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jueves, 2 mayo, 2024
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■ Es usuario del sistema de salud local

Caleb, niño con la enfermedad de Addison que salió adelante

■ Sus padres cuentan cómo se recuperó con ayuda de una endocrinóloga pediátrica

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Por: La Jornada •

A sus nueve años, Caleb lleva una vida normal, salvo por las dosis de fludrocortisona que debe recibir todos los días por la mañana y en la noche, con el fin de mantener de forma adecuada los niveles de sodio en su cuerpo.

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Sin ese medicamento su sistema inmune ataca las glándulas suprarrenales que producen diferentes hormonas, entre ellas una muy importante que ayuda a combatir el estrés metabólico, la cual se secreta cuando tenemos algún proceso infeccioso o cuando necesitamos responder ante algún evento que pone en peligro nuestra vida, explica Elisa Barrios Santos, médica endocrinóloga del Hospital Pediátrico Azcapotzalco perteneciente a la Secretaría de Salud de la Ciudad de México.

El pequeño sufre la enfermedad de Addison, un padecimiento raro que afecta a cuatro personas de mil, lo que hace que sea un caso muy singular para la especialista, quien lo recibió en septiembre del año pasado proveniente del Hospital Pediátrico Moctezuma, también del sistema de salud local, después de que un problema gastrointestinal pusiera en riesgo su vida al no responder a los tratamientos.

Norma Esteban Reyes, madre de Caleb, cuenta que lo ingresaron al pediátrico de Moctezuma el 6 de septiembre de 2022 y estuvo allí dos semanas internado en terapia intensiva. No daban con el diagnóstico, me dijeron que era grave y no sabían si iba a salir.

Su padre, José Luis Jacobo, recordó que incluso mandaron muestras de sangre a España, pero tampoco le hallaron, hasta que las características clínicas, como la pigmentación oscura en las encías y los lechos ungulares (piel a la que se adhieren las uñas) hicieron sospechar que era la enfermedad de Addison, por lo que se le suministró el esteroide y tuvo una buena respuesta.

La especialista apenas tenía tres meses de haber ingresado al nosocomio de Azcapotzalco cuando canalizaron a Caleb; cuenta con certificación en endocrinología pediátrica, por lo que completó el protocolo y ajustó la dosis que requiere para que el niño viva de manera normal, sin ningún problema, y así se evitó que tenga otro evento con el que peligre su vida.

El campo, su motor

Sus padres aprendieron a administrarle el medicamento que es costoso, pero se los provee el hospital y saben que cuando enferme o le ocurra un evento grave, como una fractura o que en algún momento deba someterse a cirugía, se le debe duplicar la dosis.

La familia llegó hace cinco años a la Ciudad de México procedente de la zona del Istmo, en Oaxaca, para buscar una mejor vida y porque José Luis quería estar cerca de una hermana que estaba aquí sola con sus hijos.

Caleb estudia el cuarto grado de primaria y le encanta nadar; si bien tiene grabado en la memoria el miedo que sintió hace un año cuando estuvo hospitalizado, el recuerdo del campo donde vivió hasta los cuatro años lo reanima.

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