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jueves, 2 mayo, 2024
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El quinto robo

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Por: Humberto Mayorga •

La Gualdra 249 / Quinto Aniversario

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El dicho reza “No hay quinto malo” o “Crea fama y échate a dormir”. Lo bueno es que a los niños se les perdonan las travesuras, aunque la verdad es que no estoy muy seguro. A los cinco años, más inocente que ahora, mi gusto era robar el huerto de mi tío Carlos. Las manzanas, muy agrias, siempre despertaban los cinco sentidos; era un experto en brincar las barreras para llegar al lugar pero había que pagar cuota a mis primos para hacerlo. Esas monedas de entonces, las de cinco pesos, las tengo en mi colección; según yo, nunca fui descubierto. Fue mi primer robo.

Bien pude pedir aquella fruta, pero era divertido lograr la hazaña. Un mal día, me delataron: “Fue él”, rajó mi primo. Mi tía con una mirada incrédula voltea y dice “Noooo. Él jamás lo haría ¿verdad mi niño?”. Quise responder, pero me atraganté con los últimos cinco mordiscos. Sufrí la desventura, mi padre me dio un manazo.

El segundo robo también fue inocente. Mi abuela compró unas semitas recién hechas. Nadie debía tomarlas, por supuesto. Eran parte de la gran fiesta en el mes de mayo. A escondidas, fui y tomé sólo cinco del montón. Me trepé al columpio que había en el árbol junto a la casa. Mi abuela salió enfurecida a preguntar quién carajos se había comido el pan. La soga se reventó y al suelo cayó el botín… “Yo no fui”, dije llorando.

El tercer robo ya fue premeditado. Necesitábamos comida para el día de campo. La tienda del tío Luis fue el blanco del proyecto. Estaba cerrada. Sólo vi una ventana abierta. Los quesos frescos me sonreían y bueno: dicen que la ocasión hace al ladrón. Metí la mano por una reja y fue recibida de un pellizco: era mi madre que estaba haciendo sus propias cuentas. El susto no fue menor. Cinco fueron los días que me quedé sin probar dulce de leche.

El cuarto robo fue el mejor. Era yo un adolescente, ya saben, la edad de la punzada. Salí de mi casa con aquel perfume que me regaló mi hermana. Ya tenía un lustro deseando una fiesta, una tardeada que se convirtiera en noche. Hubo motivos de sobra para salir, acompañado, alejándonos del ruido. ¡Ah… qué tiempos! Después de cinco intentos, a la fuerza robé un beso. “¿Eso fue todo?”. “No”, respondí. “Lo mejor siempre está por venir”. Y así fue.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-249

 

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