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viernes, 26 abril, 2024
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Sofía Vasilevna Kovalevskaya: una de las vidas más fascinantes de la historia de la ciencia (parte 2/2)

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Por: Juan Manuel Rivera Juárez •

Gracias a la influencia de la rusa Sofía Vasilevna Kovalevskaya, el fundador del moderno análisis matemático y una de las figuras más destacadas de las matemáticas del siglo XIX, Karl Weierstrass, logró que la Universidad de Gotinga autorizara en 1874 la lectura de la tesis in absentia, es decir, sin la habitual defensa oral. Temía no sólo al poco dominio del alemán de Kovalevskaya, sino que masacraran a su tesista a base de preguntas, por el sólo hecho de ser una mujer. Ese año paso a la historia como el año en el que por primera vez una mujer obtenía el doctorado en matemáticas en la Universidad de Gotinga.

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En 1875 y con el grado de Doctora, Sofía Vasilevna regresa a Rusia, durante cuatro años entra en una etapa de inactividad matemática. Al no conseguir una plaza académica en ninguna universidad, ocupó su tiempo frecuentando los círculos culturales, escribió numerosos artículos y reseñas teatrales que se publicaron en la prensa escrita. En octubre de 1878 nació su hija Sofía Vladimirovna Kovalevskaya, a la que cariñosamente llamaban Fufa, para este momento puso fin a su matrimonio ficticio para vivir como una auténtica pareja.

Kovalevskaya reanudó la correspondencia con su maestro Weierstrass, quien años atrás le diera la oportunidad de continuar con sus estudios de posgrado en Berlín. Acudió al Sexto Congreso de Matemática y Física celebrado en enero de 1880 en San Petersburgo, en donde –a petición del matemático P. L. Chebyshev– dio una plática sobre uno de los tres trabajos que constituyeron su Memoria Doctoral, concretamente el relativo a la reducción de integrales abelianas. A este congreso asistió el matemático sueco Wösta Mittag-Leffler, ex alumno de Weierstrass.

Mittag-Leffler, quien ya conocía a Kovalevskaya de San Petersburgo, quedó cautivado no sólo por su belleza, dulzura y bondad, sino también por su gran talento matemático, por lo que se propuso buscarle a toda costa una plaza en la universidad. Afortunadamente Mittag-Leffler dejó la universidad de Helsinki, en Finlandia, y se integró en la recién inaugurada de Estocolmo, mucho más moderna y liberal que las otras universidades suecas de Upsala y Lund. A fin de incrementar su currículum, Kovalevskaya se puso a trabajar en un problema que le planteó Weierstrass.

Encontrándose en París, Kovalevskaya recibió la noticia del suicidio de su marido quien, sumido en una profunda depresión, fue incapaz de soportar los fracasos de sus negocios y la acusación de fraude que pesaba sobre él (27 de abril de 1883). Este hecho la sumió en un estado de absoluto abatimiento y abandono (sentía remordimientos por este trágico final), sus amigos más cercanos llegaron a temer por su vida. Fundamentalmente logró superar ese estado ante la evasión que significaba para ella el reanudar sus investigaciones y estudios matemáticos.

Gracias a Mittag-Leffler consiguió un nombramiento provisional para dar clases en la Universidad de Estocolmo, en donde sus clases fueron bien aceptadas, se destacó como una excelente profesora (el 30 de enero de 1884 impartió su primera clase). Entre los asistentes se encontraba Ivar Otto Bendixson, quien posteriormente se convertiría en un reconocido matemático por sus estudios sobre teoría de conjuntos y fundamentos de las matemáticas, topología y comportamiento de las soluciones de las ecuaciones diferenciales ordinarias de primer orden cerca de puntos singulares –recuérdese el famoso Teorema de Poincaré-Bendixson–. Al inicio los propios alumnos eran quienes pagaban el salario de Kovalevskaya.

A pesar de los logros obtenidos por Kovalevskaya, la discriminación de género seguía presente en su vida, no le autorizaron ausentarse para cuidar a su hermana Aniuta, quien falleció en 1887, su sueldo era muy inferior al de sus colegas masculinos con iguales funciones. Es de destacar el enorme empeño que puso Mittag-Leffler en conseguirle cada vez mejores salarios, incluso en alguna ocasión a costa de su bolsillo. Después de todo, no se puede negar la notable mejora en su situación. A pesar de la tragedia que significó la muerte de su esposo Vladimir, con el paso de los años su carrera universitaria se fortaleció, Kovalevskaya era una mujer viuda, respetada, con una hija legítima y libre. Sobre todo, libre. Además, estaba progresando bastante en la resolución del problema que le había planteado su maestro.

Cuando creyó que tenía resuelto el problema que le había ocupado mucho tiempo, se lo comunicó a varios matemáticos franceses, entre ellos, a Charles Hermite. Pensaron que el tema que investigaba Kovalevskaya era muy adecuado para el concurso del Premio Bordin correspondiente al año 1888 que otorgaba la Academia de Ciencias de París. Este tema ya había sido presentado en dos ocasiones anteriores, por lo tanto, se trataba de la tercera vez que se planteaba la misma cuestión: resolver las célebres ecuaciones de Euler. En el Comité encargado de juzgar los trabajos presentados figuraban matemáticos de la categoría de Charles Hermite, J. L. F. Bertrand, Camille Jordan y J. G. Darboux.

Como era de esperar, el premio de ese año fue concedido a Kovalevskaya debido a las dificultades del problema propuesto y a la brillantez de la solución proporcionada, el valor monetario que implicaba el reconocimiento incrementó de tres mil a cinco mil francos. Esta distinción significó el respaldo definitivo a la carrera de Kovalevskaya y un merecido reconocimiento a su trabajo en matemáticas, área en la que siempre le exigían más –y tenía que demostrar más– que a sus compañeros hombres.

Consiguió una victoria en su lucha por lograr la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en el mundo, al menos en el mundo universitario, fue la primera mujer en recibir un premio de esta categoría y del que pocos hombres podían presumir de poseerlo. En ese momento era famosa y recibía honores y homenajes. Su amigo Chebyshev logró que fuera nombrada miembro honoraria de la Academia de Ciencias de San Petersburgo y recibió un premio del Rey Oscar II de Suecia por una modificación de su trabajo sobre el problema de rotación de un cuerpo.

Después de disfrutar de unos días de vacaciones con Maksim Kovalevsky en Génova (Italia) a finales del año 1890. En el regreso a Suecia el viaje fue muy accidentado, contrajo un fuerte catarro que degeneró en una neumonía y falleció en Estocolmo el 10 de febrero de 1891, cuando apenas tenía 41 años de edad. Como suele ocurrir en estas circunstancias, después de su muerte la fama de Kovalevskaya se incrementó hasta el extremo de convertirse en un mito. Las muestras de condolencia, los homenajes y el reconocimiento se extendieron por todo el mundo. Al respecto el Ministro ruso del Interior, I. N. Durnovo,  declaró que “se estaba prestando demasiada atención a una mujer, que al fin y al cabo, era una nihilista”. La discriminación en su país de nacimiento estuvo presente incluso después de su muerte, sus logros académicos y matemáticos fueron minimizados por cuestión de género.

*El nihilismo fue un movimiento que se desarrolló en Rusia a mediados del siglo XIX en oposición al orden social y político imperante. Los nihilistas creían que una sociedad reconstruida científicamente garantizaría la felicidad de la humanidad.

Sé parte de la Unidad Académica de Ciencia y Tecnología de la Luz y la Materia (LUMAT). Informes: http://lumat.uaz.edu.mx/; https://www.facebook.com/LUMAT.UAZ; https://twitter.com/LumatUaz.

*Docente Investigador de la Unidad Académica
de Ciencia y Tecnología de la Luz y la Materia. LUMAT.
[email protected]

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