Las recientes oleadas de migrantes llegadas a la Unión Europea (UE) procedentes de los castigados territorios de medio oriente han generado un incremento de los sentimientos más opuestos a la solidaridad humana que caracterizó por mucho tiempo a la UE. También han generado condiciones para que aparezcan diversas voces y fuerzas políticas que apuestan al incremento del odio al “otro” acusando a los inmigrantes de todos los males que sufren, entre ellos el desempleo, la creciente desigualdad y la progresiva pérdida de la vigencia de sus derechos. Algo parecido está ocurriendo también en Estados Unidos, nuestro vecino del norte, donde el discurso de un gran número de políticos republicanos acusando a los inmigrantes mexicanos de cuanto problema han enfrentado, repetido por décadas, han creado un público que solo requería un demagogo con dinero para ponerse en movimiento, convirtiéndolo en candidato a la presidencia de ese país.
En diversos países de la UE, los grandes segmentos poblacionales que antes se consideraban de clase media y que han perdido ese estatus perdiendo casas y empleos, por la aplicación sin contemplaciones del modelo económico neoliberal, se han empezado a mover y han transformado el panorama político construyendo nuevos partidos de derecha e izquierda, como SYRISA en Grecia o Podemos en España, o han sorprendido a políticos conservadores como David Cameron, primer ministro inglés que, haciéndole al aprendiz de brujo, convocó al reciente referéndum que sirvió para que su pueblo desencantado decidiera la salida de Gran Bretaña de la UE apoyando al BRÉXIT. Lo cierto es que la política impuesta a los distintos gobiernos por el capital financiero internacional ha generado una situación muy explosiva pues conlleva problemas económicos cada vez más graves a las familias, los países y a la UE en su conjunto, pero lo peor es que las recetas del FMI y de la banca regional, que prescriben más y más austeridad, solo profundizan la crisis y sensibilizan a la sociedad para que sea proclive a los gritos xenófobos de los líderes de la derecha populista que, por desgracia, abundan en toda Europa.
Es evidente para quién desee verlo que el éxito del BRÉXIT impactará gravemente en una gran parte de países de la UE, y que si los miembros de la élite del poder mundial no toman medidas para que el bienestar social no siga deteriorándose, la cohesión social se debilitará y las propuesta xenófobas o aislacionistas seguirán fortaleciéndose, poniendo en peligro la existencia misma de la democracia y el desarrollo humano en todo el territorio europeo, lo que sin duda repercutirá negativamente en todas las regiones del mundo. Tienen que asumir que la vigencia del modelo impuesto ha llegado a una encrucijada: Un camino es que siga creciendo la indignación social y la fuerza de demagogos como Trump en EE UU, Le pen en Francia y otros, lo que pondrá en riesgo a toda la civilización occidental; y el otro implica aflojar las riendas para que los gobiernos puedan aplicar políticas que aminoren las desigualdades, y se aboquen a la tarea de recuperar la ruta de los estados de bienestar, como lo propone Bernie Sanders en EE UU y las diversas izquierdas en el mundo.
