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viernes, 26 abril, 2024
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Mario Delgado y la división en las filas de Morena Zacatecas

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Corría el mes de marzo de 1987 y durante el discurso de clausura de la 13ª Asamblea Nacional priísta, el presidente nacional de ese partido (PRI), Jorge de la Vega Domínguez, pidió “que renuncien al partido y busquen su afiliación en otras asociaciones políticas” quienes “no quieran respetar la voluntad de la inmensa mayoría”. Esas palabras constituyeron una amenaza a los miembros de la naciente Corriente Democrática (CD), encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez y Porfirio Múñoz Ledo para que cesaran sus actividades o renunciaran al partido. Jorge de la Vega se refería a la lucha que la CD venía desarrollando contra el deslizamiento hacia el neoliberalismo que soterradamente venía conduciendo el gobierno encabezado por Miguel de la Madrid, con la complicidad de la dirigencia priista, contra la falta de transparencia en las decisiones internas del partido y contra el tapadismo en la designación del candidato a la presidencia. Querían dialogo y democracia interna. De la Vega declaró con prepotencia que la asamblea aprobó un mandato expreso al Comité Ejecutivo Nacional del PRI para aplicar la disciplina interna. Afirmó también que “en el PRI no tendrán cabida ni la quinta columna ni el caballo de Troya”. “En el ejercicio de nuestra rica democracia interna”, añadió, “no perderemos el tiempo combatiendo a ínfimas minorías o a personas que tengan otros objetivos, otros propósitos y otras banderas. Lucharemos unidos contra nuestros adversarios de fuera. Los de adentro, si los hay, tienen las puertas abiertas para actuar donde más convenga a sus intereses personales”.

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El desenlace de este episodio autoritario llegó pocos meses después, con la renuncia de millones de mexicanos nacionalistas a su militancia en el PRI, la formación del Frente Democrático Nacional (PPS, PARM y PFCRN) y la designación de Cuauhtémoc Cárdenas como candidato presidencial. Dos meses antes de la jornada electoral del 6 de julio de 1988, Heberto Castillo, candidato presidencial del PMS, anunció la decisión de sumarse a la campaña de CCS, generando una sinergia que cimbró al viejo régimen hasta sus cimientos. Sólo recurriendo al fraude electoral, la represión de las protestas y decenas de asesinatos, el PRI pudo imponer a Carlos Salinas de Gortari en la Presidencia de México.

Lo anterior viene a cuento porque hace tres días Mario Delgado Carrillo, dirigente nacional de Morena, protagonizó un discurso parecido durante una conferencia de prensa celebrada en el municipio de Guadalupe, Zacatecas, en la que entregó a David Monreal Ávila un documento de respaldo como precandidato único de Morena a la gubernatura de Zacatecas. Sin asumir que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación todavía no dicta la última palabra en el litigio iniciado por otros aspirantes a esa candidatura, Delgado afirmó que la decisión ya fue tomada. Enfatizó que en Morena no caben las ambiciones personales y quienes aspiran a representar a este instituto político en el proceso electoral saben que no se lucha por el cargo, sino por un proyecto de transformación y llamó “vulgares ambiciosos” a los disidentes. Sobre los procesos de impugnación, dijo respetar el derecho de los aspirantes a la gubernatura a inconformarse, “están en su ruta en el tribunal”, pero aseguró que no es algo que les preocupa porque hubo diálogo, reglas y el compromiso a respetar los resultados por parte de los otros contrincantes. Sostuvo que “les gana la ambición y no tienen respeto alguno por los principios de nuestro movimiento”. En contraste con sus palabras, fue notoria la ausencia de los otros aspirantes a la candidatura aludidos, así como del presidente del Comité Ejecutivo Estatal del partido, profesor Fernando Arteaga, y del fundador de Morena y presidente del Consejo Estatal, Gilberto del Real.

Paradojicamente, hace casi 22 años, durante los prolegomenos del proceso electoral de 1998, la dirigencia nacional del PRI dio un trato muy parecido a Ricardo Monreal Ávila, al imponer sin consideración de los priistas zacatecanos a Marco Antonio Olvera Acevedo como candidato a gobernador. El desenlace de aquel episodio todos lo recordamos: Ricardo Monreal abandonó al PRI, se integró la Alianza por la Dignidad y la Democracia y el PRD, integrado por las izquierdas históricas, entre ellos aquellos a los que Mario Delgado calificó como “vulgares ambiciosos”, acordó designar a Ricardo como candidato a gobernador e integrar una amplia coalición de fuerzas que resultó ganadora en las elecciones de 1998, cuyo impulso todavía alcanzó para que Amalia García ganara la gubernatura en el 2004. Lamentablemente, el presidente nacional de Morena no tiene el oficio para entender que su tarea debería ser apoyar a la dirigencia estatal para la construcción de una coalición parecida y dialogar con paciencia para garantizar la unidad del partido. Ojalá las instancias jurisdiccionales y el Consejo Nacional de Morena tomen medidas para enmendar el rumbo. ■

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