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jueves, 9 mayo, 2024
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La política y el dinero

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Quién diría que Sandra Cuevas, una recién llegada a la política, iba a dar una masterclass de lo que se ve en ella; de las artimañas sucias y corruptas que hacen de lo que tendría que ser un noble oficio, un entramado de múltiples acuerdos mafiosos.

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Movida por la decepción y el enojo de quedar fuera de las candidaturas, y según sus propias palabras: porque no le respetaron los acuerdos, la disruptiva alcaldesa de Cuauhtémoc expuso en conferencia de prensa la podredumbre política de la Ciudad de México, que seguramente alcanza a todo el país.

No dejó títere con cabeza. A unos los pintó de traidores, a unos más de “pendejos”, y a la mayoría de corruptos. 

 Cuenta Cuevas que ninguna de las fuerzas partidistas que la postularon significó un apoyo real. Que fue hasta que obtuvo el improbable triunfo cuando hubo acercamientos para pedirle espacios en su gabinete, que facilitaran los negocios de cada fuerza política, e incorporar como “aviadores” a quienes harían trabajo político con patrocinio público.

La indignación no le llegó entonces. Manifiesta Cuevas que a pesar de no parecerle lo correcto, respondió a las presiones diciendo que buscaría la manera, y revela estos hechos hasta ahora, cuando no encontró otro espacio político.

La narración de la alcaldesa retrata una realidad aceptada o cuando menos tolerada por los electores porque nos hemos creído el cuento que esta es la única manera posible de hacer política. Y quizá lo sea, pero de ser el caso cualquiera con principios tendría que preguntarse si vale la pena hacerlo.

No hay en el espectro político electoral mexicano fuerza alguna que se libre del problema de necesitar dinero y que tenga además resuelto su obtención y administración.

Se le ha buscado la forma, algunos pensaron que ayudaría el financiamiento público, pero eso solo hizo más jugoso el botín, otros que eliminando la compra de spots en radio y televisión que absorbían buena parte de los recursos, pero los medios han encontrado la manera de seguir lucrando con sus espacios, sus entrevistas, sus comentarios editoriales y hasta con los silencios. 

Además hay otras necesidades: espectaculares, portadas de revistas, bardas, simulación de encuestas, marketing, renta de autobuses, lonches, y brigadistas (porque casi siempre trabajan a sueldo, y no a convicción).

 Estos son algunos de los conceptos de un modelo en el que se sienten robados todos, pero también que aceptan o toleran casi todos.

Por un lado los empresarios que desprecian a los políticos y se consideran víctimas de extorsiones, ven en estos momentos oportunidades de ganar favores que esperan ver recompensados si su apuesta es la correcta. 

Por el otro los políticos sienten que es el momento de cobrar viejos favores, y cosechar las atenciones. 

Los que no pueden ofrecer más que su fuerza de trabajo tampoco están excluidos y aceptan acudir a eventos monótonos, cargar banderas, dar likes en redes, aplaudir, votar en sondeos, y lo que haga falta, con tal de hacer llegar a quien aparentemente le conviene, aunque sus ideas y prácticas no le representen.

Eso es tristemente lo que la gente entiende por política, y que naturalmente asquea a tantos que prefieren verla de lejos. 

Pero la política es muy importante para dejársela a los políticos, y en la medida que la gente con principios e ideas se aleje de ella estará dándole espacio y margen de acción a quien la confunde con la práctica mafiosa que tan cara nos ha resultado. 

¿Pero como cambiarla? Tampoco es claro. Hasta ahora, la propuesta ha estado plasmada de clasismo. Proponen algunos que no pueda votar quien obtenga algún apoyo social, pero más importante sería quizá si quien patrocina campañas no pudiera obtener contratos gubernamentales. Es difícil implementarlo.

No hay hasta ahora remedio. Pero mientras tanto haríamos bien en seguir el consejo de López Obrador y desconfiar de quien se anuncia con la misma estrategia de quién vende comida chatarra, y de quién despilfarra para llegar, porque muy probablemente llegará para pagar. Probado está. 

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