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jueves, 2 mayo, 2024
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First man, de Damien Chazelle

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Por: ADOLFO NÚÑEZ J. •

La Gualdra 363 / Cine

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Es la década de 1960. Con la Unión Soviética tomando la delantera en la exploración espacial, Neil Armstrong (Ryan Gosling) es un ingeniero aeroespacial con experiencia militar que busca aplicar en el ambicioso programa de la NASA, cuyo objetivo final es llegar hasta la luna. Tres años atrás, Neil sufre la pérdida de su hija a causa de una enfermedad terminal; encerrando sus sentimientos de manera silenciosa dentro de sí mismo, comienza a descuidar a su esposa (Claire Foy) y a sus dos hijos al decidir concentrarse por completo en su misión. Así pues, Neil comienza a integrarse en el llamado programa Gemini, donde lleva a cabo una serie de pruebas y análisis implacables conforme Estados Unidos se comienza a abrir camino hacia el espacio. Conocido por su personalidad estoica, hermética y llena de autocontrol, Armstrong comienza a avanzar en las filas, y a medida que el tiempo avanza es testigo de cómo muchos de sus compañeros exploradores perecen a lo largo de las pruebas. En su hogar, Janet se niega a soportar el silencio de su esposo, obligándolo a responsabilizarse como padre, mientras él se prepara física y mentalmente para hacer historia.

Después de habernos sumergido en la pasión, los sueños y las obsesiones del jazz con Whiplash (2014) y La La Land (2016), el joven realizador Damien Chazelle cambia por completo de género y estilo para confeccionar un relato visceral repleto de solemnidad sobre la superación que el hombre emprende para desafiar sus propios límites y horizontes. En First man (2018) el cineasta arma un viaje impulsado por el deseo de descubrimiento y exploración, y al mismo tiempo elabora un retrato de soledad, pérdida y muerte, donde entreteje un rompecabezas de incomunicación que en el proceso evita el típico heroísmo patriótico que suele adoptar el cine estadounidense. De tal modo, el Neil Armstrong que Chazelle nos presenta es un hombre con debilidades y una fragilidad evidente, que lejos de percibir sus actos como heroicos, busca en los territorios inexplorados de su labor

diaria una motivación que lo impulse a lidiar con sus problemas personales para así lograr dejar atrás las adversidades que le presenta la vida. El filme está enfocado por completo en la escala humana y en las capacidades del astronauta, en sus debilidades y en la relación con su esposa, familia y colegas. En ese sentido acompañamos al protagonista en un viaje de encierro y claustrofobia dentro los sitios de entrenamiento y los espacios estrechos de las naves espaciales que contrastan con las paredes acogedoras y cómodas de su propia casa.

Compuesto en su mayoría de primerísimos planos y movimientos abruptos de cámara, así como de un diseño de sonido impecable, Chazelle busca resaltar en el filme los esfuerzos y las tribulaciones de Neil a través de una perspectiva subjetiva a nivel del ojo. De esa manera el director crea una experiencia inmersiva y sumamente vívida de uno de los momentos más importantes de la humanidad, al ponernos en los zapatos de su principal protagonista y hacernos sentir su incapacidad para lidiar con el duelo y las emociones ante la pérdida de un ser querido, pero también al volvernos partícipes de la enorme melancolía que siente al mirar hacia la luna y las estrellas que le hacen sentir que forma parte de algo más grande que sí mismo.

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