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viernes, 26 abril, 2024
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La economía mexicana, un avión con sólo un motor encendido

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Los factores indispensables para generar riqueza son el capital y el trabajo. Y en el sistema que vivimos, los productos deben venderse en el mercado para que el proceso productivo no se detenga, lo que significa que deben existir consumidores suficientes. En México, a partir de 1982 inició la aplicación de las medidas de política económica contenidas en el decálogo del Consenso de Washington, corazón del modelo neoliberal, cuya idea central era que nuestro país atraería grandes capitales internacionales generadores de empleo si se daban varias condiciones, entre ellas: un tratado de libre comercio con E.U. para aprovechar al mercado de consumidores más grande del mundo, el abaratamiento de la mano de obra local y que el Estado nacional abandonara la concepción que dominó durante décadas a partir de los años 40, de que los vacíos que dejaba la inversión privada eran ocupados por la inversión pública. En otras palabras, la privatización acelerada.

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No obstante que ambas condiciones se cumplieron, el crecimiento económico del país ha sido muy mediocre (menos de 1% del PIB por persona en los últimos 30 años) y millones de mexicanos se convirtieron en emigrantes económicos o trabajadores informales. El ingreso real de los trabajadores de las ciudades y del campo se desplomó ante la impotencia de sus organizaciones controladas desde el poder, el Gobierno Federal dejó de invertir en áreas clave como la petroquímica y los fertilizantes, sin que la inversión privada llenara ese vacío y, como consecuencia el consumo interno se debilitó como motor de la economía. Los gobernantes priístas y panistas han aplicado ese modelo con sangre fría sin consideración al sufrimiento de millones de familias excluidas del consumo, ni a la incorporación de decenas de miles de jóvenes a las filas del crimen organizado que se les presenta como la única alternativa para obtener ingresos.

Aunque el crecimiento económico de Estados Unidos ha experimentado una ligera recuperación por las políticas anti cíclicas de Barack Obama, el mercado de consumidores en ese país sigue muy debilitado por dos razones estructurales: en 1976, el 1% más rico de la sociedad estadounidense recibía 8.9% del ingreso nacional y en 2007 recibió el 23.5%. En ese lapso 58 centavos de cada dólar de crecimiento económico fueron a parar a los bolsillos de ese 1%. Lo mismo ha ocurrido con los recursos destinados a salvar al sector financiero a raíz de la crisis del 2008. La sociedad norteamericana es hoy más desigual y la pobreza aumentó a niveles inimaginables. El ingreso de millones de familias norteamericanas no creció en las últimas décadas, no obstante que sí lo hizo su productividad, y el consumo se mantuvo un tiempo por un acceso creciente al crédito respaldado por la inflación desmesurada en el precio de las viviendas. Cuando reventó la burbuja inmobiliaria en 2008 la gente despertó en el peor de los mundos: endeudados, con casas devaluadas, con hipotecas impagables, y con problemas para mantener el empleo. Aunque el crecimiento moderado del consumo ya inició por las políticas antineoliberales del gobierno, los ministros del dogma dominante en el mundo  no quieren admitirlo.

A partir de ahora los norteamericanos adquirirán una proporción un poco mayor de automóviles nuevos, fortaleciendo a toda su industria automotriz, incluidas las plantas instaladas en México, con lo que la joya de la corona de la economía neoliberal mexicana incrementará sus tasas de crecimiento. Pero la producción de automóviles y autopartes casi es la única rama industrial que crece en el país pero, lamentablemente, no se han construido los encadenamientos que serían necesarios para impactar con fuerza en el conjunto de la economía nacional.

Así sea por el instinto de supervivencia, nuestro motor interno tendrá que encenderse y una parte de la economía real se orientará a un consumo interno fortalecido con políticas que los neoliberales no conocen pero que distintos premios nobel de economía están recomendando, sobre todo en Japón o Europa, donde la amenaza de la deflación por décadas pone muy nerviosos a los gobernantes que sienten que sus pueblos empiezan a movilizarse para exigir un nuevo paradigma económico. Resulta paradójico que esa lucha hoy la esté encabezando el propio presidente de los Estados Unidos, con la presentación hace unos días de un proyecto de presupuesto basado en incrementar los impuestos a los ricos para redistribuir la riqueza fortaleciendo a las clases medias y bajas. Claro que la mayoría republicana en el Congreso no está dispuesta a dar marcha atrás en la búsqueda de su utopía del Estado mínimo, y rechazará el proyecto de Obama, pero lo importante es que el debate entre paradigmas se profundizará en la gran potencia y, muy probablemente veremos crecer la fuerza de quienes en Estados Unidos y en el mundo, pensamos que, parafraseando al Papa Francisco, esa “economía mata”

Ello deberá ocurrir también en nuestro país y esa será la oportunidad más importante en décadas para el desarrollo económico de Zacatecas. Debemos prepararnos para aprovecharla debatiendo en todos los foros un nuevo proyecto de desarrollo local basado en el encendido del motor del consumo interno.

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