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jueves, 25 abril, 2024
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La toma de las calles, la nueva lucha simbólica reivindicativa

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Por: JUDITH RIVAS HERNÁNDEZ • RENÉ AMARO PEÑAFLORES •

La Gualdra 502 / Libros

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La toma de las calles de la Ciudad de México en 1892 fue una movilización social de protesta-rechazo, de estudiantes y trabajadores, a la tercera reelección consecutiva de Porfirio Díaz. Fue una “expresión guerrera” que consistió en una amplia capacidad de expresión ante la exclusión política y permanencia prolongada del grupo porfirista en el poder. 

La coyuntura electoral, cuyo caldo de cultivo lo constituían la crisis económica, las revueltas agrarias, hambrunas, reducción de salarios y fuertes tensiones entre las fuerzas políticas locales y regionales, posibilitaron que sectores sociales heterogéneos hicieran suyo el escenario urbano y se valieran de la prensa para resignificar el Centro, la Alameda y la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México como espacios simbólicos. Las marchas y los discursos interpelaron a las autoridades y desafiaron al régimen que consideró que era una afrenta, una descalificación a la modernización y al caparazón progresista del Estado porfirista. Estos sectores en lucha, mediante dispositivos como los clubes políticos, mutualistas y prensa crítica (El Hijo del Ahuizote, El Monitor Republicano y el Diario del Hogar), configuraron una fiesta y un espectáculo, que incluía actores con diferentes intereses, pero que se unían ante la posibilidad de la dictadura, la “política del garrote”, y la “violación permanente del pacto federal”. 

¿Qué es la calle?, es el lugar político por excelencia, espacio de sociabilidades, de causas de los sin voz, para ser reconocidos como actores con derecho a tomar parte en la política. Anteriormente hubo muchas otras protestas en la Ciudad de México, motines y manifestaciones, pero esta fue la primera de corte electoral que reclamó con vehemencia y firmeza demandas que permitieron formar un frente de sectores sociales. Tal forma innovadora de participación política, disciplinada y respetuosa, salió a las calles a hacer política de oposición al gobierno. El contexto de la época era convulso, en él existió una dialéctica de movimientos, entre una élite que tenía claro que el apoyo a la reelección de Díaz significaba estabilidad política, gestión eficaz de los conflictos regionales, reduciendo las tensiones de poder, es decir, estabilidad política para concretar el crecimiento económico; y, por otro lado, los amplios movimientos populares anticentralistas, rebeliones populares y “aires insurrectos” (Romana Falcón), así como las luchas y tensiones en las fuerzas militares y al seno de la Iglesia católica, que se oponían al autoritarismo y demandaban autonomía municipal; rechazaban el alza de impuestos, la desamortización y el despojo de tierras de los pueblos. 

El régimen porfirista salvó las dificultades cerrando filas y mediante una recomposición de las élites, puso en marcha con diversas políticas económicas (supresión de las alcabalas, ley minera que eliminó las trabas a la inversión privada; la ley de baldíos, formación de la gran propiedad agraria; y ley bancaria, inversión privada a gran escala), la oligarquización de la economía. 

El proceso fue complicado, pero sobre estas medidas político-económicas se efectúo la postulación de la candidatura de Díaz en 1892. Dicha candidatura debía tener legitimidad, para el efecto, se requería un gran movimiento electoral impulsado por una amplia red de clubes políticos dirigidos por el Comité Central Porfirista, la Unión Liberal y la prensa oficialista. Hubo incluso movilizaciones callejeras en favor de la reelección que también fueron importantes. 

Por su parte, la prensa crítica se hizo presente en la toma de las calles y fue contrahegemónica en el repudio al reeleccionismo. De esta forma, estudiantes y obreros tomaron espacios de la Ciudad de México y protestaron; la disputa por las calles, la apropiación urbana entre reeleccionistas y antireeleccionistas, con fiesta y espectáculo (cívico-patrio), derivó en lucha de clases (hispanofobia) anclada a la tradición (valores artesanales) y a la modernidad (credo liberal republicano estudiantil). 

La violencia estuvo presente, la represión estatal también con aprehensiones y hostigamiento, cuyas expresiones culminaron con la movilización del 15, 16 y 17 de mayo de 1892. El “asalto a la torre de la catedral”, abrió una fisura al “desorden y la violencia, y permitió recuperar los intersticios que habilitaron expresiones espontáneas de disconformidad general. El mapeo de las movilizaciones mostró el recorrido estratégico de los manifestantes y sus paradas simbólicas, “para protestar contra la violación a los principios liberales”, lo que permitió un acercamiento con el pueblo. El motín callejero dio cuenta de los hechos de violencia generalizada, pero también mostró la confrontación de clases. El saldo fue un muerto y decenas de detenidos, “acusados de ser instigadores o autores” de los motines; algunos participantes fueron confinados a la cárcel de Belén. 

En síntesis, el libro La Toma de las calles, constituido por tres partes (el contexto, la calle y la prensa) es una “historia al ras del suelo”, que revela la “dimensión guerrera” de los sectores populares en torno a demandas y vínculos identitarios en una coyuntura electoral. Los estudiantes y obreros se movieron, con “ingenio y entusiasmo”, en situaciones de “no libertad”, acechados por las fuerzas policiacas, acosados permanentemente para no ampliar su base social, pero en ese proceso los líderes (de los estudiantes Joaquín Clausell, Jesús Flores Magón; de los periodistas Gabriel González Mier y Daniel Cabrera; del club obrero Agustín Arroyo), “bajaron al barrio” y removieron una conflictividad social a flor de piel”, para hacer más visible su lucha. Los grandes perdedores fueron los estudiantes y obreros, pero igualmente el régimen porfirista al mostrar tal cual su naturaleza autoritaria; el escenario de represión desprestigió a la élite y develó el derrotero ulterior de la dictadura. 

* Judith Rivas Hernández/UPN Zacatecas. René Amaro Peñaflores/UAZ.

***

Reseña al libro: La Toma de las calles. Movilización social frente a la campaña presidencial. Ciudad de México, 1892, de Fausta Gantús, Florencia Gutiérrez y Alicia Salmerón, México, Instituto Mora, 2020.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la-gualdra-502

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