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jueves, 25 abril, 2024
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La guerra fría se calienta

EL PÉNDULO

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

En noviembre de 2013, miles de manifestantes protestaron en Kiev, capital de Ucrania, contra la decisión de su presidente, Víktor Yanukóvich, de suspender la firma de los acuerdos de asociación y libre comercio con la Unión Europea y el acercamiento a la OTAN. Las protestas nacionalistas, europeístas y neo nazis fueron el marco para un golpe de Estado para imponer un gobierno pro OTAN, y para el levantamiento de las comunidades rusas de la península de Crimea y en el territorio conocido como Donbass. Había iniciado la crisis.

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Tras el golpe de Estado, diversos grupos prorrusos se manifestaron en contra del nuevo gobierno y proclamaron sus anhelos de estrechar sus vínculos (o inclusive reintegrarse) con Rusia. Varios gobiernos regionales, propusieron consultas separatistas y se produjeron una serie de revueltas militares. El 6 de marzo siguiente, las autoridades de Crimea anunciaron la convocatoria a un referéndum para el 16 de marzo siguiente para reintegrarse formalmente a Rusia. Las autoridades del importante puerto de Sebastopol aprobaron su reintegración ese mismo día.

El día 11 de marzo, Crimea y la ciudad de Sebastopol declararon su independencia de Ucrania, previo restablecimiento de la constitución de 1992, ley fundamental que consideraba a la república como un territorio soberano con una ciudadanía y una policía propias, que delega voluntariamente competencias a Ucrania y tiene derecho a tomar sus propias decisiones y fija sus relaciones con Kiev con base en un tratado mutuo. El 18 de marzo, los líderes de la República de Crimea, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el alcalde de Sebastopol, firmaron el tratado de anexión de dos nuevos territorios federales a Rusia. Todo ello ocurrió, sorprendentemente, sin un solo disparo.

Sin embargo, el gobierno instalado en Kiev inició una campaña de agresiones a pobladores de origen ruso del Donbass, con lo que la inestabilidad en esos territorios no dejó de agravarse. Los acuerdos de Minsk son dos pactos firmados en 2014 y 2015 por representantes de Ucrania, Rusia, la República Popular de Donetsk (RPD) y la República Popular de Lugansk (RPL) para poner fin a la guerra del Donbass. Estos acuerdos se lograron, el primero bajo el auspicio de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), y el segundo  de Francia y Alemania y la ratificación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Además del alto al fuego, el segundo acuerdo promulgaba la concesión de un estatus especial a las regiones de Donetsk y Lugansk y la retirada de las tropas y del armamento ruso. Sin embargo, no obstante las denuncias de Rusia de que la violencia continuaba, lo cierto es que el gobierno de Kiev núnca mostró voluntad política para detener a las bandas de neo nazis que asolaban esos territorios, y los mediadores decidieron no actuar.

Desde el punto de vista de Rusia, EE.UU. y otros países de la OTAN provocaron la crisis ucraniana del 2014 porque apoyaron el golpe de estado y la llegada al poder de los neo nazis. Los residentes de Crimea y Donbass, temiendo por su propia seguridad, no quisieron vivir bajo el nuevo Gobierno. Así, Crimea volvió a formar parte de Rusia, y las regiones de Donetsk y Lugansk declararon su independencia, mientras que Kiev desató una guerra contra ellos. Ante ello, EE.UU. afirma que no hay informes creíbles de que ningún ciudadano de etnia rusa o rusoparlante haya sido amenazado por el Gobierno ucraniano. Los voceros rusos replican que se pueden contar miles de muertes y que la violación de los derechos de la población rusoparlante en Ucrania ha alcanzado una escala enorme debido a que las autoridades del país están aprobando leyes discriminatorias sobre la lengua y la educación, forzando que el idioma ruso salga de todas las esferas de la vida.

Después de cuatro días de guerra, los voceros occidentales y las redes de medios de comunicación siguen afirmando que Estados Unidos y sus aliados siguen realizando esfuerzos diplomáticos integrales para resolver la situación de forma pacífica. Lo que es público es que desde que Moscú entregó las propuestas de seguridad a mediados de diciembre, EE.UU. demoró las negociaciones de garantías de seguridad y lanzó una campaña de desinformación buscando crear una imagen de Rusia como expansionista.

Desde mi punto de vista, todo indica que EE. UU. y sus aliados en la OTAN no desean que se aclare que hace años decidieron incumplir el anuncio del 9 de febrero de 1990, del entonces secretario de Estado de EE.UU., James Baker, ofreciendo al entonces presidente de la URSS Mijaíl Gorbachov «garantías férreas: la jurisdicción de la OTAN y sus fuerzas militares no se moverán ni un centímetro hacia el este», compromiso que otros altos funcionarios occidentales también confirmaron varias veces.

Es fácilmente comprobable que durante los últimos 20 años se están construyendo instalaciones de almacenamiento de equipos pesados en los Estados de Europa del Este, incorporados a la OTAN, y se están dando oportunidades para una presencia militar extranjera en el territorio de estos Estados, además de que realizan constantemente maniobras militares cerca de las fronteras rusas. Ya veremos si los esfuerzos de la ONU logran detener la guerra y propiciar un debate constructivo para conseguir seguridad para todos.

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