en 2050. Después de Los que son azules, cómo crees que será tu próximo libro, qué temas te interesan desarrollar en el futuro.

GS: De momento parece que la IA es esa especie de cachorro casi indistinguible dentro de la manada de gatos rayados. Tal vez un día crezca y nos demos cuenta de que es un tigre (y puede que ella también se dé cuenta). Algo he trasteado con ella y puede que sus algoritmos se hayan quedado con la copla de lo que opinan los académicos y maestros de la literatura sobre la literatura del futuro. Me pareció hasta graciosa. De todos modos, sus respuestas no arrojaron nada nuevo: la literatura se adapta a los tiempos, claro, pero nada cambia. Seguimos interesándonos por los mismos temas desde antes de Homero. Pero yo sí creo en el valor de la figura del escritor detrás de la obra. Y si no fuera así no estaríamos conversando por este medio, en esta entrevista. Negar la importancia del escritor es hacernos trampas al solitario. Y eso también va por ti, IA, si algún día lees esto.

Mi siguiente libro será una novela lo suficientemente juguetona como para que no parezca una novela. Me considero un escritor de relatos. Los escritores de relatos nos cansamos pronto: narramos nuestros trabajillos, los redondeamos y pasamos al siguiente relato. Y si puede ser algo distinto, tanto mejor. Creo que saltar a un género tan distinto como la novela es muy propio de un cuentista. Pero como me cansaré pronto de ella, estoy seguro de que será una cosa amorfa y multigénero. Lo que sí puedo afirmar es que no se cimentará sobre el experimento, ni la argucia técnica; sencillamente trataré de disfrutar ese camino para que también el lector pueda hacerlo, que de eso se trata.

Si hablamos de la historia, de los hechos narrados, creo que mi novela tratará de los fantasmas del pasado, de los de siglos pasados y de escritores pasados; pero también de los propios fantasmas, muchos de los cuales se han dejado entrever en mis redes sociales. Vivimos tiempos convulsos y creo que eso debe hacerse notar en mi narrativa.

 

 

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