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viernes, 3 mayo, 2024
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Reflexiones necesarias para una academia libre de violencia de género

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Por: MALELY LINARES SÁNCHEZ •

Esta semana se dio a conocer un libro llamado ‘Conducta sexual inapropiada en la academia’, en el que tres investigadoras publicaron un capítulo para hablar sobre los abusos de poder y casos de acoso sexual atribuidos al reconocido intelectual portugués Boaventura de Sousa Santos y al antropólogo Bruno Sena Martins, del mismo Centro de investigación, quienes niegan las acusaciones, pero estarán fuera de sus cargos mientras avance el proceso. Asimismo, CLACSO suspendió las actividades previstas con el pensador de las epistemologías del sur. La respuesta de Sousa ha sido desmentir las acusaciones y asegurar que interpondrá medidas jurídicas contra las autoras. No obstante, ya previamente se había propagado la aparición de grafitis con el mensaje: “Fuera Boaventura. Todas sabemos”.

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Ante estos hechos, han salido a la luz nuevas denuncias del acoso que Sousa ejercía hacia sus estudiantes, abusando de su poder y prestigio, razones por las cuales estuvieron silenciadas durante varios años. Uno de estos casos es el de la diputada estatal brasileña Bella Gonçalves, quien narró lo sucedido a la agencia Lusa, y el otro caso es el de Moira Millán, una destacada mujer indígena mapuche. Millán había difundido, desde hace un año, un video en el que relata cómo en 2010 el académico la violentó con propuestas sexuales y abalanzándose sobre ella: “no me iba a dejar violar, aunque fuera Boaventura”, sentencia. Aunque buscó el apoyo de un académico argentino, la respuesta de éste fue: “Nadie te va a creer, es la palabra de una salvaje contra la de un intelectual, una india contra el gurú de la izquierda en Portugal”.

Varias de las víctimas señalaron que cuando intentaron contar lo ocurrido, otros académicos las convencieron de no hacerlo porque era alguien “intocable”, “no les creerían” y pondrían en riesgo su permanencia en el centro. En sus relatos narran cómo el académico las invitaba a su casa, les ofrecía bebidas, las tocaba sin su consentimiento, sugiriéndoles que estar con él les daría muchos beneficios en el mundo académico.

Las denunciantes han recibido una gran oleada de solidaridad de más de 250 académicas y diversos movimientos sociales al firmar el manifiesto “Todas sabemos”, en el que se retoman trece puntos clave para contribuir a este importante debate. Principalmente se alude a que en estas prácticas suele haber, además de acoso sexual y moral, extractivismo intelectual y de los saberes situados, con la reproducción de obras sin el respectivo crédito como sucedió con el concepto de “Capitalismo Gore”, acuñado por Sayak Valencia, y apropiado y difundido, sin los créditos correspondientes, por De Sousa. Se resalta que las represalias hacia las mujeres, quienes se atreven a denunciar, generan graves cuestionamientos públicos que implican juicios de valor, humillación, tergiversación, devaluación, ridiculización, posible retraumatización y terminan por ser afectadas en sus campos profesionales.

Como lo han señalado varias pensadoras y activistas sociales, casi todas hemos sufrido acoso sexual en algún momento de nuestras vidas académicas y esto estuvo durante muchos años naturalizado; afortunadamente hoy puede nombrarse. Cada vez son más centros académicos los que, alentados en gran parte por las mujeres, buscan reducir y/o eliminar las violencias basadas en género en el ámbito educativo mediante la denuncia pública, la lucha social o aplicando los protocolos para la prevención, atención y sanción del hostigamiento y acoso sexual.

En México, la ENDIREH 2021 (1) muestra que, de las mujeres de 15 años y más que han asistido a la escuela, 32.3% experimentó algún tipo de violencia a lo largo de su vida como estudiante; en tanto que 20.2% experimentó violencia de octubre de 2020 a octubre de 2021. La violencia física (18.3%) fue la de mayor prevalencia, a lo largo de la vida escolar, en tanto que la violencia sexual (13.7%) fue la más experimentada en los últimos 12 meses.

En ese sentido, y debido a la violencia machista experimentada en las universidades mexicanas, hay una creciente rebelión de mujeres estudiantes y docentes, quienes a través del uso de redes sociales, con hashtags como el #MeToo o la realización de acciones directas como las huelgas, ponen en evidencia el acoso y hostigamiento sexual. En 2019 se presentaron 364 quejas en 20 planteles del país, que conllevaron a la destitución de 24 docentes, la expulsión de un estudiante y a que se interpusieran tres denuncias penales. Recientemente, desde marzo de este año, los cinco planteles de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) se encuentran en paro como protesta por varias denuncias de abuso sexual, uno de los cuales sucedió dentro de las propias instalaciones universitarias. Un mes después aún se denuncia la inacción por parte de las autoridades.

Para ejemplificar la importancia de reflexionar y visibilizar estos graves problemas, basta recordar que, en octubre del año pasado, la UAZ organizó un homenaje al fallecido académico Luis Arizmendi, en el marco del seminario “Crisis Epocal del Capitalismo, Tiempos de Peligro y Alternativas en el Siglo XXI”, arguyendo que fue “un pensador revolucionario ante la devastación y la barbarie”. Sin embargo, rendir homenaje a quien fuera denunciado por abuso de poder y ser líder de una secta político-sexual en el IPN y en la UNAM (por lo que fue sancionado en la UNAM en 2020), resulta más que contradictorio con los mensajes de tolerancia cero a la violencia de género y el acoso en las aulas universitarias.

El caso de Boaventura es solo uno de tantos que aún permanecen ocultos bajo las redes de poder e instituciones cómplices. Lo que nos lleva a reflexionar acerca de cómo en nuestros espacios académicos hay una constante minimización de la gravedad de estos hechos y un profundo desconocimiento de los obstáculos que deben enfrentar las afectadas, quienes terminan por ser revictimizadas. Existe, además, una gran falta de orientación sobre los procedimientos necesarios a seguir con relación a cada uno de los casos. Aún no existen los espacios y condiciones suficientes para que quienes se reconocen como víctimas puedan ser escuchadas.

Es urgente y necesario que como universidades y organizaciones sociales sigamos impulsando la reflexión y visibilización de las históricas violencias basadas en género, exigiendo que se den respuestas efectivas a las denunciantes a través de mecanismos claros y accesibles, que desmonten las estructuras patriarcales de los patrones socioculturales en los que se sostiene la desigualdad. Además, claro, que se desmitifique el carácter “intocable” de los académicos y estudiantes violentadores, para que estos casos no queden en la impunidad.

¡Todas lo sabemos!

*Docente-académica, Unidad 

Académica de Ciencia Política, UAZ.

Notas:

  • https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2022/endireh/Endireh2021_Nal.pdf 
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