Hay autores que destacan inmediatamente por una singular característica presente en su obra literaria. La admiras desde las primeras páginas. Cuando escribes tratas de darle forma a la realidad. Al menos a esa realidad desde donde partes para hilvanar las palabras que te lleven a confrontar al lector. A que se haga preguntas. A que se interese más en el tema. A que se pregunte cómo diablos le hizo el autor para conseguir tal efecto a través de las palabras. Esa es la sensación que dejan los buenos autores y aquí hay varias claves de cuando nos referimos a autores “buenos” o autores “malos”. Por eso nos preguntamos acerca de la obra de Fitzgerald. Por eso nos preguntamos acerca de la obra de Rulfo.
Si como autor generas preguntas y dudas en los lectores tienes un paso más allá de lo que significa la creación literaria en sí: realmente estás vinculándote con el lector, consigues la maravillosa oportunidad de tener fieles cómplices a través de la palabra escrita.
Aquí, en esta lectura, lo que se aprecia en una primera instancia es la forma en que Hélène Rioux nos presenta “Cuarto con tina”, Universidad Autónoma de Nuevo León, 2022. Quiero detenerme en el punto de la forma. Lo diré casi con pincitas y luego intentaré explicarlo con los elementos narrativos que me ha dejado la lectura de la novela.
Ritmo. Es lo primero que van a notar en la prosa de Hélène. Y con el ritmo el manejo en el estilo de narrar de la autora. Me explico un poco más: hay autores que difícilmente ponen ritmo en su prosa porque están imposibilitados para ello, creen que basta con escupir la historia sobre el papel, perfeccionan incluso los detalles narrativos para que su obra sea buena, sin embargo, cuando los lees, cuando te enfrentas a la conformación de párrafos y a la propia historia puedes apreciar que algo no anda bien, que incluso si los lees en voz alta no soportan las asperezas de su texto: el sonido que tienen las palabras, una vez que han sido dispuestas para que cobren sentido, es malo, se aprecia, hagan el ejercicio, por favor.
Cuando ustedes lleguen a “Cuarto con tina” (disponible en la página de la Universidad) lo primero en que deben poner atención es en el ritmo. No se trata de una autora principiante, lo sabemos, y es por eso que sabe sopesar cada palabra. Y como lo sabe, también sabe y reconoce su significado. Y eso que hablamos de (a mi juicio) una muy buena traducción del francés realizada por Roberto Rueda Monreal.
El ritmo. Es lo que le aprendes en demasía a Hélène. Fíjense, por ejemplo, el empleo del ritmo en cada una de las escenas narrativas de la novela: sabe cómo bailar con su texto la autora, y eso es algo que no solo se aprecia de “Cuarto con tina” sino que se aprende, porque, créanme, hay mucho que aprender de la propuesta de esta escritora canadiense, que entre otros reconocimientos tiene el “Prix France-Québec” a lo mejor de la literatura de Quebec en Francia, por su obra “Mercredi soir au Bout de monde”.
Una vez que se hayan fijado en la propuesta rítmica de la narrativa de esta autora, podemos pasar al siguiente punto: ¿cómo está conformada la historia? No tanto de qué trata porque no les quiero dar ningún tipo de adelanto; al contrario, esto es solo una probadita para que sean ustedes los que lleguen a la novela y coincidan o no conmigo.
Voy a hacer un breve paréntesis:
Durante la época literaria del siglo XIX mexicano surgió un género que para fortuna nuestra no pasó a la posterioridad porque en realidad era muy malo y únicamente se recurría a él para aleccionar moralmente al pueblo. Se trataban de breves cuadros costumbristas que si bien intentaban contar una historia, por lo regular ésta era plana, carente de recursos narrativos, pasaba como una fotografía donde ningún elemento o personaje se mueven.
Eran meras postales hechas con palabras. Entre los autores de este tipo de escenas tenemos, por ejemplo, a Manuel Gutiérrez Nájera, y de hecho sus escenas costumbristas se pueden encontrar en un libro editado por la UNAM.
Sin embargo, por muchos esfuerzos que hacía el autor para meter una anécdota y desarrollarla, no pasaban, esos cuadros, de ser meras descripciones de situaciones cotidianas donde el tiempo parecía congelado.
Fin de paréntesis.
Lo que hace Hélène Rioux en “Cuarto con tina” es jugar con este tipo de escenas donde podría no ocurrir nada y, sin embargo, ella se encarga, con la maestría que le deja manejar adecuadamente la prosa, de que todo parece estar ocurriendo al mismo tiempo durante toda la novela. Claro, partimos de una narradora en primera persona, lo cual siempre ayuda, y de algunos aspectos que, supongo, son autobiográficos; no obstante, cuando ustedes admiren los cuadros narrativos sobre los que se desarrolla la anécdota principal de la novela (y es una anécdota de lo más “simple”, créanme) entenderán cómo es que se puede construir literatura a partir de elementos narrativos básicos.
Pero esto nos dejaría en una lectura muy simple de “Cuarto con tina”, lo que quiero decir es que, por ejemplo, entrar a una habitación parecería una acción común y corriente, un traslado tópico de nuestro personaje. Pues no: para la prosa de Hélène Rioux entrar a una habitación puede detonar una inmensidad de recuerdos (flashback empleado con maestría) con los que la narradora se construye a sí misma y construye, a la vez, el espacio que seguirá a continuación en la novela.
Hay un momento en la novela donde ocurre una de las claves decisivas. Es cuando se produce el encuentro entre las hermanas: a partir de aquí la narradora descubre las distintas posibilidades que se cierran en torno a cada vida, a lo que eres, a quien quieres ser, a tus sueños, sí, pero también a tus pesadillas (¡y vaya que las tiene!) para intentar avanzar sin conseguirlo, porque tienes un pasado que es como una roca enorme que te impide avanzar por mucho empeño que pongas, por mucho que aceptes que la de los problemas eres tú y que un amante no va a arreglar tu vida. Hasta aquí el adelanto de la historia: ustedes son los que tienen que llegar a ella.
Entonces, una vez dispuestos los elementos narrativos de “Cuarto con tina” podemos concluir que se trata de una interesante propuesta que la Universidad Autónoma de Nuevo León pone en nuestras manos. Y, por favor, dense la oportunidad de revisar el amplio catálogo editorial que tiene, les aseguro que se encontrarán con muy buenas sorpresas, de las cuales les estaré hablando en las siguientes columnas.