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jueves, 2 mayo, 2024
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Patoglobalgia

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte • admin-zenda • Admin •

■ Patología Global

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Como si fuera una pesadilla viviente, todos los días, al despertar de mis profundos sueños, que son los únicos momentos que arrojan a mis sentidos visos de realidad, encuentro la absurda ambigüedad de un devenir social alejado de todo acercamiento a la vivencia de una historia dialéctica y constructiva. Pareciera que la especie humana, obesa y decadente, como luce ahora, carcome inclemente los últimos vestigios de salud y lozanía de una moribunda que ahora más que nunca requiere un intenso trabajo de reconstrucción; pero no desde la visión enferma de los políticos globales, sus temibles bandas de criminales progresistas y sus socio enemigos, que, para efectos comerciales son apodados terroristas; sino desde una perspectiva terapéutica que condicionara la aplicación de la sabiduría, sentido común y buenos oficios como punto de partida para tratar a la enfermita que nos ocupa.

Bajo las circunstancias actuales, lo más sano parecería contrarrestar por principio, los síntomas que provocan los padecimientos de la doliente entre los que destaca sin duda la pavorosa explosión demográfica. Es extremadamente urgente, por cuestiones de seguridad mundial, revertir el continuo crecimiento desmedido del número de niños recién echados al mundo, por el puro gusto de soportar las consecuencias de comportamientos inadecuados como darle vuelo a la hilacha hormonal sin ningún tipo de precauciones, principalmente en aquellas regiones donde las condiciones económicas y educativas no son las más propicias para atender masas poblacionales fuera de control; pues los síntomas de esta patología empiezan a presentarse con aplastante contundencia: altos índices de delincuencia, tanto organizada como espontánea; violencia desmedida aparentemente sin explicación alguna; ignorancia, estupidez y corrupción masivas y lo más nocivo de todo: la aparición de formas inadecuadas de gobierno justificadas a través de evocaciones de principios tales como la democracia, el quehacer republicano y la moral política entre otros inventos del hombre contemporáneo, mientras su ejercicio yace en la tumba del olvido; fenómeno alentado por los beneficiarios de esta aberración a través del enemigo social número uno, la comunicación masiva oficial y privada, que amalgama una serie de aberraciones entre las que sobresalen las mal llamadas redes sociales manipuladas y sus adiestrados y tendenciosos bots; la televisión comercial –principalmente- y sus compinches la Internet,  la radio y las editoriales escritas de las mismas cadenas.

La otra parte de la receta, consiste en inhibir el modelo económico (que etimológicamente se contradice, puesto es un modelo que todo provoca menos el cuidado  y el bienestar de la gran casa) basado en el capitalismo a lo bestia –literal y metafóricamente- que ocasiona la aparición de otro síntoma cancerígeno: la sociedad de desperdicio que caracteriza y retrata a lo que se ha dado en denominar la “cultura occidental”, donde se consume por consumir y el disfrute del fenómeno consiste, principalmente, en el acto de adquirir. Fuera de todo misticismo y respeto por el planeta y las especies que aquí han dado en existir como resultado de millones de años de evolución, un puñado de malandrines han decidido que aplicando lo que han llamado destino manifiesto y propiedad privada –brutales sinónimos del robo, el asesinato, el sometimiento y el saqueo-, les da el derecho de disponer para sí de todo lo que se mueva y lo que en apariencia permanece inerte, que exista sobre, bajo y más allá de la faz de la tierra.

No hay necesidad de exprimirse el seso para identificar las malas prácticas que han conducido al padecimiento terminal que nos ocupa en este análisis. La explotación irracional de los recursos de cualquier tipo; la falta de una visión de desarrollo global que respete lo regional que beneficie hoy a la mayoría de los habitantes que pueblan el mundo y que vea por el cuidado de los recursos que se heredarán a las futuras generaciones sin afectar la naturaleza y las especies; tampoco es imposible encontrar las medicinas que permitirían encontrar alivio a los padecimientos enumerados anteriormente.

El principal compuesto de la medicina que nos ocupa para salvar a nuestro paciente es sin duda la aplicación global de un sistema educativo que tienda al readiestramiento de la población mundial para encontrar el respeto que se le ha perdido a la naturaleza. Si se invirtiera al menos el 20 % del producto interno bruto en la educación de la masa humana, tendiendo hacia el respeto a la naturaleza, nuestro prójimo y las especies que hoy día sobreviven penosamente, si se promoviera el disfrute colectivo de la vida prescindiendo del hedonismo y la concentración de riqueza, la mayoría de los graves problemas que hoy parecen insalvables, se resolverían por añadidura. Si se aprendiera a actuar de acuerdo a las cuatro erres (Reusar, Reciclar, Reducir y Rehusar lo innecesario) habría un punto de partida sólido para revertir los síntomas mortales de nuestra enferma.

Resumiendo: si le pegáramos más seguido a los libritos y dejásemos manifestarse plenamente a la cultura, representada por baños de bellas artes, complementadas por fricciones de ciencia y filosofía aplicada con fomentos de ética y bálsamos de conocimiento ancestral, podríamos aspirar, con la sabiduría adquirida, a resucitar de entre los muertos a este pobre y putrefacto ya mismo, al agonizante planeta que nos queda: La Madre Tierra. ■

 

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