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jueves, 2 mayo, 2024
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La violencia sólo engendra violencia

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Por: P. Aurelio Ponce Esparza • admin-zenda • Admin •

La noticia de la semana ha sido la violencia generada en el Estado de Oaxaca, sobresaliendo el nombre de Nochixtlán. Dicha violencia a causa de los distintos enfrentamientos entre los maestros de la CNTE y  grupos que les apoyan con la policía estatal y federal; pero no sólo, pues ha habido también robos y saqueos a negocios locales, bloqueos carreteros que están generando desabasto de combustibles y mercancías en muchos  pueblos y comunidades.

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No es, de ninguna manera, una cuestión sencilla de abordar. Emitir una opinión sobre el tema requiere un buen nivel de conocimiento y mucha capacidad de síntesis para evaluar y discernir las distintas informaciones que se han generado en los últimos días. No pretendo erigirme como especialista, pues no lo soy, simplemente emito mi opinión como uno más de los cientos de miles de ciudadanos preocupados a lo largo y ancho del país.

Hay un hecho innegable: la violencia sólo engendra violencia, nunca será la respuesta; la violencia genera odio y el odio violencia. Todos estarán de acuerdo en que el camino del diálogo es la mejor de las opciones, es lo que se debe privilegiar. El odio y la violencia se contagian. No se puede considerar como legítima la violencia aunque la causa que la sustente sea justa, el fin no justifica los medios. Que los maestros y quienes los apoyan tengan reclamos justos hacia el gobierno no significa que eso legitime los bloqueos y saqueos, pues estos actos afectan a terceros trastocando el orden social y afectando al bien común.

Pero tampoco se puede legitimar el uso de la fuerza del Estado en contra de civiles, sobre todo si, como algunos afirman, se usaron armas de fuego. La misión principal del Estado es la salvaguarda del orden, la seguridad de los ciudadanos, la paz y el bien común. La placa y el uniforme deben ser símbolo de la protección del Estado en favor de sus ciudadanos y no emblema de represión y violencia.

Al parecer el movimiento magisterial se ha contaminado, la intervención oportunista de algunos partidos políticos y sus actores no abona a la búsqueda de una solución pacífica. La intervención de movimientos y agrupaciones que en nombre de la solidaridad aprovechan para mostrar su odio al gobierno mediante acciones violentas vuelve, a lo que en principio pudo ser justo, algo turbio e ilegal. No es posible pedir diálogo con machetes y bombas molotov, bloqueando carreteras y saqueando comercios.

Es necesario buscar un camino alterno, urge mayor disponibilidad al diálogo – de ambas partes – pero un diálogo sincero y responsable encaminado a lo que es justo, al bien común, a la mejora de la educación, de los maestros y de los alumnos. Un diálogo sin condicionamientos, sin presiones, dejando de lado aquellos intereses que nada tienen que ver con la educación. Entonces y sólo entonces podrá vislumbrarse una solución pacífica, podrá encontrarse una vía que conduzca a la superación de esta terrible y lamentable situación que viven nuestros hermanos oaxaqueños.

Un factor que no contribuye en esta búsqueda es la desinformación generada por las redes sociales. En estos días han circulado en la red tal cantidad de mentiras y medias verdades que lo único que provocan es odio y desaprobación, sea hacia el gobierno o hacia los mismos maestros. Fotos falseadas, escenas montadas, frases sacadas de su contexto, “memes” ofensivos, etc. Insultar al presidente llamándolo “burro” no ayuda en nada a mejorar este clima de odio y desconfianza en el que vivimos. Todos debemos asumir la parte que nos toca, no es posible continuar de espectadores, pero tampoco podemos contribuir con más odio ni más violencia.

La violencia sólo engendra violencia, ese no es el camino. El diálogo parece ser hoy por hoy la forma más adecuada de resolver las diferencias y encontrar una solución equilibrada y justa. Los intereses económicos o de grupo, la búsqueda de privilegios, los cacicazgos, la corrupción y el tráfico de influencias son cosas que se debieran desterrar de los sindicatos y grupos de lucha social, pues corren el riesgo de enlodar una causa noble y justa. ■

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