Los gobiernos mexicanos desde la década de los ochenta ofertaron los tratados comerciales como la solución a los problemas de crecimiento económico de los países. Y con estas ideas impulsaron una cierta manera de construir la globalización. Pero en realidad el debate no era entre abrirse o cerrarse al comercio exterior, sino sobre la forma de hacerlo. La apertura acrítica provocó una estructura de comercio asimétrico donde unos ganaban y otros no tanto. El primer asunto que debe evaluarse es la relación entre apertura comercial y crecimiento económico de los países participantes. En el caso de México es contundente el crecimiento en el flujo comercial al exterior, ¿pero eso se tradujo en crecimiento económico? Y el crecimiento que se pudo generar, ¿se convirtió en bienestar para los mexicanos? Veamos algunos indicadores: México pasó de un volumen de comercio equivalente a 8 puntos del PIB a un volumen cercano a los 35 puntos. El aumento de los volúmenes comerciales es cuantioso. Sin embargo, en los mismos años, el crecimiento total del PIB fue de 1 punto por ciento (promedio) anual per cápita. ¿Cómo explicar que el comercio exterior crece mucho y la riqueza nacional total no crece? Pasamos de 123 a 950 millones de dólares diarios de exportación a Estados Unidos, y seguimos con el 53 por ciento de pobres en el país. Algo no está bien en la estructura de ese tratado comercial.
Lo que ocurre es que una parte muy importante de esas exportaciones mexicanas son ‘auto-importaciones’ norteamericanas. Es el fenómeno conocido como integración vertical de las cadenas de valor. Estados Unidos exporta productos finales que, en una importante proporción, fueron compuestos por productos intermedios importados de México. Hay quien afirma que el porcentaje de agregación de valor de las exportaciones norteamericanas que les da la contribución mexicana es de 41 por ciento. Así de alto. Este esquema de comercio es desventajoso para nosotros porque no construye cadenas de valor al interior del país, sino que sólo se nos usa para producir algunos componentes de las cadenas gringas pero a bajo costo por la mano de obra barata. Es decir, nuestras flamantes exportaciones son maquilaje barato. Y eso, no detona crecimiento económico interno y menos con rasgos concentradores de riqueza. Somos como una colonia de fuerza de trabajo de bajo costo para hacer los productos de USA competitivos en el comercio mundial. Así no es buena la cosa.
Ante esa situación, claro que debemos cambiar las reglas y estrategias de la integración comercial con Estados Unidos. Y existen propuestas muy claras y ventajosas para México. Pero ello implica que los gobernantes mexicanos no tengan conflicto de interés al impulsar comercio donde ciertas compañías multinacionales ganan altísimas sumas y en las cuales después se emplean o resultan socios. Hay que renegociar el tratado de libre comercio, pero con cierto sentido nacionalista, pensando en esquemas en los cuales al crecer el comercio también crezca el conjunto de la economía y se refleje en el bienestar de los mexicanos. De otro modo no tiene sentido.
