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jueves, 2 mayo, 2024
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La esterilidad en el discurso de nuestros candidatos a gobernador

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Por: JORGE A. VÁZQUEZ VALDEZ •

■ Perspectiva crítica

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Durante las últimas semanas los candidatos a gobernador locales han desplegado sus campañas políticas con la intención de alcanzar el poder político. Dichas campañas se han vigorizado gracias al obsceno monto de más de 25 millones de pesos que el Consejo General del Instituto Electoral del Estado de Zacatecas estableció como “tope” para las elecciones a gobernador, diputados y ayuntamientos, pero también por el fuerte apoyo interno de los partidos políticos que concentran sus recursos en apuntalar a los aspirantes que los representan.

Este recurso financiero y humano ha devenido en la saturación urbana de propaganda política; actos políticos públicos frivolizados y la compra descontrolada de espacios radiales, televisivos y en la web para establecer una presencia permanente de los aspirantes al poder político, particularmente la gubernatura.

En contraste con este derroche monetario y humano que sirve como base para gestionar el voto entre los ciudadanos, se soslaya desde los círculos del poder político que en Zacatecas actualmente hay más de 800 mil personas en pobreza, y de ellas más de 89 mil están en pobreza extrema; casi 60 por ciento de la población estatal tiene ingresos por debajo de la línea de bienestar; durante la presente administración el estado se ha perfilado como uno de los que más desempleo ha padecido, y el sector laboral supuestamente reforzado por la llegada de capitales foráneos se ha distinguido por los salarios precarios, el alargamiento de las jornadas laborales y la vulneración de las prestaciones; más del 20 por ciento de los zacatecanos padece rezago educativo; hay más de 120 mil ninis, es decir, jóvenes de entre 15 y 29 años que no estudian ni trabajan.

Estas cifras han ido en aumento durante los últimos años en la entidad, lo que se puede constatar en los informes y análisis de la Unidad Académica en Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), o el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Durante este periodo de campaña se ha revelado poco a poco el verdadero carácter del discurso político de los candidatos, el cual no supera un nivel de propuesta muy básico y en especial no parte de realidades objetivas como las expuestas por los organismos referidos.

Este carácter tuvo sus albores con los eslóganes, intervenciones ante los medios y comunicados de prensa de los candidatos, pero se puso de manifiesto más claramente durante el pasado debate de los aspirantes a la gubernatura organizado por las autoridades electorales, y el cual en términos generales derivó en un escueto vaivén discursivo guiado por las promesas a la ciudadanía y las descalificaciones mutuas.

Desde cuatro ángulos se puede visibilizar la esterilidad en el discurso de nuestros candidatos: la falsa autonomía desde la que se refieren a Zacatecas, la politización de temas sensibles, la unidireccionalidad y la omisión de la participación ciudadana, ángulos que se abordan a continuación.

La retórica de los candidatos se ha nutrido por las promesas de generación de empleo bien pagado, salud y educación, primordialmente, pero más allá de que sus propuestas para garantizar estos eslabones del bienestar social no sean claras (la promesa generalmente carece de metodologías o planes de acción serios), los candidatos parecen ignorar que Zacatecas ha sido relegado a desempeñar un papel de satélite de apoyo de la Federación, más particularmente de los intereses del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Es decir, los aspirantes a la gubernatura parecen desconocer un contexto esencial.

Desde esta posición de satélite la entidad depende de las decisiones presupuestales del Gobierno Federal, principalmente, pero también queda sujeto de facto a las prescripciones que emiten las políticas del proyecto de desarrollo neoliberal imperante, lo que ha sumido a la entidad en un esquema de empleos mal pagados y dependientes de la maquila, las grandes mineras y otros agentes empresariales encarnados por los grandes capitales transnacionales; la omisión de la mejora académica estatal, la vulneración de la educación pública y la criminalización de los profesores que se oponen a esa situación; la precarización del servicio médico y la falta de cobertura del mismo. Ante este escenario las propuestas de los candidatos no superan las buenas intenciones, y resultan insuficientes para considerarlas una alternativa de salida a esta camisa de fuerza.

La politización de estos temas representa una forma muy amañada de convertir la necesidad de la población en discurso; ello es una fórmula que han adoptado la mayoría de los candidatos, y se manifiesta en los discursos focalizados en ciertos sectores y los ataques a otros candidatos para exponer sus deficiencias en esos temas. La premisa es prefigurarse como solución a los problemas sociales más significativos, y no el contar con un diagnóstico y propuestas serias y viables a dichos problemas.

La unidereccionalidad en el discurso de los candidatos tiene como germen la cultura de la dádiva, es decir, la gestión del voto mediante el ofrecimiento de solucionar todo tipo de problemáticas y necesidades sociales. Más allá de los límites de los candidatos para cumplir con ello, destaca que los candidatos partan de “dar”, y no de convocar a la población a ser partícipe de las soluciones. La cultura de la dádiva se vigoriza mediante la promesa de “huesos”, trabajos improvisados de semáforo o el reparto de despensas.

Esta unidireccionalidad también representa el acotamiento de la sociedad civil en el plano del ejercicio democrático, una manera de excluirla de los niveles de planeación, acción y vigilancia de las políticas públicas, y por tanto la imposibilita para fungir como un agente de transformación social.

La esterilidad del discurso de quienes actualmente pretenden gobernarnos parte de los elementos referidos, y dicho discurso implica un simple paliativo ante los grandes problemas que enfrenta Zacatecas. El vértigo que despierta este laberinto de caminos falsos parece no tener otra opción que nuestra propia capacidad como ciudadanos para comprender tanto la situación de la entidad, como las opciones que realmente puedan representar una salida. ■

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