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jueves, 16 mayo, 2024
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El SPAUAZ en su laberinto: la remora interior

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

Un sindicato es una organización que obtiene su fuerza de la unidad de sus miembros. ¿Qué significa esto? Que se persiguen fines que todos los agremiados conciben como propios y benéficos para la totalidad de ellos. Por ende, si se atenta contra esos objetivos se agrede a todos y cada uno de los individuos que componen el colectivo. El espacio donde se concreta la unidad de los miembros del sindicato es el “contrato colectivo”, que debe contener un listado único de prestaciones a las que tienen acceso, mediante el cumplimiento de ciertos requisitos, todos los integrantes de la organización. De otro modo, si existen prestaciones diferenciadas para diversos grupos de personas la unidad no existe, se torna demagogia. Es el caso que el contrato colectivo UAZ-SPAUAZ (CCT) cae bajo la última hipótesis: no es un contrato único pues establece prestaciones diferentes para colectivos distintos. Algunos, los ingresados antes de 1985, tienen jubilación por la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) y promoción de nivel por puntajes. Otros carecen de esto último, pues se eliminó en 1985. Preservan la jubilación por la UAZ. Sin embargo, los ingresados después de 1991 ya no tienen derecho a jubilación por la universidad. Y así sucesivamente. El SPAUAZ es un sindicato muy débil desde el punto de vista de su composición. No logra formar una unidad de acción colectiva. Si a esto le añadimos que no existe un sentimiento de lealtad hacia la organización, pues sucesivos comités ejecutivos fracasados, incapaces de gestionar mejoras en las condiciones laborales (“sindicato blanco”), provocaron desinterés en la organización, resulta que si todavía existe contratación colectiva es porque nunca hubo, de parte de la patronal, intento real de abatirlo. Salvo en una ocasión, que comentamos más adelante. Si las cosas son así, y se agravan porque los grupos universitarios utilizan los recursos del sindicato para “clientelizar” y construir plataformas de candidatos a la rectoría, la desorganización no puede ser peor. Durante la gestión al frente del SPAUAZ del I. Q. Crescenciano Sánchez se concretó el intento más audaz de destruir la contratación colectiva, pues en connivencia con el rector en aquel momento, Dr. Antonio Guzmán Fernández, se modificó el contrato sin la anuencia de los docentes. Además, las modificaciones introducidas resultaban muy lesivas, pues incrementó las causales de rescisión, echó para atrás la conquista de la cláusula 122 y dejó en el desamparo a las viudas, entre otras cosas. A la mayoría de los agremiados no les importó, sólo a unos pocos que con sus denuncias hicieron recular a la administración de Guzmán. Quedó claro que la destrucción del contrato era posible, la desorganización una realidad y la defensa de la contratación colectiva un azar, pues lo hacían grupos aislados. Esta es la primera lección que nos deja la historia del SPAUAZ. La segunda es más inquietante. Durante la gestión del Ing. José Juan Martínez Pardo se orquestó una estructura de propagandística para deslegitimarlo y removerlo de la secretaria general. ¿Cómo se hizo? Se aprovechó un error que cometió al no consultar a los agremiados respecto del posicionamiento ante el movimiento de huelga. Pero, para calibrar adecuadamente el hecho, la felonía consistió en no consultar a las bases, como lo menciona el estatuto. Fue todo. Y se levantó una campaña de paros y protestas, por parte de un grupo minoritario de radicales financiados desde la rectoría, para tratar de defenestrarlo. Alegaron la defensa de la ley. ¿Por qué no se organizaron para expulsar al I. Q. Crescenciano Sánchez y al Dr. Antonio Guzmán? Sencillo, ese movimiento lo organizó el grupo del ex rector mencionado debido a que perdió privilegios. Fue una larga campaña que costó mucho dinero y exigió muchos compromisos con grupos opuestos a la administración del Dr. Rubén Ibarra. No son sindicalistas, nunca lo fueron. Carecen de la pericia necesaria para llevar adelante los objetivos del sindicato, pues no les interesa. Por eso mismo, tras constatarse que existe una amplia cantidad de agremiados opuestos a la manipulación del SPAUAZ, no trataron de consensar un proyecto, sino de expulsar y condicionar. Con esa única acción debilitan y desorganizan aún más la unidad del SPAUAZ y colocan en riesgo real la contratación colectiva. Hasta el momento, lo realizado por el comité ejecutivo se computa en cero. No pudieron hacer la reforma estatutaria por corrupción, se les anuló por la misma razón un padrón, tratan de destruir a las delegaciones críticas, no consultan a la Asamblea General ni reúnen a la Coordinadora de Delegaciones. Con apenas un año, el presente comité ejecutivo ya decidió no sesionar en los órganos colectivos pues no puede controlar las denuncias, quejas y gritos en su contra. Ya perdieron la legitimidad. Imposible construir unidad si no pueden dirigir estatutariamente al sindicato. Los agremiados agraviados se han debido defender en los tribunales y padecer las agresiones verbales, y en ocasiones físicas, de la agrupación que controla el comité ejecutivo. La última iniciativa de este grupo es querer derrocar al rector de la UAZ. Lo que no es raro, pues es su único interés. El conflicto intrasindical, que corroe cual remora la unidad necesaria, sigue su curso bajo el irresponsable desdén de dirigentes corruptos.

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