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jueves, 2 mayo, 2024
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La Guadalupana: Experiencia Materna de Dios

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO • admin-zenda • Admin •

Para comprender el fenómeno guadalupano hay que entender primero  lo que esencialmente es  la vida religiosa, y de ella, cuáles son los rasgos específicos de la experiencia  cristiana de Dios, y sobre esta última, cómo se estructura esa experiencia en nuestra América Latina. La hondura de comprender la vivencia de lo sagrado del pueblo al que pertenecemos, es una de las tareas más interesantes, y en el centro de dicha tarea está el fenómeno guadalupano. Así las cosas, haremos tres pasos en nuestra reflexión: describir lo esencial de todo acto religioso, lo propio del cristianismo y el aporte específico del fenómeno guadalupano. En muy pocas líneas.

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La religión es una actitud radical: va a la raíz de la propia realidad que nos envuelve.  El hombre está entre las cosas, los demás hombres y consigo mismo. Pero más básico aún es afirmar que está en la realidad. Es desde la realidad que el hombre hace su vida y construye la figura de lo que es. Así, desde la realidad el hombre se realiza. El hombre no está frente a la realidad, está desde siempre EN ella. Y se le impone al hombre en todo lo que hace. Lo sagrado es justo esta visión simbólica del poder de lo real. Y ligarse a ese poder es lo que constituye eso que llamamos ‘religión’: re-ligarse con el poder que da fundamento a todo lo real. El poder no hay que confundirlo con una mera fuerza, sino con el sentido original de aquello que hace posible que una cosa sea tal o cual. El poder es la condición dominante de lo real en cuanto real. A este poder último, posibilitante e imponente le llamamos Deidad. En este momento Deidad no es Dios. Todas las religiones tienen Deidad, pero no todas tienen Dios. La Deidad no es nada distinto del mundo y de las cosas reales, pero si es esa condición que las cosas reales tienen por el mero hecho de ser reales:  tener un dominio de las unas sobre las otras, y todas ellas sobre el hombre, y el hombre sobre las demás cosas: es la realidad en su condición de poder. Esto no es una teoría, es un hecho innegable.  Esto que llamamos deidad está inscrito en las cosas, precisamente por lo que las cosas son reales.

La manera que el hombre tiene de dar cuenta de cómo es ese poder que hace a la realidad, es apoyándose en la imaginación simbólica. Por ejemplo, una manera de decir que es trascendente es con la imagen del cielo; para decir que es algo vivo, lo hace con las imágenes lunares y de árboles sagrados; para mostrar que es fuente de todas las cosas, lo hace a través de símbolos acuáticos. Y que es fundamento solidario de todo lo que hay, lo hace con la madre-tierra; para dar cuenta de su poder de imposición y formar lo que somos, lo hace con la idea de ‘destino’ y ‘justicia’ en los dioses. Así, la imaginación simbólica es la forma que tenemos de ‘conocer’ ese poder que fundamenta lo real. El saber sobre las cosas puede ser directo y conceptual; pero el saber sobre aquello que hace posible a las cosas, es indirecto y simbólico. Y forma la trama de las religiones: la expresión imaginaria del enigma y el misterio, de la deidad en las cosas.

Pues bien, el cristianismo nace como una experiencia paterna de Dios. Dios es padre. En esta religión se establece una filiación y familiaridad con Dios. Y por ello somos a su imagen y semejanza: creadores y libres. Por ello él es persona y nosotros también lo somos. Por ello se ‘sabe’ que por el sólo hecho de ser hombres, somos sagrados. Y a lo sagrado no se le puede transgredir. Cuando se secularizó esta idea, “sagrado” pasó a decirse “respeto”: la prohibición a su transgresión. Por eso, de ahí es que nacen los llamados “derechos” humanos.

Pues bien, el culto a la virgen en general y de la guadalupana en particular, manifiesta una experiencia complementaria dentro del cristianismo: la experiencia materna de Dios. Así como cristo revela a Dios de cierta manera, la virgen lo hace de otras maneras. ¿Cuál es la manera de ser del símbolo guadalupano? Protección, cobijo, ternura, acompañamiento; ¿en qué? En los dolores y sufrimientos. Reconforta de las fracturas que impone la realidad. En el componente mezclado con los símbolos mesoamericanos de la tierra-madre y madre de Dios, se hace un símbolo muy poderoso, y altamente revelador de la dimensión materna de ese poder de lo real que llamamos ‘Dios’. Es un símbolo vivo que no se deja encerrar por ninguna ortodoxia, ni una institución, ni siquiera por una religión. La guadalupana fascina aun a los ateos. Es una de las pocas presencias y de formas por las cuales lo sagrado habita entre nosotros y nos da un mensaje esencial: la realidad brota en posibilidades. Por ello hay esperanza. Y justo por eso se ha convertido en el símbolo que alienta a los desposeídos y descamisados de la tierra: los pobres. ■

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