18 C
Zacatecas
jueves, 2 mayo, 2024
spot_img

Pintas callejeras, de baños públicos y cantinas, parte de la historia milenaria de lo humano

Más Leídas

- Publicidad -

Por: ALMA RÍOS •

■ Recorren escritor y periodista la realidad circundante para leer “el poema de la humanidad”

- Publicidad -

■ El asunto es considerar y dimensionar al lenguaje y la palabra en que habitamos: Edgar López

Fuera de la cultura oficial y sus cánones, hay en las pintas callejeras, las bancas escolares, los muros o puertas de los baños públicos, las cantinas, los epitafios de los cementerios, las canciones populares, el rap y el hip hop, y sí, en una penca de maguey, microtextos que construyen la realidad y reafirman la historia milenaria de lo humano. Marginados por quienes dicen qué es y que no, la poesía, suelen dejarse de lado y con ello, sus propiedades simbólico-estéticas, expusieron en Acentos, Óscar Edgar López y Carlos Navarrete, respectivamente, invitado a la emisión y conductor del programa de La Jornada Zacatecas TV.

Ambos salieron a recorrer la realidad circundante para leer “el poema de la humanidad” construido por todas las voces y ninguna en particular, a que hacía alusión Walt Whitman.

“Vamos a salir ahora de los libros y vamos a entrar a la cantina”, concretó la invitación dirigida a los lectores, el escritor, grabador y autor del volumen de cuentos Ella ama lo puerco que soy.

El gesto fue secundado por risas, con que reconocerían más tarde, en su voz, “que todo aprendiz de artista o aspirante a esteta debe estar bien abierto y ser bien honesto para saber que no hay realidad sino realidades (…) ninguna más grande que otra. Y que toda la humanidad en sus intentos y esfuerzos es ridícula”.

Ante la conciencia y la certeza de la propia muerte, el saldo no es malo, sino ofrece la oportunidad de vivir una vida más divertida y por tanto más libre, concluyeron, luego de extraer de este viaje por el lenguaje comunitario, el “almanaque de poesía popular”.

El asunto, situó Óscar Edgar López, es empezar a considerar y dimensionar al lenguaje y a la palabra en que habitamos y que por tanto nos contiene, y ante la que no obstante, solemos “pasar de lado”.

Hay una cultura oficial, un canon que considera que la literatura tiene ciertos parámetros ante los cuales “desmarca un montón de cosas”, dijo.

Es interesante entonces, poner atención a donde antes no se había reparado, pues si se atiende a la etimología de la palabra estética, la aisthesis, es “lo de las sensaciones”.

La estética por tanto agregó Carlos Navarrete, nos sorprende de repente “en la calle, en una pinta, en una banca, en un árbol…en una penca de maguey”, pero ¿cómo se le identifica, se apropia y se reconfigura?

Usamos palabras configuradas a través de la historia. Al decirlas, “nos incrustamos” en ella, en el contenido poético de la humanidad. Por ello es primordial voltear a ver hacia nuestras propias costumbres, tradiciones y cultura, respondió Óscar Edgar López.

“Descubriremos que somos mucho más poéticos de lo que pensamos”, es la cultura oficial quien se ha encargado de monopolizar y reducir el espectro de lo poético a un libro o a un poema, a una serie de manifestaciones canónicas, observó.

Agregó Navarrete Ortiz que desde el anonimato y sin el copyright, “nos asaltan” los microtextos en los que lo importante es la obra.

Fuera de los libros y de los cánones, “la esencia del mensaje es el mensaje mismo no quien lo profiere”, reforzó López, al momento en que ambos transitaban por una avenida del Centro Histórico de Zacatecas.

Entre tantas personas y voces distintas, donde todo puede convertirse en texto, recordó el poema de Walt Whitman “donde él se sumerge por las calles de Manhattan y va escuchando todas estas voces y finalmente dice: este es el poema de la humanidad”.

P6 La Jornada Zacatecas acentos, foto 3

Leer la cantina

Desde el bullicio de los textos comunes pareciera que el lenguaje nos explicara pero también “nos esconde” al multiplicarnos y desdoblarnos. Por eso es esencial revisarlo donde no acostumbramos hacerlo, “vamos a salir ahora de los libros y vamos a entrar a la cantina”, dijo Óscar Edgar López.

Con Cartas marcadas, un clásico de la estética popular, interpretada con bajo sexto, saxofón y acordeón, cavilaron ya asilados, que el propio cantinero es algo qué leer: a la vez párroco-confesor y psicólogo-consejero.

En el entorno de este lugar donde se bebe y se dialoga o viceversa, fijaron su atención en los mensajes que hablan de la “tan cacareada” identidad del mexicano y que muchas veces lo proyecta negativamente, orgulloso de su pereza, de su abuso o de su machismo, coincidieron.

A modo de provocación, pregunta Navarrete qué tanto este espacio de clichés, “el patibulario” donde se encuentran “historias decadentes”, enriquece al poeta y al poema o sinfonía del mundo del que habla Whitman.

Óscar Edgar López encuentra la respuesta en la lectura de La Íliada y La Odisea, cuyos cantos arrojan que los protagonistas, “todo el tiempo se la pasan haciendo carnes asadas y pisteando”. Dijo que hay una conexión muy directa y esencial entre la embriaguez y lo poético.

Y agregó que Nietzsche en el Origen de la tragedia estudió y analizó cómo en el espíritu del hombre hay esta animalidad, espontaneidad y fiereza, “que es el otro”. El que alterna con la cultura, la técnica y la sociedad. Y que se expresa en la contradicción Dionisio-Apolo.

La embriaguez entonces, “siempre nos va devolver a un estado originario”. Por lo que hay más identidad y más efecto de lo poético, de lo estético, en una canción de José José en la cantina, como El triste, “que en todo –Ramón López- Velarde”, aseveró.

En Ómnibus de poesía mexicana de Gabriel Zaid, haya el compilador, poesía en los cantos ceremoniales nahuas, los refranes, dichos populares, corridos, coplas, y las cancioncillas coloniales “como las de la piñata”; en las expresiones que pertenecen al pueblo, observó Navarrete.

“Y que le dan identidad”, aportó por su parte el escritor, y agregó que desde el lenguaje “se oponen a esta idea estirada y burguesa de lo que es la letra”.

P6 La Jornada Zacatecas acentos, foto 1

Leer el cementerio

El lenguaje poético colectivo también se encuentra en los epitafios inscritos en las tumbas del cementerio, dijo Carlos Navarrete. Un lugar, del que aportó ahora Óscar Édgar López, “lo importante” es darse cuenta que “es el primer recinto de la vida”. El reconocernos como seres finitos hace que como individuos y sociedades queramos “dejar una marca”, dijo.

Ante la tumba de un niño observa el homenaje a la vida que busca hacerse siempre desde el intento de hacer que ésta permanezca.

“Cuando un bebé cierra sus ojos prematuramente un nuevo ángel nace en el cielo, dos alas se despliegan en lo alto, un canto angelical se oye en el firmamento, un susurro celestial sostiene la tristeza del momento. Hoy un ángel existe en nuestra familia. Es nuestro corazón, es nuestra fe, es nuestra esperanza”, leyó.

Comentó entonces que “todas las formas de arte tienen un origen ritual que viene de la muerte”, de la necesidad de dejar un registro de lo que pasó, de quién estuvo aquí.

La intención se ha logrado entre otras formas, con la inscripción de epitafios, algunos que datan de 4 mil o 5 mil años, y que registran cantos, rituales, conjuros, textos, con los que se ha buscado perpetuar la memoria, el cómo se quería ser recordado, acotó Navarrete Ortiz.

Aludió así, a los que dejaron plasmada su voluntad personajes como el poeta Vicente Huidobro: “Abrid esta tumba, al fondo se ve el mar”. Un epitafio que expresa “el creacionismo puro” del poeta, dijo, y el último legado de Groucho Marx, “este comediante, escritor, sarcástico, sardónico”: “Disculpe que no me levante”.

Pero estos textos, estos “decires”, no pertenecen a nadie sino a todos como humanidad y nos representan, al ser un lenguaje “en estado puro, sincero, que nos conjuga a todos, nos sintoniza”, agregó su interlocutor

La construcción de túmulos, lechos mortuorios, lápidas y los mensajes póstumos, “tendrá que ver con esa necesidad” occidental de querer destacar la individualidad, dijo López.

Los andantes encontraron contrastes en la intención humana de querer destacar como seres únicos en medio de “la sinfonía colectiva” dejando estas huellas distintivas, dijo Navarrete, pero también en que en el panteón  “se revitalice el poder de la palabra en la vida cotidiana de las personas (…) esta textualidad que vivimos” y permea nuestra existencia, agregó el escritor.

 

Leer el hip hop y el rap

Dentro de este “poema de la humanidad”, en una parte que surge de los jóvenes de las clases bajas y medias, el hip hop se expresa como el canto de sus inquietudes, miedos o gozo. “Fue la manera en que el rap se volvió como un psicólogo” donde se desahogan las emociones, y en un espacio para encontrar un lugar, dijo ahora el rapero Akel.

Pero como cualquier otro uso de la palabra, esta forma de expresión implica una responsabilidad, porque una palabra puede enamorar pero también dañar, observó Clan.

Después que algo se ha dicho no hay manera de echar para atrás lo “plasmado”. Y lo mismo raperos que los poetas y todos los que escriben, deben hacerse responsables de sus palabras, pues estas hacen la diferencia “entre una y otra cosa”, dijo.

Akel mencionó que una revista estadounidense midió cuántas palabras se usan en cada género, y fue el hip hop el que encabezó la lista con el mayor número de ellas, diferentes.

“No puedes escribir más de lo que lees” citó a un escritor para sustentar que este género acerca a los jóvenes al arte, porque “para poder escribir tienes que leer”.

“Y el arte ustedes saben, te puede salvar la vida. Sobre todo en estas clases marginales”, donde su práctica puede convertirse en una medida preventiva de los riesgos a los que están expuestas.

 

Leer el parque, las botas…y todo

En un texto, el filósofo Heidegger alude a una pintura de Van Gogh en que aparecen las botas de un campesino. Su discurso incita a pensar sobre cada imagen del mundo y su representación por una palabra que a su vez se encuentra “asida” a otra imagen, refirió Oscar Edgar López mientras apuntaba a otras botas “de un color similar” a aquellas, ahora encontradas en el recorrido por el Parque Arroyo de la Plata.

¿Pero cómo conversan unas botas con la poética del entorno, del mundo, con ese almanaque de poesía popular?, preguntó Navarrete.

“Yo creo que la palabra es mundo, la palabra es realidad”, dijo el también grabador y editor.

Dijo hablando de la prehistoria, que el ser humano se apropió del mundo cuando empezó a nombrarlo. Los seres humanos tienen un lenguaje que ha devenido en conciencia, “pero una que tiene miles de vueltas y miles de caras”.

Así una palabra puede usarse “en tantísimos sentidos” y servir para retener a alguien o coartarlo, para construir realidad, observó.

“Entonces, todo este almanaque de poesía popular que hemos venido recolectando tendrá que ver con eso, con que hay un vivir la palabra, latente, fuerte, viviente, que no tiene que ver muchas veces con aquello que la cultura oficial dice que es vivirla”.

Sostuvo que hay “más pureza y honestidad” en una canción norteña, en la lírica popular, que en todo Wagner. Lo que le parece lo más valioso de estas vetas.

“Aquel que quiera adentrarse en las artes del lenguaje tendrá que revisar y tendrá que pasar” por ese almanaque de poesía popular, dijo Óscar Edgar López, mismo que agregó Carlos Navarrete, ha sido desdeñado, excluido y olvidado por lo que agregó la pregunta: ¿Qué tendría que aprender “el gran artista, el gran poeta de él?

Lo dijo William Burroughs, que a los escritores contemporáneos les hace falta honestidad respecto al poder. ”Y yo pienso que es eso. Es una cuestión de honestidad”, respondió su acompañante.

La palabra, el texto, ha estado siempre con la humanidad, en la sociedad, ha estado latente siempre. Así, “el aprendiz de artista o el aspirante a esteta tendría que estar bien abierto y ser bien honesto. Saber que no hay realidad sino realidades (…) y que no hay ninguna más grande que otra, que toda la humanidad en sus intentos es ridícula. Toda la humanidad en sus esfuerzos es ridícula y es absurda.

Eso no quiere decir que sea mala, al contrario, es divertida. Se vuelve más divertida y se vuelve más sana, porque si tú dejas de pensar que a tu muerte va a haber un castigo o un premio, entonces empiezas a vivir”.

Habría que volver a la inocencia al modo en que la definía Pablo Picasso para quien el madurar “era jugar tan seriamente como los niños”.

Eso es lo que hay que hacer, dijo Óscar Edgar López: “leer el mundo, no solamente sus libros” sino sus canciones, tradiciones y frustraciones.

“Aprender a leer el mundo. Y se nos va a ir la vida en eso pero la vamos a pasar muy bien”, dijo. Y sus palabras se perdieron por último en la atmósfera creada por la música de un conjunto norteño y su interpretación a Carta perdida: “No volveré a escribirle hasta que no reciba de mi carta perdida, ¡Ay!, la contestación”.

 

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -