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viernes, 3 mayo, 2024
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El lado salvaje

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Lo primero que me toca decirles es que ni siquiera sé cómo acercarme a ella. A mí me decían en esos ayeres, cuando yo aún era joven: la gran cuentista. Así se referían a ella. Se los digo en serio. Pero eran tiempos en que decir “la gran cuentista” era decir “la gran cuentista”. No como ahora: todo mundo son “los grandes cuentistas”. Todo mundo son “los grandes novelistas”. Y claro, porque de estos abundan como cucarachas tras de un refrigerador: “Todo mundo son los grandes poetas”.  No, ella era “la gran cuentista” cuando ser cuentista era dejarte la sangre no en un libro publicado, era más, mucho más; la época en que te encontrabas sentados en los pasillos de la facultad a supuestos escritores (ya ellos se llamaban así) bañados en lágrimas porque Huberto Batis ya les había hecho pedacitos su supuesto gran ensayo. 

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Les voy a compartir una breve anécdota: cuando yo era estudiante de letras en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM a Mónica Lavín la mencionaban como una autora muy lejana y admirada. No sé, había maestros que nos decían que la teníamos que leer y nos lo decían como si se tratase de una obligación. Es como si estudias letras hispanas y no lees a Rulfo: estás frito. O a Sor Juana. Cuando yo estudiaba, Mónica Lavín estaba a esa altura. 

Intento hacer un poco de memoria: uno de mis más admirados maestros de literatura mexicana del siglo XX, Juan Coronado, hoy ya ausente, me recomendaba leer todo lo que encontrara de Mónica Lavín. Otro de mis más admirados, y por esos años el único que tenía, y era una delicia consultarlo en su oficina, un archivo hemerocrítico de escritores mexicanos, siempre tan elegante con su moñito al cuello y todo un caballero él, Jaime Erasto Cortés, también ya ausente, con quien por cierto saqué nueve cuando me hizo, frente a todo el grupo, examen oral de “La Feria” (1963) de Juan José Arreola, admiraba a Mónica Lavín casi con un fervor guadalupano y no había clase en que no nos repitiera, al final, que había que leerla. Un último y a quien le aprendí lo poco que sé de crítica literaria, mi admirado y muy querido, y también ausente, Samuel Gordon, literariamente un visionario, quien sabía leer a Carlos Pellicer como nadie y a quien debemos unos estudios críticos en torno a la obra de Juan Rulfo muy importantes, pues el doctor Gordon en clase recomendaba por lo regular a puro autor de otras tierras, sobre todo europeos y de acuerdo a la escuela crítica que estuviésemos viendo en clase, pero si te ponías a conversar con él en los pasillos, si dabas unos cuantos pasos a su lado, te daba auténticas clases de literatura mexicana del siglo XX e incluso te aseguraba cómo es que se movía el mercado editorial. Y en una de tantas caminatas se me ocurrió preguntarle por narradoras mexicanas, es decir, por sus recomendaciones, y sin dudarlo ni un momento soltó su nombre y me dijo Mónica Lavín es muy buena, hay que poner mucha atención a su narrativa. Tenía completo mi rompecabezas y estaba seguro que ella, Mónica Levín, ya para entonces era una importante narradora a la que había que seguirle la pista, y las palabras, claro. Y así lo hice. 

Ya estamos en la época actual y Mónica Lavín pertenece a ese grupo de escritoras que han conseguido forjarse una leyenda con base en sus propuestas narrativas acertadas. No hacen tanto ruido publicitario porque no les interesa, sabe que sus propuestas narrativas, ya con sus propias características, ritmos, se dan a conocer por sí solas y que ya tienen un muy buen grupo de seguidores que las leen. 

Mónica pertenece, sin duda, a ese grupo de mujeres escritoras que pasará a ser parte de la historia de la literatura mexicana del siglo XX y XXI. Si ustedes me apuran, daré algunos nombres, que me parece la acompañarán en las mismas páginas del libro de literatura mexicana del siglo XX, XXI: Ana García Bergua, Ana Clavel, Myriam Moscona, Anamari Gomís, Carmen Boullosa, Julia Santibáñez, Alicia García Bergua, Enzia Verduchi… y esto es tan solo una probadita de lo grande que es la literatura escrita por gigantescas mujeres en México, porque me faltan un montón, mujeres gigantescas que han conseguido darle una voz poética, narrativa a un país que se ha caracterizado desde hace muchos años por tener muy buena calidad de narradoras, de poetas, ¡bravo!

Mónica Lavín está en ese mero punto en que ya se le tendrían que realizar grandes y merecidos homenajes y en los que alguien tendría que meterse a su obra literaria y hacer una muy buena antología crítica de su obra, que salga, además, acompañada de textos de tantos y tantos colegas que le expresan su admiración. 

Me van a permitir que antes de llegar a “El lado salvaje” (Tusquets, 2024),  me detenga en algunas respuestas que Mónica da a una entrevista que le hacen en un diario de Yucatán porque me parece que las respuestas que da son de esas que bien vale la pena recuperar, de esas que luego le sirven un montón para los escritores que recién se inician en el oficio, que precisamente llegan a cualquiera de los géneros literarios en busca de orientación, de saber cómo aterrizar poco a poco y sin peligro de estrellarse, que era por lo que nos recomendaban a nosotros leerla en nuestra época universitaria. 

Es una entrevista que me gusta. Y les aseguro que en cuanto tenga la oportunidad yo le haré una a Mónica. Veamos. “Cuando responde a una sola pregunta, cuando hay un suceso central y el lector no necesita saber más sobre los personajes”. Vuélvanlo a leer ahora en voz alta, por favor. Es lo que Mónica afirma cuando intuye que una historia está destinada a ser un cuento. Yo leí sus palabras y pensé inmediatamente en Anton Chejov, algo hay de él. Tal maestría tiene Mónica. Dos más y nos vamos directo a su nuevo libro. “En un relato el personaje tiene que estar en muchas situaciones, es su multidimensionalidad lo que importa, y el suceso debe revelar algo de él”. Esto me parece casi una clase de narrativa. Hay tantos que pagan por lo que Mónica da en una línea o dos. Y justo ahí está la clave: la multidimensionalidad. Me encanta. Miren que a pocos narradores le he escuchado una palabra que es clave en la narrativa. Por ejemplo, yo me la encontré por primera vez en una entrevista que le hacen a Issac Bashevis Singer. Pero todos sabemos quién es Bashevis Singer. Y me luego me la encontré más bien en libros de cinematografía; no obstante, los que hacen cine luego hablan de conceptos que ni ellos mismos entienden y no hay que fiarse tanto. Muy pocas veces en narrativa. Hasta ahora que la leo en Mónica. Una última: “Me gusta mucho lo que me pide el cuento, porque sientes adrenalina al trabajarlo por mucho tiempo, como si estuvieras en una montaña rusa. En cambio, la novela es incierta”. Ahí está: una definición clara y concisa del cuento y de la novela. No hay que romperse tanto la cabeza ni traer a los formalistas rusos o a la escuela checoslovaca. Es más sencillo de lo que parece y Mónica lo aclara. A mí me encanta la imagen de la montaña rusa, y solo el que ha escrito cuento sabe que realmente así es: hay una poderosa adrenalina que te atrapa y que es consistente; en cambio la novela te permite más tiempo, más reposo. Y no es gratis lo que asegura Mónica Lavín: ella se inició en el cuento, y en aquellos tiempos de los grandes maestros que ya mencioné uno de los géneros que tenía más relevancia en la Facultad de Filosofía y Letras era precisamente el cuento. Todos querían escribir cuentos. 

Por eso hay que celebrar con bombo y platillo este nuevo libro de cuentos de Mónica Lavín: “El lado salvaje”. Son 23 historias con un mecanismo justo y conciso como reloj inglés, exacto, las manecillas en su lugar correcto, tanto los inicios como los desenlaces, si ustedes se fijan bien en cada una de las 23 historias son perfectamente estructurables, aunque en una primera instancia no nos lo parezca; en cuanto al ritmo también lo tienen, como todo buen cuento, porque si algo sabe Mónica en el arte de narrar (y es una clave muy importante) es darle el peso justo a cada una de las historias, saber cómo debe iniciar, pero también sopesar la justa medida para tener muy claro el desenlace, los grandes cuentistas ya han dicho mucho acerca de la importancia de los desenlaces, no son cualquier cosa, y Mónica aquí lo demuestra, por ejemplo en “El sombrero negro” y “La viuda joven”,  de tal manera que se consiga la redondez de un bolillo perfecto que Eusebio Ruvalcaba, quien me consta era fan de Mónica Lavín, pedía de los buenos cuentos, aquellos que nada les falta, ni les sobra en los ingredientes, ¿quieren un ejemplo?, abran “El lado salvaje”, así, directo, y vayan a “Allí está la casa de Dolores del Río” y luego pasen a “Zapatos boleados”, ¿ya lo notaron?, es ese gran efecto que solo producen las obras de arte, como señala el narrador y ensayista italiano Alessandro Baricco.  

Contrario a lo que está de moda en algunos jóvenes narradores (y que seguramente no durará mucho), Mónica no emplea esas fórmulas narrativas que apuestan por una escritura experimental desastrosa que mal imita a muchos escritores europeos: intentan fragmentar los textos en microficciones que llevan el mismo hilo narrativo y generar nuevos tipos de narradores cuya confusión sólo ellos entienden y justifican con un lenguaje más cercano al cinematográfico. Se complican mucho la vida. ¿Qué es lo que hace de la propuesta narrativa de Mónica Lavín algo original y distinto? Que narra. Que lleva decádas haciéndolo. Que sabe que en el arte de narrar México tiene una sólida tradición no solo escrita sino oral. Porque Mónica Lavín tiene mucho de la oralidad de la lengua y eso se nota en un oído que a mí en ocasiones me recuerda al oído de José Revueltas. ¿Y por qué no? Al mismo oído de Josefina Vicens. Atrapar las palabras al vuelo fonético con la frescura de quien sabe cómo pasarlas al papel. Mónica Lavín lo sabe, lo hace y es una de nuestras grandes narradoras. Pero de una vez les advierto una cosa: no me crean nada de lo que les digo: adquieran el libro en su librería más cercana o háganse del ebook y dense la oportunidad de admirarse de una muy buena prosa. Quién sabe. En una de esas y hasta estoy equivocado. Y me mandan sus reclamos: [email protected]. 

Así como yo podría reclamar, para despedirme, del equipo de prensa del libro de Mónica: no les preocupó que fuese a reseñar el libro cuando lo pedí. Supongo que así pasa cuando no son ellos los autores. Querían que me esperara hasta la semana siguiente. Pero no podía esperarme porque quería dar el anuncio: “El lado salvaje” se presenta acá, en la Ciudad de México, en una gran fiesta llena de libros en el Centro Cultural Universitario, en la UNAM, la Fiesta del Libro y la Rosa 2024, el sábado 20 de abril (¿ahora entienden por qué requería el libro antes?) a las 16:00 hrs. en el Foro Equidad, donde participarán, nada más y nada menos, que la grandísima narradora Ana Clavel (de quien, por cierto, ya queremos una nueva novela), Vicente Alfono y la mismísima autora, así que si andan ya en la CDMX, o tienen pensado venir el fin de semana, pues ya están invitados, y claro que Mónica firmará libros y se dejará tomar la foto con quien así se lo pida, no cabe duda que será un muy buen agasajo literario… ¡por ahí nos saludamos!       

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