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sábado, 18 mayo, 2024
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México, el país más surrealista de la historia

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Por: Víctor Santa Rita Villa •

La pobreza en un país como México es una contradicción que a cualquiera desconcierta, dado que, siendo un país con una riqueza que parece inagotable en recursos de todo tipo, su progreso y crecimiento económico debiera ser extraordinario. “De ninguna forma volveré a México. No soporto estar en un país más surrealista que mis pinturas” palabras de Salvador Dalí, el gran maestro del surrealismo. De igual forma André Bretón, otro maestro del surrealismo, diría “No intentes entender a México desde la razón, tendrás más suerte desde lo absurdo, México es el país más surrealista del mundo”.

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No obstante, las aseveraciones de estos dos exponentes del surrealismo distan mucho de referirse al arte que abunda o a la herencia cultural e histórica milenaria de este hermoso país. Resulta no sólo complicado, sino muy cercano a lo imposible comprender, que en un país con una riqueza tan vasta como es México siga en vías de desarrollo, y más incomprensible es el hecho de que los mexicanos se convenzan más por lo que se les expone en un aparato de televisión que por lo que viven día a día. La canasta básica y el salario mínimo continúan en su vertiginosa carrera en direcciones contrarias. La inseguridad es un flagelo que cobra vidas a diario y mientras el gobierno asegura que hay avances y expone con redoble y fanfarria la captura de peligrosos capos, países que sirven de comparsa en esta falacia como Estados Unidos, recomiendan a sus ciudadanos “no viajar a México si no es estrictamente necesario, por sus altos índices de criminalidad y corrupción”.

Aunado a esto, están diversos hechos que en el país más surrealista de la historia son cuestiones cotidianas; en México se persigue más al justo y a la víctima, que al delincuente y el victimario. Las licitaciones la mayoría del tiempo son ilícitas. Los servidores públicos se sirven del pueblo y del erario público, de ambos con la cuchara grande. Las fuerzas del orden encargadas de proteger a la población, siembran el caos y reprimen a la menor muestra de inconformidad o de protesta, haciendo uso de la tortura y la desaparición forzada. La Suprema Corte de Justicia, con magistrados muy a modo y en la cúpula un barbaján consumado y comprobado, con bastante cola tras de sí, impuesto en el puesto por mandato supremo, directo de la presidencia, resultando en el desamparo de las masas y la opacidad de los juicios que con jueces y leyes a modo, sólo tienen un final posible y no será a favor de las mayorías.

Lo más contradictorio y caótico de la situación prevaleciente en México, es que la gente siga confiando en la clase política, ya que después de 83 años de política fallida, en los que se ha hecho patente, salvo en contadas excepciones, que los personajes encargados de llevar las riendas de la nación hacia el despunte esperado, han sido los protagonistas de espectaculares retrocesos y desfalcos. El enriquecimiento de los políticos es un asunto escandaloso, deleznable y por demás insultante. Casas que aparecen de la nada y que no concuerdan con los ingresos de los funcionarios. Fortunas amasadas en tiempos récord, por medio de compadrazgos no tan incómodos y relaciones no tan lícitas. Campañas electorales sobre nutridas por dineros nada limpios. Relaciones incómodas, pero muy convenientes en tiempos electorales, que resultan en obligaciones que cumplir, como contratos escritos y firmados con sangre, pero no con la de los políticos, sino con la del pueblo. La democracia está cooptada por la partidocracia que asegura hacerla garante y transparente. La eterna lucha entre los de izquierda y de derecha, se transfigura en pactos que más que velar por México pareciera que buscan desaparecerlo. Lo más destacado de la política son los escándalos, los comicios y sus preludios se han trastocado en carnavales llenos de publicidad, que aunque costosa en recursos es muy barata en contenido y su propaganda, más que reflejar las propuestas de los candidatos y sus partidos, se esmeran en el ataque hacia los contrarios o bien, en hacer lucir a sus candidatos como productos de televisora.

El surrealismo de nuestro país, muy a pesar de todos y de todo, para nada es un motivo de orgullo, está en nosotros, más que cambiar la percepción del extranjero, transformar la situación que ha prevalecido durante casi un siglo. No obstante, lejos de conseguirlo con una elección, es deber de todos, ya que es difícil y muy gravoso cambiar el sistema actual, tomar nuestra responsabilidad como ciudadanos y más que otorgar el voto y olvidarnos por 6 años o lo que dure el periodo de gestión, de nuestros deberes como votantes, hacer seguimiento a los candidatos y exigir por cualquier medio, que se satisfagan las necesidades de todos, con justicia y honestidad. ■

 

*Maestro de primaria y disidente

 

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