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jueves, 2 mayo, 2024
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Alba de Papel De personas y lugares que amamos…

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

Es el tiempo del descanso, del relax por unos cuantos días para recuperar la energía perdida que resulta del estrés social y laboral que miles de familias han padecido, a causa del mal global que ha representado esta pandemia y la inédita violencia que golpea a la nación mexicana.

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A más de un año y cuatro meses de relativo confinamiento para muchos, a donde se ha incrementado la soledad y la tristeza; de trabajo obligado para quienes no son empleados de oficina ni profesores, la vida transcurre entre matices grises que arriesgadamente cincelan su perspectiva trágica, no obstante, esta entrega que comparto con usted, tiene la intención de destacar el valor simbólico de los espacios que apreciamos y tienen un valor en la memoria y el corazón, que muchas veces no les damos, la consideración que merecen.

De algún modo, somos la esencia de las casas que habitamos, de cada uno de sus rincones y ninguno de ellos, tiene el mismo sentido para su morador, porque para cada integrante hay una percepción distinta: hay quienes prefieren la sala, el baño para fumar y leer; el cuarto de dormir o la azotea para aislarse de los demás, entre todos ellos, la cocina, como lugar favorito, por sus olores a naranja, tomillo, albahaca, comino y mejorana, que resume la infancia en familia.

El hogar que fundó el núcleo que nos creó, tiene particular relevancia en las elecciones que a futuro tomaremos para decidir los espacios que darán constancia de nuestro paso por esta vida, moldearán nuestros gustos, orientaciones y fortalecerán el derecho que tenemos a soñar con una vida mejor.

Dirán algunos que su casa sería quizá, el lugar menos privilegiado para disfrutarlo, pero apegados a un buen entendimiento, la razón podría ser un sentimiento de renuencia a confrontar los recuerdos que fueron dolorosos, pero que son al fin al cabo, los que templan el carácter y el espíritu, por lo que habrá que luchar con ello, para que la memoria se libere de su prisión y se puede respirar en paz.

Nuestra casa crea una energía circular que protege la intimidad con las personas que queremos, ya sean pareja, hijos, amigos, hermanos, padres, abuelos, o bien a través de las conexiones que hacemos con los que ya no viven, pero están presentes en la memoria, por todo lo que significaron y representan positivamente para ir adelante, sin olvidar quienes somos.

Así cada casa tiene una configuración cultural única y una identidad que debiera remarcar el orgullo y el sentido de pertenencia, porque bajo cualquier circunstancia, feliz o traumática, ahí está nuestro origen, nuestra propia liberación, si lo meditamos a menudo para darnos cuenta de ello.

En la “Nube de smog” de Italo Calvino hay una frase que dice “…todo porque el deterioro y los chirridos de fuera me impedían dar demasiada importancia al deterioro y los chirridos que llevaba dentro”, una profunda reflexión sobre el caos interior que nos impide mirar, observar y sanar desde adentro.

Cuando abrimos la puerta de nuestra casa, tenemos frente a nosotros un mapa de rutas y caminos; desde los más elementales para satisfacer necesidades básicas como ir al mercado, a la tortillería o al super, que previamente hemos elegidos por circunstancias distintas; y están las otras necesidades que alimentan el espíritu y el goce por nuestra cultura, de caminar ciertas calles, plazas, jardines, parques, lagos y playas; de frecuentar determinadas cafeterías, restaurantes, fondas, museos y monumentos históricos, siempre vamos a aquellos lugares a los que les hemos dado un valor simbólico

Algunos autores dicen que nuestro cuerpo es una extensión de las áreas que habitamos y que recorremos, tienen razón porque forman parte de nuestra personalidad, de nuestra forma de estar en el mundo y comunicarnos con él, por lo que valdría la pena volver a decretar el amor por los espacios propios y por los que corresponden al trazo de la ciudad en la que vivimos.

Zacatecas Capital, nacida bajo el signo de virgo, es una urbe de extraordinario magnetismo, con un aire de masculinidad que acentúa su notable arquitectura, su dignidad de ciudad vieja de cara al porvenir y a una nueva mentalidad de sus habitantes, que hoy enfrentamos igual que el mundo, una nueva realidad que de entrada nos aterra, pero que debemos transformar sin saber todavía cómo.

58 municipios conforman la geografía zacatecana, prevalece en ella una compleja disparidad, una accidentada topografía, pobreza y desolación, pero también son regiones entrañables, con una diversidad cultural impresionante en su mayoría, y un gran potencial para el desarrollo. En ellas está la flor de la nacencia que debe perdurar en el tiempo y la memoria.

No obstante, en una decisión que no tomamos – como la vida misma-, pertenecemos a ciertos lugares, no siempre a donde nacimos, sino a aquellos que nos cautivan como si antes de esa primera vez, ya hubiésemos estado ahí, en un acto de unión con nosotros mismos, de apropiamiento de nuestra humanidad y de expansión por lo que implica nuestro derecho a la libertad.

Sólo por hoy, y así cada día, que nuestras emociones por los lugares que amamos, nos impulsen a reconocer nuestra propia existencia en relación con los demás. Buena y próspera semana de vacaciones, sobretodo en salud y bienestar.

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