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viernes, 3 mayo, 2024
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‘La chimera’, de Alice Rohrwacher

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Por: ADOLFO NÚÑEZ J. •

La Gualdra 618 / Cine

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Es Italia durante la década de los 80. Arthur (Josh O’Connor) es un arqueólogo inglés que acaba de salir de prisión, sitio al que llegó como consecuencia de su verdadero oficio: saqueador de tumbas etruscas. Él vive en una pequeña y rústica choza, cuya única fuente de calor es un pequeño tanque de gas. Cuando no está realizando prácticas ilegales en compañía de sus amigos, una pintoresca pandilla de italianos, Arthur visita a Flora (Isabella Rossellini), una instructora de canto que habita en una elegante pero deteriorada mansión adornada con pinturas de aves y frutas en sus muros.

Ella es la madre de Beniamina (Yile Vianello), antigua pareja del protagonista. En sus visitas a dicho lugar, Arthur conoce a Italia (Carol Duarte) estudiante de Flora, encargada del trabajo doméstico a cambio de lecciones de canto. Entre ambos surge un incipiente romance que no se termina de concretar, entre distintas razones, por la añoranza que Arthur tiene hacia Beniamina.

Para encontrar los tesoros resguardados en las tumbas enterradas, Arthur utiliza la radiestesia, técnica para localizar agua en el subsuelo, utilizando una vara en forma de ‘Y’. Luego de ubicar el botín, el arqueólogo cae presa de un profundo agotamiento; estos episodios de letargo son descritos por sus secuaces como “las quimeras”.

El cine de Alice Rohrwacher (Corpo celeste, 2011; Lazzaro felice, 2018) es, entre muchas cosas, uno sobre contradicciones, ligadas de manera directa a la historia, la tradición y las creencias de Italia. Como los protagonistas de La chimera (2023) su más reciente cinta, Rohrwacher también exhuma tumbas y conecta con referentes del pasado, como Federico Fellini o Roberto Rossellini, reconfigurando los elementos de su cine bajo un lente moderno y transformándolos en algo propio.

Rechazando el orden y la lógica, la directora se sumerge de lleno en el realismo mágico, abrazando el misticismo y las supersticiones que existen alrededor de lo divino. En ese sentido, el montaje y el diseño sonoro juegan un papel de suma importancia, creando secuencias desconcertantes donde la realidad se deforma y aquello que se considera sobrenatural o inexplicable encuentra su lugar en el mundo.

De tal manera, la película de Rohrwacher navega a contracorriente con el cinismo que impera en los tiempos actuales, asumiendo en todo momento un tono milagroso y de una esperanza inusitada. Se trata de una historia generosa que respira y que tiene vida, sobre la familia, la pérdida y las conexiones que se van forjando a lo largo de los años. Todo siempre albergando una profunda nostalgia por un momento en el tiempo que ya no es y que nunca volverá a ser.

Al igual que Arthur, Rohrwacher es alguien capaz de encontrar quimeras en el mundo que la rodea, pasajes que le permitan adentrarse a realidades donde todo, hasta lo más improbable, puede suceder. Se trata de una cineasta en plena forma que, dentro de cada pequeño cosmos creado por ella misma, muestra su cariño, respeto y fascinación por el ayer, siempre con los pies en la tierra, en el aquí y en el ahora. Y en dicho proceso, defendiendo las tradiciones del cine italiano.

La chimera es un conmovedor e insólito relato sobre encontrarse atrapado en un espacio liminal, un lugar en el que cohabitan distintas dicotomías: por un lado, la realidad y la fantasía, el pasado y el presente; por el otro, el amor y la codicia. Y al final, como debe de ocurrir con cada persona, la vida y la muerte.

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra618

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