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jueves, 2 mayo, 2024
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La escritura como enfermedad. Entrevista con Adrián Curiel Rivera

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

En el libro de cuentos Día franco (UNAM 2016) de Adrián Curiel Rivera hay un trabajo con el lenguaje, el autor sopesa cada palabra, consigue un equilibrio circense que lleva a cuentos de hechura casi perfecta que van de situaciones completamente anormales, como es el caso del cuento “Salida número catorce”, donde hay cierto coqueteo con el cuento fantástico, a confrontaciones con una figura paterna homofóbica y cruel, como es el caso de “Día franco”. La cita es en la cafetería de la Cineteca. Ahí hablamos frente a frente de su libro de cuentos, de literatura, de las tantas y tantas falsas esperanzas, de la incurable enfermedad de la escritura.

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Fíjate, Adrián, que dar con Día franco fue una feliz coincidencia, ya que tenía mucho sin leer un buen libro de cuentos de un autor mexicano. Uno siempre regresa a los clásicos, y en mi caso siempre releo cuentos de F.S Fitzgerald, de Bashevis Singer (cuya autobiografía Memoria y Exilio es altamente recomendable), de Chejov, de la gran narrativa estadounidense, etc., pero no había dado con un libro de cuentos que me dejara tan buen sabor de boca. ¿Cómo es que se consigue tal resultado?

“En los cuentos es mucho el trabajo, a diferencia de los proyectos de largo aliento que quizás sí requieren de una revisión continua. El cuento es un trabajo más de orfebre. Y eso que yo no me considero un cuentista clásico en el sentido de plantear un texto muy breve que forzosamente tenga un final sorprendente para el lector. Mi formación, como tú bien lo señalas, es la del short history estadounidense, que plantea como episodios de vida, secuencias, que pueden recurrir a finales abiertos sin emplear necesariamente al golpe de efecto”.

Hay una parte en el cuento “El influyente” donde dejas muy en claro la postura de no pertenecer a ninguna mafia literaria. ¿Cuál es tu opinión acerca de las mafias literarias en México? ¿Te ha tocado ser relegado por no pertenecer a alguna de ellas, por no ser amigo de algún autor?

“Sí, en efecto, yo he padecido muchas veces la exclusión. Por ejemplo, yo nunca he sido reseñado en una revista como ‘Letras Libres’, nunca he sido reseñado en un montón de lados donde sí han sido reseñados muchos otros escritores mexicanos a los que conozco muy bien”.

¿A qué se debe?

“Me parece que hay una visión muy personalista, muy de ‘te escribo una nota porque me caes bien, o no te la escribo porque tú eres amigo de fulanito’. En ese sentido me considero un escritor bastante decimonónico”.

Aparte de que vienes de la academia…

“Eso me da mucha libertad. Lo otro es que yo estuve mucho tiempo fuera de México, ya que viví en España del 95 al 2003, por lo que muchas de mis novelas hablan de Madrid, una ciudad que quiero mucho. Quizás eso también lo explica: se me escapó una parte importante de la época en que uno va consolidando los grupos literarios que están relacionados con el poder cultural en México”.

Dame un ejemplo.

“Conozco muy bien a la generación del ‘Crack’, y no quiero decir que todos sus libros me gusten, algunos incluso me disgustan mucho, pero los conozco muy bien y sé cómo se han manejado ellos en una estructura que asocia la política con la literatura”.

¿Y con las becas?

“En una ocasión intenté entrar al Sistema Nacional de Creadores (SNC) porque sentía que tenía todos los méritos que te solicitan ya con obra publicada y no resulté favorecido, algo que hasta cierto punto es explicable: el jurado no tiene tus mismos gustos literarios; no obstante, lo que me llamó la atención es que en esa ocasión favorecieron a una escritora que no tenía obra”.

¿Estás de acuerdo que actualmente tanto las becas, como los premios tienen muchos puntos discutibles?

“Creo que están muy desprestigiadas en general; por otra parte, como a mí siempre me ha gustado el ensayo literario he podido entrar al Sistema Nacional de Investigadores, lo cual de alguna manera me proporciona cierta libertad creativa”.

¿Cuál es tu primera reacción cuando te enteras que quedas fuera del SNC?

“Me enojé mucho… sin embargo, con el tiempo he aprendido a ‘purgar’ ese resentimiento”.

Pareciera que es el mismo resentimiento del personaje principal del cuento “El influyente”.

“Sí, claro, es un hombre frustrado que se siente, además, muy agredido, muy lastimado”.

¿Como una especie de alter ego?

“Pero con mucha distancia. En realidad muchos de los personajes que se encuentran en los cinco cuentos que conforman Día franco podrían ser alteres egos”.

¿Por qué publicar Día franco en la UNAM?, tiene un gran valor como institución académica, pero lamentablemente, y eso es algo que muchos se niegan a ver, sus publicaciones se quedan ahí, dentro de la UNAM, no consiguen salir a lo que podríamos llamar ‘el mundo exterior’.

“Estoy totalmente de acuerdo. Yo soy puma, trabajo en la Universidad y conozco los problemas en cuanto a la distribución. La UNAM tiene una ‘no-visión’ editorial, tal vez podría decir una visión particular, pero creo que no la tiene: almacena mucho más de lo que distribuye siendo una editorial que publica muy buenas cosas. Pero en mi caso yo soy un autor que ha podido publicar en una editorial grande como lo es Alfaguara una sola vez, y este libro se lo propuse a la editora comercial, Marcela Gómez Durán, y no se interesó en lo más mínimo, así que buscando, tocando puertas, finalmente la UNAM lo recibió muy bien”.

¿Te ha costado encontrar editorial?

“Mucho, he tenido que tocar muchas puertas. A uno le sorprende enterarse de historias de escritores aparentemente encumbrados en el starsystem y que están inconformes porque sus parámetros son muy altos y no vendieron los diez mil ejemplares que esperaban, sino sólo cuatrocientos; o que de alguna manera se sienten insatisfechos porque no los ‘pelan’, porque no los ven, porque no los reseñan. Son cosas muy relativas. Finalmente lo que a mí me interesa es que mi literatura llegue a lectores como tú, que realmente están interesados. Mientras más te lean, mucho mejor”.

¿Te consideras un outsider de la literatura mexicana?

“Parto de la idea de que la justicia no existe, ni en la vida real, ni en la literatura. Hay casos de autores que así lo demuestran. Melville, por ejemplo, se muere sin saber lo qué iba a significar para la literatura norteamericana. Kafka es otro caso. Acabo de leer Cuna de gato, una novela de Kurt Vonnegut, que en su primera edición vendió algo menos que 400 ejemplares. Por muy doloroso que esto sea, y con todo el proceso de aprendizaje y aceptación que significa, hay que entender que no puedes esperar justicia porque no existe. Hay autores sumamente encumbrados sin obra literaria. Y lo digo con conocimiento de causa porque he escrito reseñas para “Laberinto” de Milenio y hay escritores de la literatura mexicana actual con enorme prestigio pero sin obra, o con una muy mala, mediana”.

Ante el panorama que me señalas, ¿por qué continuar escribiendo?

“Es una enfermedad, si lo pones en términos médicos. Una enfermedad que paradojicamente te permite ciertos márgenes de redención y de revancha con la realidad. Yo puedo dejar de escribir por etapas, pero inevitablemente necesito volver a escribir tras unos periodos de abstinencia”.

Aun sin ganancias económicas, sin premios literarios, sin becas, sin club de admiradores, sin pertenecer al starsystem literario y las mafias…

“Todo es relativo. Yo he recibido comentarios muy buenos de mis obras y hay ciertas recompensas que pasan por un canal más privado que por la sociedad del espectáculo en la que vivimos, es decir, la del reconocimiento, la del ‘todologo’, que opina en la televisión o en la radio de cualquier cosa por el hecho de escribir libros, aunque no tiene la menor idea de lo que está hablando. En ese sentido me he resignado, acepto la condición de la enfermedad de la escritura”. ■

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