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viernes, 17 mayo, 2024
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¿Qué modelo democrático para México? (Segunda entrega)

■ “… le rendiríamos homenaje como a un ser divino, maravilloso, encantador, pero le diríamos que no hay en nuestra ciudad ningún hombre como él y que no puede haberlo, y lo enviaríamos a otra después de haber ungido con perfumes y coronado con cintas de lana su cabeza…” Platón. República.

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

El debate que hoy ocupa a nuestro país no es nuevo, sino más bien, un nuevo episodio en la historia de las ideas y las sociedades que aspiran a ser democráticas. En la crisis de confianza de las instituciones, suele surgir la opción, siempre disponible, del gobierno de los hombres; es decir, aquél que se superó con la fórmula del gobierno de las leyes, solo que, ahora los hombres que habrán de encarnar dicha esperanza ya no se autoimponen, sino que, en una audacia política y personal extraordinaria, logran el impulso de mayorías suficientes para concentrar, por la vía de la democracia electoral, el suficiente poder legítimo para desmantelar instituciones, incluidas las que le permitieron arribar legítimamente al poder ostentado. El destacado jurista italiano Luigi Ferrajoli, en su texto Democracia y garantismo llama a este modelo democracia mayoritaria o plebiscitaria y la describe de la siguiente forma: “(…) consistiría esencialmente en la omnipotencia de la mayoría o bien de la soberanía popular. De esta premisa se siguen una serie de corolarios: la descalificación de las reglas y de los límites al poder ejecutivo que es expresión de la mayoría, y en consecuencia de la división de poderes y de las funciones de control y garantía de la magistratura y del propio parlamento; la idea de que el consenso de la mayoría legitima cualquier abuso; en resumen, el rechazo del sistema de mediaciones, de límites, de contrapesos y de controles que forman la sustancia de aquello que constituye, por el contrario, lo que podemos denominar “democracia constitucional” (…)”.

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Esta ideología de las mayorías, ni es novedosa, ni fue descartada en sus riesgos en el pasado. Ya en la formulación de la democracia angloamericana, se temía lo que se llamó “la tiranía de las mayorías”, como más perjuiciosa y peligrosa aún que la tiranía de uno solo. Sin embargo, la experiencia de la etapa entre guerras del siglo pasado permitió construir un modelo, el de democracia constitucional, que, aceptando la legitimidad de las decisiones mayoritarias para constituir gobiernos y políticas, blindara a su vez, el legado histórico de los derechos fundamentales, que parten del reconocimiento explícito, con todo y garantías, de una esfera personalísima, en el que ningún poder, social, político, económico o de cualquier otra índole, podía intervenir. Solo así se ha logrado el reconocimiento y progreso en la integración de minorías al sistema democrático, reconociéndoles un cúmulo de derechos que, a su vez, les ha permitido afianzar su dignidad en la comunidad.

Desde luego, de nada vale un modelo idóneo, que sin embargo, carece de la fuerza de legitimidad política y social suficiente para gozar de aceptación plena en el consenso; es cierto, y de ahí debiéramos partir, que, la desigualdad como complejo problema social no se ha visto disminuida al ritmo que crece la población y que el bienestar económico no ha logrado garantizarse vía jurídico-institucional; sin embargo, el modelo de democracia constitucional no solo no estorba a los objetivos de la igualdad, sino que, es una base sin la cual, pronto retornaríamos a estados de barbarie que, más que justicia social, abrirían la puerta a la injusticia colectiva. Es el respeto y garantía de los derechos de cada cual, lo que en su caso nos permitirá alcanzar la dignidad para todos los integrantes de la sociedad. Desmantelar dicho modelo no implica sino desconocer que la diversidad es una realidad en nuestro contexto y que las mayorías cada vez más son más coaliciones de minorías que masas homogéneas. 

Es claro pues que, el modelo democrático que México sigue requiriendo, con sus ajustes y reformas, es el de la democracia constitucional, pues no cabe ya el modelo hegemónico que dio cuenta de su incapacidad a finales del siglo pasado para responder a la pluralidad de demandas que le presentaba una sociedad como la mexicana y como casi cualquiera en nuestros tiempos. Las mayorías, además, cada vez son más exiguas, más inestables y menos duraderas, por lo que, todo miembro de la mayoría hoy, debe contemplarse en la minoría mañana.

@CarlosETorres_ 

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