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viernes, 26 abril, 2024
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Por: MARIANA FLORES •

La Gualdra 563 / Río de palabras

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Esta es una crónica de lo que presencié en una “sesión de neuroconducción”, para términos del saber común, también es llamada coloquialmente sesión de espiritismo, muy cercano a lo que hemos visto en películas y cuentos de fantasmas errantes. Y es que me fui con la finta de que ese nombre científico y rimbombante: neuroconducción, me acercaría a una experiencia más cercana a la de un laboratorio, un ambiente controlado y aséptico. Qué equivocada estaba.

La condición es que las y los participantes compartan una afección: inflamación cerebral, lo cual no es muy difícil pues en estos tiempos, un 10% de la población sufre o sufrió un trastorno depresivo, lo que provoca que se inflamen algunas regiones del cerebro. Entiendo que, si bien, estas alteraciones modifican o limitan algunas funciones, al mismo tiempo posibilitan una conexión muy especial entre neuronas.

Esto me ha hecho reflexionar, cómo en años anteriores, nos pasamos combatiendo y negando estos trastornos con fármacos y psicoterapia, sin saber que tenían un propósito mayor, o así me lo parece ahora.

La doctora Concha Soto, neurocientífica y filósofa, defiende que estos “trastornos” son en realidad de un avance evolutivo que nos permite pasar a un siguiente nivel de sinapsis y en algunos casos, a la creación de neurotransmisores que hasta ahora eran desconocidos para la neurociencia. Estas nuevas conexiones neuronales, en un primer paso, han posibilitado la comunicación telepática entre dos personas, siempre bajo la guía y entrenamiento de Concha.

En los meses rec: “Luego de un arduo trabajo en los laboratorios con nuestros equipos multidisciplinarios, hemos reunido las pruebas suficientes para afirmar que, en una prueba piloto llevada a cabo con tres grupos de trece personas, hemos registrado actividad neuronal en partes del cerebro en las que típicamente no se registran. Al mismo tiempo tenemos evidencia de que 7 participantes lograron una comunicación con familiares ya acaecidos. En este momento nos encontramos sistematizando los resultados para proporciona datos más contundentes que permitan abrir una línea de investigación, así como crear una metodología que permita replicar los hallazgos”. Desde hace tres años que comenzaron estos hallazgos sobre telepatía, me registré como voluntaria para las pruebas. Finalmente me llamaron, justo tres días después del comunicado.

Una mesa cuadrada de madera, trece sillas, rodeada de cortinas negras. No había ventanas. Dos ventiladores de piso y una tornamesa: un vinil girando sin reproducir ninguna melodía, solo el ruido de la aguja arrastrándose sobre el acetato. A cada participante se nos había asignado un seudónimo, mismos que escritos sobre una cartulina señalaban el lugar que debíamos ocupar en la mesa.

“Si están aquí, es porque cumplen con los requisitos, por lo mismo y tal como se les informó, se trata de una experiencia que confronta, pero al mismo las evidencias muestran una gran efectividad para el tratamiento de traumas y síndromes como el depresivo y de ansiedad. Les agradezco mucho haber venido”. Así abrió la sesión la Dra. Soto quien nos guio durante toda la sesión.

El primer paso fue colocar sobre la mesa un objeto relacionado al ser querido que deseábamos contactar. Había objetos de lo más diversos, desde fotos derruidas, hasta comida. Llamó mi atención una mujer encapuchada quien colocó una flor de jacaranda. Enseguida, la doctora nos pidió cerrar los ojos y dibujar en la mente un punto blanco, mientras escuchábamos el sonido de tiza de la tornamesa. Luego, se nos indicó tomar con cada mano, el hombro a las personas que teníamos a cada lado, respirar profundo y concentrarnos en el rechinido de la aguja en el acetato.

Lo que sentí en ese momento se parece mucho a cuando te estás quedando dormida y llega un recuerdo, que no sabes si es de tu infancia o de otra vida, o si es un sueño que alguna vez tuviste o estás teniendo. Es agradable y acogedor, aunque también lejano, tampoco sabes si es recurrente o surge en ese momento. Por lo general ahí tomo conciencia y regreso a la vigilia. Pero en esta ocasión me adentré en la sensación.

Sentí un aliento en la cara, lo inhalé profundamente como nos indicaron previamente. Olía a tierra húmeda. Sentí cómo recorría mi cara, mi cuello, mi tronco, hasta llegar a mis pies. Sentí electricidad. Realicé la pregunta de control: mi apodo y el nombre de mi primera mascota. El aliento lo susurró en mi oído, y antes de que pudiera configurar lo que quería decirle, respondió:

 

“Aquí estamos, atravesamos el tiempo, porque no está contaminado por el cansancio, el hartazgo o las ganas de poseer. Es solo querer estar.

Somos todos los detalles en tu vida que te susurran que no todo está perdido: la llamada que llega en el momento indicado, la persona que te tiende la mano cuando pierdes el rumbo. Las monedas que encuentras en el piso, así te recordamos que caminamos a tu lado. Somos la amiga que te sostiene, la mascota que te saca de la cama y el aviso oportuno que llega de pronto. El olor a tierra mojada y a café recién hecho. La sonrisa de alguien que cambia el curso de tu día. La canción de tu infancia y el olor a panqué de naranja.

En los momentos más oscuros, somos el pájaro que golpea tu ventana, el vendedor de cortinas que toca el timbre cuando piensas que estás sola en el mundo y la vecina que toca tu puerta porque creyó escuchar un ruido. La puesta de sol que miraste en lo alto del puente y que te trajo de vuelta…sí, ahí estuve.

Habitamos las almas que conocen el dolor, porque son capaces de ver las cosas luminosas en todos esos pequeños detalles. Ahora estás aquí, tú y muchas más, transformando el dolor en posibilidad. Mucho tiempo estuvieron en los márgenes, fingiendo alegría en la tristeza, comodidad en el hartazgo y plenitud en el rechazo. Aprendieron a crear posibilidad y amplitud. Son futuro y esperanza…”.

 

La Dra. Soto tocó una campana y nos pidió escribir de inmediato lo que habíamos experimentado. Luego nos advirtió de la posibilidad de soñar mucho y muy vívidamente para lo cual nos recomendó tener una bitácora para anotar estas experiencias oníricas. Finalmente nos dio una especie de kit post sesión, sobre los cuidados y atenciones que debíamos tener, pues este era solo el comienzo de un proceso más amplio, “nos vemos en un mes, no quiero decirles más porque quiero que atesoren y acomoden lo que acaban de vivir con la menor intermediación posible. Hasta pronto”, y cual mago, se metió detrás de unas cortinas negras que rodeaban la mesa de la sesión.

Tal como lo recomendó la Dra. Soto, acomodaré la experiencia y si me lo permiten en la próxima crónica les compartiré más de este proceso.

  

*@LaMayaFlores es guionista, socióloga e investigadora.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_563

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