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Un dinosaurio comunista y feliz: René Avilés Fabila

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Texto publicado el 2 de septiembre de 2013 en La Gualdra 114

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René Avilés Fabila estuvo en Zacatecas el viernes pasado para presentar su libro El Evangelio según René Avilés Fabila, en la Feria Nacional del Libro Zacatecas 2013. Lo esperábamos con gusto, como siempre que ha venido a estas tierras; de hecho, ésta es la ciudad en la que por primera vez se presentó como escritor hace casi cuarenta años. En aquella ocasión fue invitado por el poeta y editor José de Jesús Sampedro y desde entonces, es un asiduo visitante. Aquí no sólo tiene admiradores por su obra literaria, periodística, activista y de promotoría cultural, sino que tiene grandes amigos; y es gracias a Ester Cárdenas, su amiga desde aquella primera vez que visitó Zacatecas, que pudimos concertar esta entrevista en la que nos comparte detalles poco conocidos de su vida.

 

Jánea Estrada: A través de las redes sociales y de tu blog, nos hemos enterado de todos los homenajes y reconocimientos que has recibido por tus 50 años de trayectoria en la literatura. ¿Cómo es que entras al juego de la tecnología?

René Avilés Fabila: Por necesidad. Ahora estoy en Facebook y en Twitter. En el primero en menos de un año rebasé los 5000 amigos y me obligaron a tener otro muro. Tengo miles de vistas, de comentarios… tantos años como profesor universitario hacen que mucha gente me mande comentarios, algunas fueron mis novias… [ríe] y les contesto a todos y todas. Tengo insomnio, entonces de 4 a 6 de la mañana, todos los días, me dedico a contestar. Alguien por ahí me puso ya “el caballero de las redes sociales”…

 

JE: Eres un escritor muy prolífico, ¿la tecnología es tu aliada?

RAF: Las redes sociales han sido mágicas y salvadoras para mí, recuperé a muchos de mis amigos, entré en contacto con mis lectores… Estoy más que agradecido con las nuevas tecnologías, tengo una revista en internet con visitas de todas partes del mundo, tengo un blog… y me doy cuenta que hay mucha gente interesada en literatura mexicana.

 

JE: ¿Qué es lo primero que haces al despertar?

RAF: No tomo café, prendo la computadora. Soy un escritor atípico, no fumo. Pero sí tomo, me gusta el whisky –aunque no le hago el feo al tequila o al mezcal-, bebidas solas. Gracias a eso soy como Johnny Walker: 150 años y tan campante.

 

JE: La verdad es que te ves muy bien ¿cuál es el secreto de tu juventud?

RAF: Mi mamá lo decía: es el estado de ánimo. Nunca estoy deprimido ni triste, sólo tengo un enemigo: el Estado mexicano [ríe], pero es horrendo… esté en manos de quien esté, ¿eh?

 

JE: Bueno, es que a los comunes mortales nos preocupa eso pero tenemos otro tipo de tribulaciones…

RAF: Yo no [ríe], tengo un matrimonio maravilloso de 50 años y un montón de novias de menos…

 

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JE: Nosotros estamos celebrando también tus 50 años como escritor…

RAF: Y de periodista y de profesor universitario. Inicié en la UNAM, mi alma mater; y tengo 35 de dar clases en la UAM. Me casé en el 63. La primera vez que vine aquí en el 67 ya venía casado pero mi esposa no vino, me acompañó mi mamá.

 

JE: 50 años de casado… ¿Cómo hacer para que el amor perdure?

RAF: Uno: ella trabaja y yo trabajo. No nos estorbamos. Dos: no tenemos hijos. Nos tenemos el uno al otro, y nos dedicamos todo el tiempo, nos apapachamos todo el tiempo. Tenemos una fundación y ella la maneja. Estamos trabajando en el Museo del Escritor y ella contribuye a eso. Rosario está jubilada, tiene un alto rango como economista. Ella maneja mis finanzas, me da mi diario… es quien lee primero lo que escribo, mi crítica. Es mi vida.

 

JE: Estudiaste Relaciones Internacionales… ¿eso querías estudiar?

RAF: ¿Yo? No. Yo no quería estudiar nada, quería sólo leer y escribir, pero mi mamá insistió en que lo hiciera. Las mamás son sabias, por eso insistió en que hiciera una carrera. Lo que quería mi mamá era joder a mi papá. Estaban divorciados desde que tenía 3 años… Me educó muy bien para que viera que sí podía hacerlo sola. Cuando regresé de París con mi posgrado me di cuenta de que no sabía hacer nada, entonces dije, bueno voy a hacerme maestro [ríe].

 

JE: ¿De qué das clases?

RAF: Puedo dar clases hasta de macramé –dice bromeando-, pero ahora que dejé la ciencia política me concentro en fusionar la comunicación y la literatura en la docencia. Ahora soy hasta el presidente del Premio Nacional de Periodismo.

 

JE: Tú obtuviste ese premio hace años por tu labor en El Búho…

RAF: Sí, pero cuando estaba en buenas manos…

 

JE: ¿Cómo es que incursionas en el periodismo cultural?

RAF: No tengo papá oficialmente… pero por él crecí rodeado de periodistas, de escritores… de niño conocí bien a Revueltas, a Marín Luis Guzmán, a Torres Bodet. Me fui metiendo en ese mundo de manera natural, me acerqué a un poeta español amigo de mi papá, formador de periodistas culturales, Juan Rejano; con él me formé, es de la misma época de Roberto Cabral del Hoyo, a quien también conocí.

 

JE: De esa misma época también es Yáñez…

RAF: A él lo conocí cuando era Secretario de Educación Pública; él fue quien autorizó mi beca para estudiar en Europa…

 

JE: ¿Qué leías de niño?

RAF: Mis abuelos me hicieron que leyera La Biblia, eran muy católicos: yo no. Mi mamá me acercó un libro maravilloso, El libro de oro de los niños, luego tuve El Tesoro de la juventud… Después La Ilíada y La Odisea, todo por mi madre, me apasioné y eso me condujo a un mundo literario fantástico. Me marcaron mucho mis libros iniciales, no como Peña Nieto. Yo sí leí La Biblia. [ríe]

 

JE: Pero eres ateo…

RAF: Desde los 14 años entendí que yo no estaba hecho ni diseñado para creer en Dios. Y con toda discreción me alejé… pero aun así literariamente me gusta mucho La Biblia, no podría olvidar partes que me encantaron y que incluso me conmovieron: cuando leí la parte en la que crucifican a Jesucristo, lloré mucho de niño…

 

JE: ¿Nunca lo has reconsiderado?

RAF: Le he pedido a Rosario que ni de chiste me acerque a un cura cuando se acerque la hora de mi muerte. No hay problema, ella tampoco cree en eso. Un día le pregunté a mi mamá si creía en Dios y ella contestó que no. Le dije: pero tú vas a misa… y ella contestó: Sí, por mis papás. Unos cinco años de que falleciera le volví a preguntar y me dijo lo mismo: no. Entonces cuando muere, mi hermana y yo decidimos sacarla del hospital directo al incinerador, sin avisar a nadie, tal como ella quería dejamos sus cenizas en el rancho de mi hermana, delante de donde nació mi madre: Amanalco. Ésas fueron sus instrucciones.

 

JE: ¿Y tú dejaste ya “instrucciones”?

RAF: La mismas que mi madre, ya lo sabe Rosario: si no lo hace la mato. No quiero homenajes ni nada… directo a que me incineren, no quiero ni féretro. Eso sí, que se percate de que ya estoy muerto, no me vayan a quemar vivo… [ríe].

 

JE: Lo bueno es que homenajes en vida te están haciendo, y muchos…

RAF: Gracias a mi mamá, porque fue ella quien me introdujo al mundo de la academia. Ella era maestra de primaria.

 

JE: Es otro tema que debemos abordar, el de la educación pública y su problemática en el país… tú como hijo de profesores y como profesor universitario, ¿de qué lado estás en este tema de la reforma educativa?

RAF: Es necesaria una reforma educativa, pero también es necesario que el Estado reconozca que ha olvidado a la educación y la cultura. Mi mamá por ejemplo en 1945 fue capaz de comprar una muy buena casa con su sueldo de profesora de primaria y de darnos una vida digna. Hoy un profesor gana una miseria, no puede comprar casa. El sistema político mexicano se olvidó de la educación, descuidó la formación en las normales; el problema viene de muy atrás, el Estado nunca hace meas culpas, pero tendría que hacerlo porque permitió que los sindicatos se volvieran verdaderos monstruos de corrupción y ahora aquí están las consecuencias…

 

JE: Tendríamos además que dignificar la figura del profesor ahora que está tan demeritada por los últimos acontecimientos…

RAF: Son dos cosas: manipulación de la información por un lado; pero por otro, las formas utilizadas para protestar han generado crispación con la población civil, en ese sentido las estrategias son muy arriesgadas. Es muy difícil defenderlos… cuando uno sabe por ejemplo que una ambulancia con un infartado no puede pasar por la manifestación, o que alguien pierde el trabajo… Sobrevive el capitalino en una ciudad que es un infierno… luego llegan sectores de profesores muy radicalizados políticamente, no cultos, no preparados, y la imagen que dejan es la de la violencia, de la brutalidad… persiguieron a unos porque parecían diputados por traer traje… y yo tengo que recordarles que nunca vi a Marx vestido de obrero, o a Lenin vestido como si fuera perredista…[ríe] Es decir, los profesores radicales se equivocan en las formas, aunque tienen razón, los problemas no son fáciles de arreglar, son complejos. La alternancia, que debió habernos servido para arreglar al país, sirvió para empeorarlo.

 

JE: Viene además lo de la reforma energética… y los problemas pueden empeorar ¿se está colapsando el Estado mexicano?

RAF: El estado mexicano da muestras de tener graves problemas, e indicadores de lo que es un estado fallido… ¿cómo lo van a arreglar? ¿Borrando 50 años de olvido, mal trato y control despótico al magisterio? Ahora, hay mucha gente que tiene buenas intenciones, pero éstas no quitan la pendejez ni la ignorancia. Y no hay manera. La izquierda en nuestro país responde a una lógica priista, por ejemplo. Recuerdo que en época de Salinas de Gortari, los intelectuales estaban con él… yo me peleaba con ellos e incluso me censuraron en dos periódicos: El Búho se acabó por haber criticado a Salinas y a su candidato; de eso no se supo nada. A Carmen Aristegui le hacen un rasguño y la convierten en heroína de la patria… Como ves, yo soy un dinosaurio comunista que se quedó atrapado en el hielo… pero feliz. Y a propósito de la reforma energética, creo que la propuesta más razonable y más sensata es la de Cuauhtémoc Cárdenas, es el único que conoce le problema a fondo. Es la postura más correcta. Se requiere de una modernización, sí. Pero no sólo tecnológica, hay que quitar al sindicato.

 

JE: ¿Qué te falta por hacer o por conseguir?

RAF: El Premio Nacional de Letras… [ríe], estoy bromeando. Bueno, CONACULTA… bromeo también. En realidad se puede llegar a no aspirar mucho más cuando se obtiene el reconocimiento de los lectores, y ése lo he ganado poco a poco. De mi generación, José Agustín tuvo decisión y valentía, dijo: Ya no voy a estudiar más, me dedicaré a escribir. Yo seguí las instrucciones de mi mamá y el estudio le restó tiempo a la literatura; la militancia política también. Pero he sido realmente afortunado porque me han premiado, me han homenajeado, me leen… estoy traducido, etc. La UAM acaba de cerrar un ciclo de festejos en mi honor, con un evento muy emotivo y ahí dije: el éxito que yo tengo o llegue a tener es gracias a la educación pública. Y es cierto, lo que no se me da es lo de ser funcionario público porque soy muy hocicón, no me quedo callado –por eso me corrieron de Difusión Cultural de la UNAM, porque le menté la madre al rector- [ríe]… Pero ahora con lo de mis 50 años como escritor me han hecho una serie de homenajes muy hermosos. Estoy muy agradecido.

 

JE: ¿Cuáles han sido los cinco escritores más importantes en tu vida?

RAF: [Lo piensa un momento] Víctor Hugo, Balzac, Kafka, Lope de Vega y Borges…

 

Clemencia

JE: Hablas siempre de tu mamá, y lo haces en tiempo presente…

RAF: Sí, era una mujer muy hermosa, un  día me dijo: René, tú eres menos feo, menos alto, menos prieto y menos pendejo, gracias a mí [ríe]. Tenía una gran devoción de la literatura. Era muy dominante. Falleció a los 85, hace 10 años, su nombre era Clemencia. La imagino aquí siempre. Escribí un libro,  El libro de mi madre, que narra las últimas 24 horas de su vida. Me avisaron que estaba en el hospital con un derrame cerebral, la llevó mi hermana Iris, pero cuando llegué ya estaba entubada. Al consultar a los doctores sobre qué posibilidades tenía de sobrevivir si la operaban, me dijeron que eran muy pocas, que tenían que trepanar y que quedaría mal, en todo caso. Mi hermana y yo nos miramos y decidimos dejarla partir. Le dije al doctor: mire, mi mamá es muy inteligente, culta, ingeniosa, le gustan los juegos de palabras… déjela morir. Rosario se hizo cargo de todo lo demás. Nos dijeron que era cosa de una o dos horas, se aguantó 24. Yo la verdad es que soy muy cobarde, ahí estuvimos todo el tiempo, no avisamos a nadie, era un asunto de nosotros nada más. Al día siguiente, como a las 12, el doctor me dijo que entrara para despedirme y yo me negué. No pude. Ya había entrado, la vi ahí postrada y le di un beso, ésa fue mi despedida [un silencio se hizo, los ojos se llenaron de lágrimas]. Ya no quise verla, para mí era importante recordarla como antes… perdón, hace años que no hablaba de eso. Por eso el libro termina así: buenos días, mamá.

 

Terminamos la plática hablando de la gran amistad que lo une a Ester Cárdenas y a José de Jesús Sampedro –a quien considera uno de los mejores poetas del país-. Presentó esa noche el libro El evangelio según René Avilés Fabila; nos hizo reír, reflexionar, su agudeza e inteligencia lo convierten en un señor de las letras simplemente inolvidable. Larga y feliz vida, René. Muchas gracias por todo.

 

*René Avilés Fabila nació el 15 de noviembre de 1940 en la Ciudad de México y murió hoy en la misma, a consecuencia de un infarto.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_114

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