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jueves, 2 mayo, 2024
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Por: CARLOS ALBERTO ARELLANO-ESPARZA •

El fin del capitalismo

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Un fantasma recorre el mundo. Y quizá más que un fantasma sean los espectros que el capitalismo mismo ha creado los que lo persiguen. Incubando en su seno el huevo de la serpiente, el capitalismo permitió que la desmedida ambición de la raza se impusiera, que la visión ultraindividualista haya triunfado sacrificando en el camino las nociones de solidaridad social (que no tenga que ver con la caridad o las excepciones que provocan las catástrofes). La desastrosa cauda que éste ha dejado, sobre todo en los últimos 30 años, la supremacía de los muy pocos sobre los muchos, el sacrificio de millones de vidas humanas en los altares de la financiarización, la aporía resultante de una existencia sin certeza alguna más allá de la incertidumbre, han llevado a hacerse la pregunta natural si acaso estamos presenciando el final de su existencia.

Paul Mason, periodista inglés (The Guardian), sostiene en su libro ‘Postcapitalism’ (2015) que el capitalismo como lo conocemos ha llegado a su fin debido al agotamiento de su capacidad de adaptación. Las crisis recurrentes del modelo neoliberal (crecimiento y estallamiento de burbujas) han debilitado las capacidades tanto estatal como privada de solventarlas. Los ciclos de larga duración de expansión-contracción (Kondrátiev, Schumpeter) que reflejaban la adaptabilidad del capitalismo en procesos de innovación tecnológica y empresarial (que a su vez propiciaban la salida del bache contraccionista hacia el siguiente ciclo de expansión) no se han reflejado en la época neoliberal en la que crisis y financiarización de la economía han puesto una presión cada vez mayor sobre los salarios, pauperizando más a las masas.

Los signos que apuntan al fin de esta era y el nacimiento de una nueva están marcados por la irrupción disruptiva de un bien que no tiene las características de otro: la información. Puesto que la naturaleza de ésta es social, no puede sujetarse a las leyes del mercado como otro tipo de bienes. Además, la ola tecnológica va reduciendo la necesidad del trabajo, difuminando las fronteras entre éste y el tiempo libre, disociando la relación entre trabajo y salario, con lo que la siguiente ola de automatización habrá de disminuir la necesidad del trabajo como medio de subsistencia.

El modelo de producción monopólico no puede subsistir en la era de la información: lo que estamos presenciando es el surgimiento de nuevas formas de asociación en producción colaborativa de bienes, servicios y organizaciones bajo el modelo de lo que se conoce como economía compartida (sharing economy), todo lo cual es posible dados los supuestos en que el poscapitalismo, según Mason, se construye: tiempo libre, actividades basadas en redes y conocimiento libre. Esto habrá de requerir un nuevo esfuerzo regulatorio que promueva ese tipo de asociaciones, disuelva la fuerzas corrosivas del mercado, socialice el conocimiento, termine de erradicar la necesidad del trabajo y empuje la economía hacia la abundancia bajo los supuestos de un sistema de energía de cero emisiones de carbón, la producción con cero costos marginales y la reducción del tiempo necesario de trabajo a cero.

Por su parte, Yanis Varoufakis, el ex Ministro de Finanzas griego (quien enloqueció en la mesa de debate a los poderes de la troika), ha apuntado en The Global Minotaur (2011) y publicaciones subsecuentes que si bien este tipo de capitalismo salvaje y avasallador se encuentra en un estado de desintegración gradual e irreversible, no puede ser derrocado de la noche a la mañana –por ejemplo en Europa– sin que eso entrañe un riesgo involutivo aún más catastrófico para la raza humana. Dice Varoufakis que el humano cedió el mando de su destino a los dictados del capital, dejándolo a merced de sus propias contradicciones internas: riqueza nunca antes vista y pobreza inimaginable, nuevas formas de libertad y peores formas de esclavitud. Todo esto habiendo sucumbido a la mentira más flagrante de nuestra era: la omnisciencia del Mercado, que visto está, no soluciona nada sino todo lo contrario. Es pues que la alternativa, así sea temporal, es salvar al capitalismo de sí mismo, reduciendo al máximo el daño humano que causa, en tanto se concibe una alternativa de cambio real.

Julio Boltvinik concurre con ambos autores en ciertos puntos, señalando que son las propias contradicciones del capitalismo las que lo tienen al borde de la implosión; ciertas tendencias apuntan hacia esto, ya sea de manera formal (el fin como lo conocemos), sea de manera real (su reemplazo por otro tipo de sistema social). Esas tendencias son a) Calentamiento global (cataclismo natural inminente); b) automatización exponencial y generalizada (fin de la sociedad centrada en el trabajo, desvalorización del mismo); c) Desigualdad y pobreza crecientes (inviabilidad del capitalismo como sistema redistributivo); d) estancamiento económico permanente (crisis perenne); e) Crisis alimentaria mundial (aumento de precios de productos y especulación); f) Fin de la ilusión de la compatibilidad entre capitalismo y democracia (el capital captura al Estado y lo subyuga a su dominio); g) Disminución del poder de los medios de comunicación centralizados (crecimiento de los medios horizontales a través de internet).

Sea como fuere, la era de la explotación rapaz del hombre por el hombre parece haber llegado a su fin, al menos en los términos actuales. Nos queda por definir qué tipo de mundo y sociedad queremos tener. O padecer las consecuencias. n

 

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