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jueves, 25 abril, 2024
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Rojo criollo, la cerámica de Comitán. Un acercamiento al imaginario de Jesús Aguilar

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Por: ÁNGEL SOLANO •

La Gualdra 502 / Cerámica / Arte

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En estas cavidades se amotina

la vida, bullen formas

naciendo. ¿No las sientes

pujar, surgir de súbito

entre volutas, ondas

concéntricas de asombro, rastros

de chorreantes combustiones?

José Manuel Caballero Bonald

Jesús Aguilar (1987) habla con emoción de las formas que la naturaleza tiene, recuerdos cotidianos que le permiten analizar el crecimiento de las plantas del campo y las sensaciones generadas al mojarse bajo la lluvia. “Crecí en contacto con el ambiente rural, con las formas orgánicas; esperando la lluvia en marzo para cultivar”. La morfología de las calabazas o del maíz, el olor y el color de la tierra, también, son parte de sus motivaciones. Su búsqueda es constante, lo remite a cuestionar y reflexionar sobre su origen y devenir. 

Jesús es ceramista, originario de Comitán, Chiapas. Realiza una actividad ancestral que se vincula a las manifestaciones de las comunidades mayas, él lo sabe, asume con orgullo la herencia de las formas antiguas y lo manifiesta en su proceso. 

La obra de Jesús puede clasificarse en tres vertientes, por un lado, la creación de elementos utilitarios como vasijas o tazas, los diálogos con la escultura y los lazos con el diseño de objetos. De esta forma, encontramos elementos extraños como espirales continuas que remiten a las orugas o “utensilios” deformados que dan la sensación de haber sido el caparazón de algún mamífero acuático y que esperan pacientes poder contener otro objeto en su interior. Hay atisbos a elementos que conectan con las frutas o el cuerpo de las aves, formas caprichosas que juegan con el sentido de equilibro, sensación que da la no simetría en su composición final. 

En sus cerámicas se percibe el silencio, no el que genera angustia, sino el que es manifestación del espíritu y que nos otorga la posibilidad de habitar nuestro interior; otorgado por el resultado cromático manifestado al salir del horno. Observamos tintes en diversos espacios de los objetos, sus núcleos son diferentes de la piel que los cubre, hay sienas sutiles, cercanos al amarillo de Nápoles que conviven con otros de una apariencia tostada y acentos de un rojo óxido que, en ocasiones, es acompañado por líneas de una perfección casi meditativa. Ritmos que se vuelven sugerencias constantes en la obra de Aguilar y que se acercan a una especie de ideogramas. Códigos que tratan de comunicar sensaciones sobre la naturaleza, continuidades gráficas que evocan la lluvia, las grietas en la tierra o la mezcla de ambos en su integración, el lodo. 

Mestizaje y alquimia

Al mirar la cerámica de Aguilar, la primer sensación remite a la sutileza y estructura de objetos japoneses; líneas constantes, texturas y trazas irregulares generan movimiento en sus piezas. Su aspecto final está alejado de los motivos recurrentes que las comunidades, del sur del país, utilizan en la construcción de sus diseños. Sus objetos otorgan un aspecto depurado y no folklorizado que sigue tocando aspectos de identidad y pertenencia. Su cerámica es una síntesis de motivos cotidianos, conocimientos sintéticos y procesos experimentales.

La obra de Jesús tiene colores resultado de una ardua investigación e incorporación de elementos originarios. Menciona que su interés por la tierra nativa lo llevó a replantear sus métodos y proponer diversas posibilidades a partir de la incorporación de arcilla encontrada en su comunidad, material que contiene gran cantidad de óxido de hierro y estaño, elementos que otorgan un café peculiar y un “rojo criollo”, denominado así por el artista. 

En sus reflexiones también hay una especie de mestizaje, como él lo describe, al incorporar la arcilla de Comitán y la tierra de Zacatecas, acción simbólica que le permite generar un material resistente a las altas temperaturas y que evoca nuestra personalidad como mexicanos, la constante posibilidad de mezclar culturas. Las experimentaciones e investigaciones de Jesús son un parteaguas para las posibilidades que tiene como artista y para la generación de nuevas vertientes que alimenten la gran historia de la cerámica mexicana. 

Crear dignifica

Adquirir conocimientos en diferentes ramas de la creación como el arte y el diseño le ha permitido impactar y compartir con los otros. Para Jesús, una de las preocupaciones vinculadas con “el hacer” es la posibilidad de apoyar a otras comunidades. Acción que remite a las realizadas, constantemente, por el maestro Francisco Toledo (1940-2019) y que Aguilar concibe como una remuneración para el artista. Labor que se refleja mediante el respaldo social y que dignifica su labor en un contexto tan complejo y desigual como es el medio del arte en México. 

Jesús se acercó a una comunidad de la Meseta Comiteca Tojolabal, específicamente a la agrupación de Alfareras de Yocnajab, con casi 300 años de fundación, allí se enfrentó a los prejuicios del oficio, relegado ancestralmente a las mujeres. Bajo esta experiencia Aguilar pudo aportar conocimiento, aprender y construir nuevas posibilidades para la creación de elementos con barro. Como consecuencia y en colaboración con el grupo de artesanas, la fotógrafa e historiadora del arte José Welbers y el arqueólogo Ramon Folch, fundaron la “Primera Feria del Barro de Comitán”. Celebrada el pasado mes de julio, esta acción ha impulsado el trabajo de diversos artesanos, contribuido, de forma importante a la localidad y replanteado el aspecto de lo cotidiano y sus conexiones con la tierra.

Paralelamente, Jesús Aguilar incursiona en la elaboración del mural titulado “Rojo criollo. Una ceremonia al tiempo”. Esta obra está construida por 72 placas de cerámica y tiene una extensión total de 3 x 1.50 metros. Su contenido temático realiza una exploración del contexto geográfico, el color que genera identidad y como homenaje a la arraigada relación que las comunidades originarias mantienen con la cerámica y el barro. Acción casi mágica y alquímica que, para el autor, representa un trabajo con vínculos filosóficos y reflexiones sobre la capacidad que los alfareros tienen para transformar algo tan suave en un elemento concreto y duro. “Pienso que nuestra función es intervenir, transformar la arcilla, modelarla y lograr la eternidad”. 

Notas finales 

Jesús Aguilar es egresado de la Escuela de Artes por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (2013) con especialidad en escultura, cerámica y fotografía. Cursó el “Diplomado en Diseño de objetos Utilitario” en el Centro de Investigaciones de Diseño Industrial (UNAM) y en CASA (Centro de Artes de San Agustín) en Oaxaca. Ha desarrollado proyectos artísticos en escultura y diseño en cerámica. A la par elabora investigaciones y producción artística con materiales nativos (arcillas, óxidos y pigmentos) de la región de Chiapas. Es creador de la marca LU´UM (del tojolabal Maya “tierra”) que tiene como objetivo la reinterpretación del leguaje del barro local y sus conexiones con lo contemporáneo. Ha participado en bienales y exposiciones en el país y el extranjero. Ha sido becario del PECDA en dos ocaciones (2014 y 2021) y del FONCA (2015-2016). En 2018 realiza una “Residencia artística y de Investigación” en CASA. 

Es creador del movimiento cultural independiente “Arcillas color de piel” que involucra el trabajo con las últimas comunidades alfareras de la región de la Meseta Comiteca Tojolabal, en Chiapas.

* Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la-gualdra-502

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