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jueves, 25 abril, 2024
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Náhuatl, lengua de profunda riqueza y con una cosmovisión particular de la realidad

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Por: ALMA RÍOS •

“Al morir una lengua se empobrece siempre la humanidad”. En el país van desapareciendo cada vez más las lenguas indígenas, y con ellas, visiones del mundo, también del actual, que podrían decirnos muchas cosas si las conociéramos. Estas consideraciones fueron propuestas por Carlos Navarrete, conductor de Acentos, para dialogar con el estudiante de náhuatl, Samuel García, sobre esta lengua viva que trasciende hasta nuestros días desde la época prehispánica, y que es entre las aún supervivientes, una de las que cuenta con más hablantes en México.

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A modo de introducción García dijo que la lengua náhuatl se caracteriza principalmente por su estructuración “aglutinante”. A partir de una raíz, un nominativo o verbo se tiene una idea a la que se agregan sufijos o prefijos, explicó.

“Es como si fuera un tren al que se le van sumando diferentes vagones y va haciéndose una palabra, una oración larguísima”, propuso como ejemplo Navarrete.

Pero a diferencia del español, observó Samuel García, estos vagones no están ligados por conjunciones o palabras que hacen que una sea subordinada a la otra, sino que en náhuatl “tienes todas las palabras en una sola”.

La lengua es una forma de ver el mundo, de representarlo con palabras, y por tanto ofrece una cosmovisión particular de la realidad. Así como los esquimales tienen muchas palabras para referirse al color blanco, o los italianos hablan de “freno” o “caldo” para decir frío o caliente, pero no tienen una palabra para el tibio o los mexicanos aluden a la “cruda” mientras que los angloparlantes utilizan la expresión hangover para  hablar del día después de la borrachera, cada lengua ofrece su visión del mundo.

En el caso del náhuatl existe una armonía con la naturaleza, palabras derivadas de los fenómenos y objetos naturales, una dualidad sin la cual no existen las unas sin los otros y que viene “desde lo que se percibe tanto mágica como naturalmente” de manera empírica, “lo que puedes ver o lo que puedes sentir”, dijo García.

Así el nominativo para el color morado proviene del camote, “camojtic”, y “chichiltic” que es el chile, le da nombre al color rojo. El xochicoscatl, es un collar de flores que alude al camino que se forma con el cempasúchitl para hacer que los muertos vuelvan con sus seres queridos.

“El color amarillo que viene de las flores amarillas de cempasúchitl y que ha tenido este significado propio, el camino de flores, la palabra florida, y todo viene de la flor y el color amarillo, viene de esta flor de este collar del xochicoscatl”.

Las palabras tienen poder de crear a la naturaleza y viceversa al nombrarlas, sean las estaciones del año, la lluvia, etc., “la palabra tiene esta capacidad de crear un objeto”, agregó.

Porque nombran las palabras realidades distintas, visiones distintas del mundo, las hay intraducibles literalmente desde el náhuatl a la lengua española u otras. Es el caso de in xóchtil, in cuícatl, “flor y canto”, la poesía, que es parecida a los haikus japoneses y que habla de la cosmovisión nahua.

La palabras como “una flor que tiene una vida efímera, que se expande y que muere” pero que como canto permanece a través de la voz que la transmite de una persona a otra. Es una forma de ver el mundo que no tienen otras lenguas, al fin”, observó Navarrete Ortiz.

Existen entonces huecos lingüísticos derivados del intento de traducción de una cosmovisión ajena a la cultura propia, de fenómenos para los cuales no se tienen palabras y que para referirlos tienen que buscarse adaptaciones, conceptos nuevos o descripciones.

“Pero ciertas palabras sí son intraducibles. Dado que no es la misma visión tenemos siempre visiones diferentes aunque estemos muy hermanados, aunque seamos humanos, tenemos una visión diferente de la vida y de los fenómenos”, dijo Samuel García.

Así lo expresa el historiador Miguel León Portilla en La Visión de los vencidos. Donde aborda el proceso de conquista pero no relatado por los españoles sino desde las voces de los grupos precortesianos.

La conquista física y espiritual que inició entonces continúa, “es una conquista ideológica”, pues actualmente se sigue discriminando a los descendientes de los pueblos originarios del ahora constituido como país: nahuas, mayas, tzotziles, tzetzales, yaquis, etc., “que discriminamos hoy en día, esa aparente visión de los vencidos”, dijo Carlos Navarrete.

Pero estas visiones originarias son visiones diferentes del mundo “que nos estarían diciendo algo hoy en día”.

Recordó la obra del poeta italiano Fabio Morábito, “ya mucho, arropado por México, mexicanizadísimo”, que rastreó cuentos, leyendas e historias prehispánicos para más que traducirlas, reescribirlas.

“Y tienen un poder no sólo en la narrativa, en la cuestión poética, sino también en la cuestión filosófica, pues, son poderosas esas historias y nos están diciendo muchas cosas o nos podrían estas diciendo muchas cosas de este mundo que estamos viviendo, si las supiéramos”.

Samuel García asintió, agregando que en este sistema “que nos está comiendo” y que se basa solamente en el capital, estamos dejando de lado la naturaleza, “lo que es la mera esencia de la humanidad, de dónde venimos”.

La cosmovisión nahua dice que “venimos del maíz, de la tierra, de la naturaleza. Crecemos, nos reproducimos y morimos”, repitiendo eternamente este ciclo.

Esta definición del ser humano ha cambiado influida por el sistema capitalista, por lo que la cosmovisión nahua es un espacio de resistencia.

“En cuanto que se quiere que la lengua sigua viviendo y que transmita este mensaje de armonía con la naturaleza del que venimos esencialmente desde el principio de los tiempos”, agregó el estudiante de Náhuatl.

Pero la elección de una lengua oficial también es discriminar, y una de las formas de hacerlo es situar a los idiomas indígenas por su vinculación con la naturaleza como arcaicos o retrógrados.

El discurso discriminatorio puede “ampararse” en la ciencia y dejar de lado ciertos equilibrios naturales, “contaminamos el agua, hay forma de limpiarla; talemos ese árbol, luego reforestamos; cacemos esos animales, después los reproducimos en cautiverio”.

Se desdeña la sabiduría de las culturas originarias implícita en sus lenguas, y aunque tampoco implican una visión equilibrada per sé, si desde la “lengua” de la ciencia y de la modernidad se les señala: “ustedes están en una visión, perdonen, pero atrasada, salvaje…”, dijo esta vez Navarrete Ortiz.

Sobre esta visión globalizada, si bien es cierto que la ciencia puede ofrecer explicaciones y descripciones de los fenómenos, y que pudieran caracterizarse de “infantiles” las que proporcionan los mitos originarios, lo es también que se pierde una visión mágica e imaginativa, mística y armónica con el entorno, que por ejemplo ofrecen “los abuelos en la lengua náhuatl”, al compartir en sus relatos cómo es que ocurre la lluvia, “porque hiciste bien esto o mal esto”.

“Otra visión muy mágica, muy hermosa del mundo. Y no nada más estar encerrados en lo que es lo técnico, lo científico o lo que es más aparente”, comentó Samuel García.

Tanto en lo individual como en comunidad, las lenguas originarias proponen una visión cósmico-mágica que devuelve la conciencia “de lo pequeño que es el ser humano” frente a la naturaleza, al cosmos, y por tanto cómo se construyen los equilibrios dentro de un todo formado por diferentes partes, dijo Navarrete

“Esto es interesantísimo (…) por eso mismo tendrían que trabajarse, estudiarse estas lenguas, porque ofrecen esas cosmovisiones. Al morir una lengua se empobrece siempre la humanidad”, observó.

No obstante las posibilidades que ofrece el estudio de las lenguas originarias, son los extranjeros quienes más las aprenden e investigan, y paradójicamente quienes “están ayudando a rescatarlas”, agregó.

Los estudiosos de las cosmovisiones implícitas en las lenguas indígenas pueden encontrar en sus versiones de los orígenes del universo “cómo obtener este equilibrio que se ha buscado tanto” por el ser humano, por ejemplo, con el entorno ambiental.

Dijo Samuel García para subrayar que los pueblos originarios que perviven no son “obsoletos” sino que continúan luchando y resistiendo para adaptar su cultura a la modernidad o para empatar ésta a su visión.

“Hay muchos estudiosos que vienen de comunidades, gente ilustre que está haciendo, que está creando, y que está encontrando este camino entre la modernidad y la armonía con sus orígenes, con sus ancestros, con su cultura” y que están demostrando que a la par pueden usar computadoras, tener autos y mantener su cosmovisión e identidad propias, “con todos estos factores sociales que los componen”.

Con ello se manifiestan y realzan al decir, “soy indígena pero no soy obsoleto, tengo sabiduría, he estudiado esto y lo otro, y tengo este equilibrio” desde su identidad originaria.

Aquí intervino el jefe de Información de La Jornada Zacatecas para señalar que la modernidad no implica lo unívoco, lo único, no hay una lengua universal, el esperanto, sino muchas lenguas al modo en que proponía el lema de la Unión Europea: “la unidad en la diversidad (…) no tenemos que perder esa diversidad de lenguas e identidades porque eso enriquece a la humanidad”.

¿Qué tendría que hacer el Estado, los estudiosos de las lenguas originarias y los no hablantes de ellas, para ayudar a que no mueran?, preguntó casi para finalizar la emisión.

En primer lugar, dijo su interlocutor, “abrir los ojos al hecho de que México es un país pluricultural” donde se habla el español como lengua oficial pero existe un mosaico de culturas y lenguas “y que tendremos que vivir todos los mexicanos en conjunto con armonía”, de manera incluyente. De tal manera que las leyes deben ser traducidas a estos idiomas indígenas, pero también debe respetarse el derecho a la tierra de sus hablantes, que hoy es amenazado por grandes consorcios.

“Abrir los ojos como mestizos, porque también tenemos esta raíz en nuestra sangre (…) por nuestras venas, el que también somos originarios de este país”, aunque seamos el resultado de una mezcla genética y cultural.

Los indígenas actuales buscan el reconocimiento social y el correspondiente a sus derechos, “nosotros como mestizos, sí debemos respetar” sus costumbres y tradiciones y saber de dónde venimos, sostuvo.

Por ultimo Samuel García hizo una invitación a los pueblos originarios para que “se levanten con su lengua, que la hablen” y sepan que pertenecen a grupos étnicos importantes así sean llamados “minorías”. Que tienen raíces y por tanto no están perdidos buscando de dónde vienen. “Ellos lo saben”. Los conminó “a abrazarse de ahí” y decir con orgullo: yo pertenezco a tal cultura, nahua, wixárica, tzotzil, tzeltal, “todas las que tenemos en México.”

En ese tono se despidió con este mensaje: Tlazcamati miac “La Jornada”. Na niyolpaqui nican, tlen ni tlahtolli huanya ta. Amo xipinahua nochimeh amo xipinahua, xizanileh ica motlahtolli nochipan, pampa nahuatlahtolli yehtectizin, miac yehyectin huan amo xipinahua. Xizanile ica yolpaqui huan tohuantin ximoquetzah. Tlazcamati.

“Muchas gracias a La Jornada. Estoy muy contento de estar aquí y platicar contigo (dirigiéndose a Carlos Navarrete). No se avergüencen, hablen su lengua siempre. Porque la lengua Náhuatl, decir estas palabras en Náhuatl es hermoso. Es muy hermosa, háblenla y no se avergüencen, háblenla con el corazón. Y levantémonos juntos. Muchas gracias por dejarme decir estas palabras en lengua Náhuatl”.

 

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