15.8 C
Zacatecas
jueves, 2 mayo, 2024
spot_img

Efectos misóginos

Más Leídas

- Publicidad -

Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

■ Inercia

- Publicidad -

Francisco Tario, en su cuento El Mico, incluido en su último libro, Una violeta de más, narra la historia de un hombre solitario, quien nunca se interesó por gustarle a los demás o convivir con la sociedad, hasta que una noche, le sucede algo extraordinario: tiene un encuentro con un extraño ser del que, conforme avanza a trama, se hará cargo desde una postura maternal.

La complejidad de la narración radica, principalmente, en que el terror del personaje principal deviene al darse cuenta que está llevando a cabo un rol femenino. Y curiosamente, ese rol es el de la mujer abnegada mexicana, aquella que dedica su tiempo y energía al servicio de sus hijos.

Aunque el cuento de Tario data de la década del 60, resulta significativo en estas fechas, con todos los prejuicios sobre el género que aún nos caracterizan como sociedad mexicana; más aún con las recién aprobadas bodas homosexuales.

 

De la misoginia a la homofobia

En la literatura mexicana abundan ejemplos del machismo; sobre todo en la declarada literatura de la Revolución, donde los personajes centrales suelen ser hombres “muy machos”, dispuestos a morir en honor de la patria, sin que les importen las consecuencias colaterales que conllevan tales actos.

Julio Torri, en su microrrelato “De fusilamientos”, desde una perspectiva irónica retrata al típico macho que, frente al paredón se mantiene firme, y antes de mostrar debilidad, critica las circunstancias que rodean tal evento. De igual manera, en “Es que somos muy pobres” del célebre Juan Rulfo, las mujeres están condenadas a convertirse en “prostitutas” si no tienen algo económico que las haga valer como personas “decentes”.

Muchos son los ejemplos, no sólo literarios, que hay en nuestro país sobre la segregación al género femenino y Tario, por ejemplo, es muy agudo al enfatizar en el terror que a un hombre le provoca llevar a cabo el papel de una mujer.

Es posible que la marcada homofobia que existe en nuestro pueblo tenga que ver, no sólo con lo transgresor que puede ser para nuestra cultura que dos personas del mismo sexo expresen su sentir en público, sino también con la misoginia. Porque seamos sinceros, es mucho mayor el desprecio por la homosexualidad entre hombres que entre mujeres. Se reprueba con mayor violencia que dos hombres tengan actitudes afeminadas, que el hecho de que dos mujeres actúen como hombres.

Culturalmente podríamos encontrar alguna extraña raíz de la que se deriva tal fobia, psíquicamente tal vez Freud pudo suponer que ese miedo tiene que ver deseos reprimidos… Pero más allá de las teorías hay una renuencia de antaño a romper con las ideas retrógradas. Aun cuando las mujeres han logrado espacios importantes en la política y la sociedad, aun con las recién aprobadas leyes que favorecen a la comunidad gay, pareciera que todo es una falacia, pues en el fondo, el odio sigue imperando.

 

Por encimita

Como todo en este país, las cosas se arreglan sólo por encimita. Es representativo ver nuestras calles en estas épocas de lluvia, cuando la basura que hay en las coladeras, hace terribles inundaciones que no permiten el libre tránsito. Así es nuestra cultura: por afuera parece limpia y en orden, mientras que en lo profundo, la basura que hay siempre impedirá el flujo de ideas.

Todas las ideas retrógradas que hacen de la nuestra, una idiosincrasia machista, están arraigadas hondamente, y mucho tienen que ver con el conservadurismo católico que nos educa desde corta edad.

No es una sorpresa que representantes católicos de altos rangos hagan declaraciones cada vez más insensatas respecto a las mujeres y a los homosexuales. Lo que sí sorprende es que sus seguidores lo entiendan como una verdad absoluta y como un modelo de vida.

Al igual que ya parece natural caminar por encima de todo el desperdicio que esconden nuestras alcantarillas, resulta natural escuchar a políticos y eclesiásticos expresar ideas de odio y segregacionismo a diestra y siniestra. Y esto es por demás irónico, pues en principio la religión, cualquier religión, tendría que ser la portavoz de la espiritualidad, el amor y la tolerancia. Si los dirigentes católicos son los primeros en romper con esto ¿qué esperar de sus fieles? Curiosamente, resulta ser que el porcentaje de católicos en México abunda en mujeres.

Cierto es que el machismo ha logrado influir de manera impresionante sobre el actuar de los mexicanos, pero más allá de algunas participaciones sociales y políticas, el feminismo ha logrado prevalecer como una perspectiva sexista también. Las mujeres hoy en día piensan el empoderamiento a través de la sumisión del macho. No hay un pensamiento de equidad real ni en uno ni en otro bando.

Lo mismo ocurre en la comunidad gay, y hasta cierto punto es comprensible; evidencian en muchas ocasiones una defensa rudimentaria, que tiene más relación con agredir a aquellos de lo que se sienten agredidos, que llegar realmente a un acuerdo conciliador entre ambas partes. En este sentido, habría que pensar en consolidar una cultura de entendimiento y tolerancia entre todos, más allá de géneros sexuales, de lo contrario, con bodas o sin ellas seguiremos odiándonos. ■

 

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -