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jueves, 2 mayo, 2024
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La Anomia Institucional de la UAZ: entre la voluntad de control o (la virtud de) los contrapesos políticos

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

Cuando preguntamos, ¿qué es lo que hace posible la corrupción? Pues sin duda, en la respuesta  está una estructura institucional omisa que la hace posible. Es decir, podemos ver a la corrupción como un síntoma de una anomia institucional que, muy probablemente, es la misma causa de la modorra en la innovación y la agudización de la crisis de conducción. Y en seguida debemos preguntar, ¿cómo fue posible que se generara una estructura institucional omisa? Respuesta que  debemos buscar en la forma de organización de la vida académica y política universitaria.

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Hace 20 años, la universidad estaba dominada por grandes Corrientes Políticas que aglutinaban profesores y estudiantes de todas las facultades, tenían una activa vida orgánica y construían su identidad desde horizontes ideológicos en continuo debate. En ese contexto se presentó la necesidad de crear el primer proceso de reforma universitaria que, claro está, fue sólo de carácter político (la forma de elección autoridades, en 1988). En ese momento el debate en el Consejo Universitario era intenso: el paroxismo de la deliberación. Era habitual salir en las madrugadas de las sesiones del Consejo, después de 5 o 6 horas de discusión. En ese tiempo había politización, pero no anomia institucional. Después vino la desarticulación de esas Corrientes político-ideológicas, y quedaron sólo grupos de interés compitiendo por la conducción. Había fuerte puja por ganar lugares en la Consejo Universitario porque ahí se decidía el rumbo de la universidad. Sin embargo, los diversos grupos fueron desintegrándose o perdiendo vida orgánica. Los actores de esos grupos fueron absorbiéndose en la vida de sus escuelas y, otros, sobrevivieron desde la pura acción de la burocracia. Es decir, pasamos de la vida de Grupos de Interés a la hegemonía de la conducción meramente burocrática.  Los Grupos ya no eran tal cosa, sino meros dispositivos de la lógica administrativa.

En estos últimos años, todos los grupos se diluyeron en la administración, menos uno. Un sólo grupo permaneció con vida orgánica en las escuelas preparatorias vinculados a la actividad político-partidaria en el Partido del Trabajo. Lo cual significó que su dominio político en las preparatorias se conectara con la vida partidaria que les daba, adicionalmente, recursos propios de la gestión en los congresos. Al principio esto no fue causa de ningún problema para la universidad, pero comenzó a serlo al pasar a ser el único grupo con vida política orgánica. Porque la falta de competencia o contrapeso, permitió a sus dirigencias tener la experiencia de acción sin oposición. Y esa situación es productora de vicios: la ausencia de oposición es parecida (en la vida política) a la circunstancia de un hombre invisible (en la vida privada): sin la mirada del otro, el hombre que puede no-ser-visto incurre necesariamente en vicios. Tiene la sensación de que puede hacer lo que sea y no pasa nada. Para permanecer en la virtud el hombre necesita la mirada del otro. Igualmente: los grupos políticos requieren de contrapesos para no caer en los vicios de la vida pública.

Así las cosas, tenemos un diagnóstico: la anomia institucional es un efecto de la pereza y lasitud política del tejido institucional. Si emergen formas de coordinación política en la UAZ que hagan del espacio de la conducción un escenario de una activa pluralidad, tendremos como resultado una orientación rectoral más virtuosa. El contrapeso se convierte en equilibrio, y este último es el factor esencial de la virtud política: existencia de la deliberación, más circulación de información, mayor transparencia de los manejos, mejor justificación de las acciones emprendidas y menor impunidad en los abusos. Por ello, si el objetivo es resolver la anomia institucional debemos darnos a la tarea de construir una fuerza universitaria que haga realidad el equilibrio en las decisiones y formas de implementación de las mismas. Pues bien, el Sindicato es una instancia esencial para lograr este objetivo: si el rector y su grupo imponen al Secretario General del Spauaz estamos en el camino del vicio. Si por el contrario, se logra armar una expresión alterna en el sindicato y, además, una agenda de acuerdos estratégicos en el Consejo Universitario, la anomia irá disminuyendo y la calidad de la conducción será sensiblemente mejor. Paradójicamente: el mayor beneficiado de conseguir mejoría en la calidad de la conducción es el actual rector, porque se trata de su administración. Pero dudo que la voluntad de control le permita ver esta paradoja. Por el contrario, lo veremos operando una planilla que termine de dar muerte a la autonomía sindical. Y (segunda paradoja) un sindicato débil, quebranta la capacidad de gestión de la rectoría. La voluntad de control juega en contra no sólo de la dirigencia actual de la universidad, sino de la salud de la propia institución.  ■

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