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viernes, 26 abril, 2024
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La pandemia del Covid-19 evidenció la brecha digital en México: académico

■ Es un signo de desigualdad social; sólo 40% de los estudiantes de nivel básico y media superior tenía acceso a una computadora para tomar clases a distancia: Humberto Márquez

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Por: MARTÍN CATALÁN LERMA •

La pandemia del Covid-19 evidenció la brecha digital que prevalece en el país como signo de la desigualdad social, donde sólo 40 por ciento de los estudiantes de nivel básico y media superior tenía acceso a una computadora para tomar clases a distancia, además de que no se garantizó la conectividad a internet, afirmó Humberto Márquez Covarrubias, investigador de la Unidad Académica en Estudios del Desarrollo de la Benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas (BUAZ).

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“La exclusión educativa se incrementó, pero los gobiernos afectos a la propaganda hablan de una cobertura total en sus territorios sin garantizar la conectividad de los más pobres. Pese a los discursos progresistas y la presunta cercanía a la gente, los gobiernos de la región no estuvieron a la altura de las circunstancias y no actuaron para liberar el acceso a internet”, expresó.

Expuso, por ejemplo, que el gobierno mexicano no proveyó de un paquete tecnológico básico, que incluso debería de formar parte de la canasta básica familiar, que contuviera dispositivos como computadora, teléfono o tablet, además de un plan de conexión a internet, para garantizar el acceso a los estudiantes, sobre todo de las clases populares.

Con esa omisión, los gobiernos bloquearon la conectividad requerida por el sistema educativo, una medida necesaria ante el confinamiento obligatorio que ellos impusieron para gestionar la crisis sanitaria.

“Fueron los artífices de la medida, pero no brindaron las condiciones materiales para que los estudiantes y maestros, el sujeto pedagógico, estuvieran interconectados de manera fluida y sin exclusiones. Idealmente, el acceso a internet debería de ser un derecho humano, como la educación misma”, puntualizó.

De acuerdo con Márquez Covarrubias, proporcionar computadoras a estudiantes y profesores que lo requerían para cumplir con el proceso de enseñanza-aprendizaje en el mundo virtual expandido es una medida crucial en América Latina si se considera que casi 40 por ciento de los jóvenes mayores de 15 años carece de computadora y que la proporción aumenta si se disminuye el rango de edad, pero ello no ocurrió.

En consecuencia, refirió que el problema es grave para los estudiantes que no pudieron conectarse a la educación virtual porque no sólo estuvieron al margen de la innovación científico-tecnológica aplicada al sistema educativo de la noche a la mañana, sino que perdieron su vínculo con la carrera educativa al desertar o desaprendieron al sobrepasar la temporada con grandes limitaciones de conectividad y desatención de sus mentores dadas las circunstancias de distanciamiento.

Además, explicó que la pandemia de Covid-19 puso sobre la mesa una disyuntiva entre optar por la educación presencial o la educación virtual. La educación a distancia prescrita por los gestores de la pandemia optó, irremediablemente, por lo segundo, pero el mundo pospandémico, imaginado oficialmente como “nueva normalidad”, plantea de nueva cuenta la cuestión, pero que idealmente supone una conjugación de ambos componentes, sin desconocer las contradicciones que ello entraña.

“La alternativa revivió una falsa disputa entre los sectores afectos a la tecnofilia (quienes organizan su vida alrededor de las tecnologías y suponen que no habrá progreso social sin ellas) y los afectados por la tecnofobia (quienes usan las tecnologías con desconfianza o están en contra de su uso y atribuyen los males sociales a su influjo)”, expuso.

Publicado en la revista Estudios Críticos del Desarrollo, Márquez Covarrubias indicó que algunos discursos críticos reivindican la escuela presencial sin recurrir a las tecnologías disponibles como internet, el uso de contenidos digitales, la recurrencia a las computadoras, las plataformas y la nube. “Esta actitud refractaria termina por ser funcional a la exclusión tecnocrática, así sea por cuenta propia. Otra cosa es la exclusión estructural de amplios sectores de la sociedad respecto del mundo virtual y digital y su desconexión con los sistemas educativos y universitarios”.

Asimismo, la pandemia puso en predicamento la falacia de los llamados “nativos digitales”, es decir, los estudiantes menores de 18 años que crecieron en un mundo plagado de artefactos y redes digitales, y actualmente cursan la educación primaria y secundaria, o apenas están en las primeras instancias de la educación terciaria.

Este bagaje formativo, comentó, estaría en oposición a los denominados “migrantes digitales” mayores de edad que por lo contrario crecieron en un mundo pretérito y analógico, pero por necesidad tuvieron que “migrar” y adaptarse a las nuevas tecnologías digitales, como sucede con la mayoría de los docentes.

“Entre unos y otros las habilidades para navegar en el mundo digital serían contrastantes, inclusive irreconciliables. Esta es una simplificación de la realidad que la pandemia desmintió. Los supuestos nativos digitales están condicionados por un acceso diferenciado a internet y las computadoras según el origen social, la infraestructura disponible y la capacidad de pago. En tanto que para los docentes asumir la presunta condición de migrantes digitales sólo sirve para justificar el inmovilismo estéril en la función educativa”, añadió.

En última instancia, Márquez Covarrubias manifestó que “la brecha digital dentro de la escuela y la universidad públicas respalda el proyecto neoliberal que pretende desmantelar, por múltiples vías, a la escuela pública presencial, sobre todo la universidad pública”.

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