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viernes, 26 abril, 2024
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Palabra vuelta cuerpo: Mariana Torres Ruiz

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Por: Armando Salgado •

La Gualdra 511 / Literatura y Teatro

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Mariana Torres Ruiz (Aguascalientes, 1976). Lic. en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma de Aguascalientes y Lic. en Artes Escénicas para la Expresión Teatral por la Universidad de Guadalajara. Se dedica al teatro, la literatura, la docencia y la gestoría cultural desde instituciones públicas y de manera independiente desde hace más de veinte años. Algunos de los reconocimientos que ha recibido son: Primer lugar del IX Concurso Regional de Literatura Infantil del Instituto Estatal de Cultura de Guanajuato y el Premio Nacional de Literatura “Dolores Castro”, del Instituto Municipal Aguascalentense para la Cultura. Entre sus libros se encuentran: Con alas de colores (ICA, 2009); Caleidoscopio (Alfaguara, 2013); De muerte y rabia, (IMAC, 2013); Las avenidas del cielo, antología poética, (UAA/UG, 2019); Aguascalientes. Una ciudad abierta con vocación de puerto, Antología varia (ICA, 2021); y Esta no es una historia de amor, poesía y gráfica en coautoría con Anuar Atala (IMAC 2021). 

Obtuvo la beca del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en la categoría de Ejecutante en el área de teatro (2003 y 2008). En su libro Esta no es una historia de amor, sobresale un lenguaje punzante, tibio y fugaz: versos de formas esporádicas que dejan una marca de calor y se difuminan con la misma sorpresa, el mismo vértigo que el amor ofrece, ante la hendidura del deseo imposible frente al dolor. Mariana Torres Ruiz centra su poética en estampas de factura precisa, pulso agitado y dominio de constrastes donde su “universo erótico femenino” revela un bastión de posibilidades.

Armando Salgado: ¿Para ti qué significa ser hidrocálida en un estado que impacta en las distintas esferas culturales del país? 

Mariana Torrez Ruiz: Soy orgullosa hidrocálida por adopción. Llegué a vivir a esta ciudad que desde 1989 es mi hogar, es el lugar en el que me han sucedido de las cosas más importantes de mi vida, como el nacimiento de mi hijo, por ejemplo. En lo que se refiere al ámbito cultural, ha sido siempre un gozo ver que, a pesar de ser un estado pequeño, aquí suceden cosas que se han vuelto referente nacional. Ser sede del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes; ser uno de los primeros estados que pertenece al Programa Nacional de Salas de Lectura (1995); participar como una de las primeras cinco entidades donde inició el Programa Nacional de Teatro Escolar (1996), en fin, hay un montón de ejemplos en diversas disciplinas. No dejo de mencionar que es el lugar de origen de grandes artistas como Posada, Enrique Guzmán, Dolores Castro. Mi hijo adolescente suele decir que en Aguascalientes no pasa mucho, o casi nada, creo que pasa más de lo que se pudiera esperar para una ciudad tan pequeña y tan conservadora. Pese a tener un origen más de tipo “lugar de paso”, justo por su ubicación geográfica tan generosa, es que es un espacio en el que se pueden emprender cosas que den fruto a mediano y largo plazo. En este momento, además, hay una efervescencia de espacios culturales independientes que da gusto, de verdad. Gestores culturales autónomos que están apostando por proyectos de autogestión que son realmente admirables.

Esto me hace sentir un gran compromiso, es decir, hay una sensación permanente de querer participar de la vida cultural, ya sea escribiendo o desde la escena. 

AS: Tu formación interdisciplinaria te ha permitido emprender actividades en la vida cultural y universitaria de Aguascalientes, ¿qué proyectos disfrutas más?, ¿qué te llevó a ser profesora a la par de investigadora, actriz y dramaturga? 

MTR: Poder dedicarme a la literatura y al teatro es otra de mis grandes fortunas. Ambas están ligadas por la palabra, es una obviedad, lo sé, pero es justo la palabra la que me ha permitido ir de la escena a la literatura de manera súper natural, ambas son mi espacio de creación y no puedo superponer una a la otra. Y se nutren más allá de la obviedad, por ejemplo, en alguna ocasión tuve la oportunidad de acercarme al método de análisis tonal del Mtro. Luis de Tavira, en las capacitaciones intensivas que se hacían en Casa del Teatro. Este método es como él inicia sus procesos de creación escénica; desmenuza el universo sustantivo de la obra, literal, mediante los sustantivos que contiene, estoy resumiéndolo de manera bastante básica; para esto parte del triángulo lingüístico de Saussure. Cuando abordé esta metodología yo era estudiante de Letras Hispánicas y llevaba mis primeras clases de lingüística. Recuerdo la emoción que sentí cuando el Mtro. Morris Savariego nos explicaba signo, significado y significante pero desde la perspectiva del análisis para el personaje. Lingüística pura y dura.

No me imagino sin la escena y no me imagino sin la literatura, sin la escritura, sin el fomento a la lectura, no puedo. Me han preguntado varias veces que qué prefiero. Cuando eso pasa yo, muy al estilo rilkeano en su Cartas a un joven poeta, en lo íntimo de mi habitación me pregunto si podría vivir sin el teatro, si podría vivir sin la escritura, y la respuesta sigue siendo que no puedo vivir sin alguna de las dos. El primero alimenta la palabra vuelta cuerpo, la segunda la palabra vuelta encuentro.

La docencia del teatro es un placer que he empezado a disfrutar hará apenas unos 10 años para acá. Cada clase, ensayo, muestra final, es como empezar por primera vez, y eso me mantiene alerta cada día. Este periodo pandémico, además, ha tenido que ver con aprender para la vida tanto o más que para la escena, y eso me hizo romper varios paradigmas personales sobre el ejercicio docente.

AS: En 2013 obtuviste el prestigioso Premio Dolores Castro, en poesía, con De muerte y rabia. Mencionas que “la muerte es un asunto doméstico” y abordas el tópico de la violencia que no deja de palpar la realidad. Ante la pandemia y estas “nuevas normalidades”, ¿qué prácticas consideras fortalecer para evitar los distintos malestares sociales que cada vez se agudizan más?

MTR: Sin duda pienso en la palabra como encuentro, el arte como vehículo posible para el diálogo. Cada vez me desencanto más de la realidad que nos rodea; sin embargo, el quehacer artístico y sus múltiples posibilidades son una puerta para no morir de hastío. La palabra como ruta posible sigue siendo mi mayor apuesta para generar contacto con las y los otros, y, en el mejor de los escenarios, favorecer la empatía de manera que haga que nuestra existencia sea más llevadera. La realidad del país, del mundo, es desalentadora; no obstante, las manifestaciones artísticas son un respiro para no perder la esperanza. Y la palabra está ahí para nosotras, para nosotros. Ya lo dice Dickinson: “No sé nada en el mundo que tenga tanto poder como la palabra”.

No sé si el concepto sea “nueva normalidad” para esta situación pandémica, no hablaría aún de postpandemia. Yo prefiero pensar en situación límite, un término que usamos mucho en la construcción de la escena. Estamos viviendo una situación límite en la que estamos puestas a prueba en todos los sentidos. Es cuando la palabra, el arte, nos puede dar un poco de sentido frente a lo que cada día se convierte en un acto de fe. Se puede volver a respirar para pensar que mañana las cosas estarán mejor.

AS: Publicaste el poemario infantil Caleidoscopio, en Alfaguara, en 2013. En él se aprecia una sensibilidad al límite de la maternidad y la nostalgia. ¿Cómo realizaste este libro?, ¿de qué forma separaste De muerte y rabia para hablar sobre la infancia?

MTR: Antes de Caleidoscopio escribí otro libro para niñas y niños que se llamó Con alas de colores (ICA, 2009), de narrativa; ambos fueron previos a De muerte y rabia. Escribir para lectoras y lectores jóvenes surgió como una manera de explicarle a mi hijo temas que me costaba trabajo abordar de manera más directa, como el divorcio, la muerte de la abuela o los días tristes. La escritura y la escena para jóvenes audiencias requiere una disciplina y un compromiso tremendo, muchas veces se cree que escribir para niños y niñas es fácil, lo cual es una terrible equivocación. Las y los autores de LIJ que son especialistas saben que cada libro requiere un trabajo tanto o más disciplinado que un libro para adultos. Quien crea que hacer arte para jóvenes audiencias es fácil es bastante ignorante, subestimar la capacidad de niños y niñas de apreciar un buen libro o montaje habla más de las carencias artísticas de quien ofrece un mal texto o una puesta en escena facilona.

En mi caso, me tomo con mucha calma escribir para niñas y niños, tengo varios proyectos que no han visto la luz porque me parecen inacabados. En cuanto a mi escritura para niñas y niños, es la maternidad lo que guía mucho mis letras; pero mi maternidad se ha modificado, mi hijo ahora es un joven adulto, entonces mi manera de ver las cosas tiene otra perspectiva. Mi gusto por la LIJ es una pasión que no se me acaba. Adoro los libros para niños y niñas, a veces gasto más en LIJ que en libros para adultos, hay materiales que son verdaderas joyas y no me puedo resistir a ellos. Sigo comprándolos aunque en casa ya no vive ningún pequeño, son mi debilidad. 

AS: Tu nuevo poemario Esta no es una historia de amor (Instituto Municipal Aguascalentense para la Cultura, 2021), en coautoría con Anuar Atala, salta del verso libre a la tensión erótica, de la relación de pareja al azar cotidiano, del límite de la intimidad al vacío personal: ¿cuál es el detrás de cámaras del libro?

MTR: Este libro es un proyecto que, en efecto, la pandemia detonó, sin embargo estaba ahí aguardando desde antes. Me han dicho un par de veces, quien lo ha leído, que sí acaba resultando una historia de amor. Me parece que esto responde a que el universo erótico femenino ha estado ligado, por constructo cultural, al amor; es decir, hemos sido educadas a que el amor y el deseo son una sola cosa; nos educaron a compartir la cama solo con quien amamos. Sin embargo, hablando con compañeras, amigas, colegas, hemos puesto sobre la mesa que los placeres de alcoba podemos separarlos del espacio amoroso, y esto no quita que una relación meramente erótica sea honesta y poderosa, sin que necesariamente tenga que haber de por medio un vínculo afectivo. 

A este poemario estaba dándole vueltas desde hacía tiempo, y se detonó cuando la pandemia nos puso de golpe frente a los asuntos prioritarios. Cómo nos relacionamos con las y los demás, sin duda es uno de ellos. Así que durante meses, estuve escudriñando qué sucede en ese lugar donde el placer, el goce, la piel y los gustos cotidianos son el núcleo central del encuentro con el otro, un encuentro no amoroso, pero sí significativo, un encuentro en el que, en palabras de Sexton: “Estamos desvestidos. Desnudos hasta los huesos / […] y entramos juntos. Nadie está solo”.

AS: Cuéntanos de tu vida diaria, ¿qué prácticas haces tuyas durante esta contingencia?, ¿qué haces para reanimarte día a día?

MTR: Bailar y escuchar música hacen que mi día a día sea mucho mejor. No podría enfrentar la vida sin ambos, han sido mi medicina muchas veces, no solo desde la contingencia, si no desde hace años. Ahora solo los he aprendido a valorar más.

Dos poemas inéditos de Mariana Torres Ruiz (2021)

Dique

I.

Roca antigua.

 

II.

Suelo

donde el mar de otro tiempo

tras millones de años

da paso a un dique.

 

II.

Testigo del fuego más profundo

fractura el suelo

al vaivén de la tierra y 

su placa tectónica. 

Quiere romperlo todo 

y emerge.

 

III.

La tristeza

es así: 

aparece de a poco

al centro de nuestro corazón

lo traspasa 

sube por la garganta

se vuelve magma en nuestros ojos 

y al final

es piedra que quiebra la memoria.

Derrumbe

Se calcula que para tener un

centímetro de suelo 

en la capa superficial de la tierra

son necesarios entre cien y cuatrocientos años.

 

Bastaron un par de minutos

y el derrumbe sucedió entre nosotros:

piedra sobre piedra y

silencio.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la-gualdra-511

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