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jueves, 2 mayo, 2024
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Lo que no se nombra no existe: violencia vicaria

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Por: Catalina Monreal •

La violencia contra las mujeres es infame. Sus formas y vertientes nacen del odio, y como tal, sus representaciones son impresentables. En nuestro país día tras día nos topamos con muestras de violencias contra las mujeres cada vez más deplorables. Violencias que no pueden describirse sin indignarnos.

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En los últimos años legisladoras y legisladores, academia y grupos sociales han mejorado nuestro marco normativo para visibilizar, y poder castigar, las diferentes formas de violencia de género. En los últimos años hemos tipificado el feminicidio, la violencia política contra las mujeres por razón de género, la violencia digital contra las mujeres. Esto hace cada vez más notoria las múltiples y terribles formas de lastimar a las mujeres. Es necesario continuar haciéndolo porque lo que no se nombra no existe. La tipificación de estas conductas por lo tanto nos permite brindar un mejor marco de atención, prevención y erradicación.

Es en este contexto que se enmarca la tipificación de la violencia vicaria. La violencia vicaria es aquella que tiene como objetivo dañar a la mujer a través de sus seres queridos y especialmente de sus hijas e hijos. En su forma más extrema esto se hace a través del asesinato de hijas e hijos, pero también se consideran ejemplos de violencia vicaria las agresiones físicas extremas, así como la manipulación de hijas o hijos para que se pongan en contra de la madre e incluso la agredan. Se le llama vicaria porque sustituye a una persona por otra para ejercer la violencia: se agrede a hijas e hijos con el objetivo de causarle sufrimiento a la madre. Los hijos e hijas, familiares, se vuelven un instrumento para causar dolor a la mujer. En nuestro país ha habido casos importantes que son muestra de violencia vicaria, más recientemente el de Gal y Maya, menores que fueron retenidas por su padre con la intención de llevarlas a su país a pesar de no contar con la guarda y custodia.

La violencia vicaria tiene importantes consecuencias. En muchos casos es una de las primeras conductas que después constituyen feminicidio. Por otra parte, la falta de reconocimiento implica que para muchas afectadas se vuelve difícil denunciarla ya que se les dice que «no son directamente afectadas». Sabemos que aún hay mucho trabajo por hacer para lograr una impartición y acceso a la justicia que esté libre de estereotipos de géneros, y visibilizar la violencia vicaria es un paso importante para lograrlo. Asociaciones como el Frente Nacional contra Violencia Vicaria han señalado que la falta de su reconocimiento ha hecho que procesos institucionales revictimicen a las mujeres. Ejemplos de estos son las dilaciones en los procesos de guarda y custodia. Igualmente, no debemos olvidar que la violencia vicaria tiene un importante nexo con el incumplimiento de las pensiones alimenticias: según el Frente Nacional de Mujeres, 80% de los agresores vicarios son deudores alimenticios. Este tipo de conductas han sido también tristemente comunes en nuestro país, como en el caso del ministro en retiro Genaro Góngora, que incluso termino con una recomendación de la CNDH en la materia.

Este tipo de violencia está reconocido ya en países como en España y Argentina, país donde se creó la definición por la Psicóloga Sonia Vaccaro. En México, Zacatecas fue la primera entidad en tipificarla. En nuestra entidad se reformo la Ley de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia para reconocerla el pasado 31 de marzo. Le siguió el Estado de México, además de que existen iniciativas presentadas en Tlaxcala, Morelos, Quintana roo, Sonora, Chihuahua, Puebla, Tabasco y Jalisco. El resto del país debe de seguir este ejemplo y hacer lo propio, pues de acuerdo a Animal Político, la CNDH tiene conocimiento de al menos 150 casos de violencia vicaria en diversas partes del país.

Cada día se hace más evidente el enorme trabajo que existe para atender la violencia de género contra las mujeres. Gracias al esfuerzo de incontables personas contamos con un mejor entendimiento del tamaño de las brechas de género. Sabemos reconocer mejor los estereotipos de género y las injusticias que crean. Reconocemos a la vez que no podemos continuar como estamos y es necesario atender estas violencias con las herramientas adecuadas. Legislar con perspectiva de género es legislar efectivamente.

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