■ El mejor regalo que podría recibir, dice, es un abrazo de Edith, vista por última vez en 2014
■ “Jefas de familia se han convertido en cómplices de la maldad por no denunciar los hechos”
Para Marina, el mejor regalo que podría recibir de su hija es un abrazo y los bailes que le hacía cada 10 de mayo para festejarla, pues no tenía dinero para comprarle un regalo. Su hija Edith Marimar García Torres, quien fuera reina de la feria regional de la comunidad de Tacoaleche, desapareció el 4 de agosto de 2014.
La joven, egresada de una preparatoria de la Universidad Autónoma de Zacatecas, tenía 18 años cuando fue vista por última vez. La familia planeaba pasar un día de campo de aquel lunes, celebrando la visita de una de las hijas que venía de Estados Unidos con su esposo.
Previo al festejo, Edith salió de casa hacia la tienda, establecimiento que queda a aproximadamente 80 o 100 pasos de distancia. Pasaron las horas y la joven no regresaba. Aunque la familia estaba inquieta no se alarmaron, pues recordaban que tenía que arreglar algunos pendientes en la escuela.
Más tarde, y luego de haber intentado sin éxito comunicarse con ella a través del teléfono celular, la familia entró en zozobra y angustia.
“Una madre nunca se va a cansar de buscar a sus hijos. Las madres que pasamos por esto, no sabemos si están vivos o muertos, pero nunca perderemos la esperanza de encontrarlos. Por eso esperamos y pedimos a dios que nos los cuide y que no nos los traten tan mal”, dice Marina.
Al igual que miles de madres mexicanas que buscan a sus hijos
desaparecidos, Marina sigue buscando una respuesta para saber dónde se encuentra su hija. Lamentablemente se ha encontrado con la falta de voluntad y la burocracia judicial.
Sin embargo opina que las mismas madres se han convertido en “cómplices de la maldad”, por no querer denunciar estos hechos debido a las amenazas que reciben y por la falta de apoyo y de credibilidad hacia las autoridades.
Después de un año y 9 meses de que desapareció Edith, a su parecer, las autoridades judiciales del estado no le han brindado el apoyo que requiere la familia, incluso se le llegó a decir que no se había iniciado una búsqueda inmediata por falta de gasolina.
Para Marina, a cualquier padre se le arranca parte de su vida cuando desaparece uno de sus hijos, siendo el dolor y el sufrimiento constantes, pues cada momento, cada andar en la calle, le recuerda a su ser querido.
“Me falta el abrazo de ella y su cariño, ella era muy especial, siempre fue muy detallista y me hace mucha falta mi hija. Siempre fue muy agradable, mi hija hacía un baile especial para mí y me decía que no tenía dinero para comprarme un regalo y me daba muchos abrazos. No puedo salir de una pesadilla muy grande”, cuenta la madre.
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