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viernes, 26 abril, 2024
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Qatar, el Mundial y algo de poesía

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Por: Mauro González Luna •

Una pausa reconfortante que pone alto al vértigo que se vive por todos lados. El mundial en Qatar invita a hablar de futbol en medio de una época convulsa en el mundo entero. Los próximos días de dicho torneo deberán ser un paréntesis de alegría sana, de entusiasmo, sin patrioterías, sin histerismos propios de barbarie. 

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Me gusta el deporte, lo practiqué desde mi niñez, edad ya muy lejana en mi caso: frontón y futbol. Fui admirador de las legendarias Chivas, aquellas del campeonísimo Salvador Reyes, del Chololo Díaz, Sabás Ponce, el Bigotón Jaso. 

Recuerdo con cariño la entrega de trofeos a los niños jugadores de primaria, entre los que me encontraba, del Colegio Cervantes Colonias en las canchas de futbol de Loma Bonita, en la entonces Guadalajara, esa de alma provinciana, de caserío de mil palomas, de aroma a rosa temprana, en palabras del inolvidable poeta popular y compositor, Pepe Guízar.

Entrega esa de trofeos, presidida precisamente por el gran Salvador Reyes, allá en los primeros años sesenta del siglo XX. Reyes, quien debutó a los 16 años en primera división, quien fue máximo goleador de Chivas en seis campañas consecutivas, alma de siete títulos de liga del entonces famoso club del pueblo -creo que hoy es el Atlas de alguna manera-, e integrante de la selección nacional en tres mundiales: 1958, 1962 y 1966.

Fueron tiempos esos ya pasados de un romanticismo deportivo digno de encomio, hoy ausente. Hoy prevalecen las franquicias, el histerismo de fanáticos cuasi religiosos, ligas como negocios privados, anuncios interminables de patrocinadores, etc. Como diría un poeta: «cualquier tiempo pasado fue mejor».

Por ello, un tanto nostálgico, soy crítico de la patológica mercantilización globalista del deporte. Éste convertido por muchos en especulación de fichajes, de trasmisiones televisivas, de costos de boletos que han llegado a extremos inimaginables. Los jugadores son considerados cosas que se intercambian en un mercado con inflación que mucho perjudica al deporte.

La terminología usada en el medio pertenece, por ende, al de las mercancías. Se venden, se compran, se desechan, tienen un precio los jugadores mismos. Ello no es correcto, pues la persona humana nunca debe ser considerada un mero medio, pura mercancía, sino un fin en sí misma. La responsabilidad de tal mercantilización extrema recae en los clubes, en los medios masivos y en las grandes empresas patrocinadoras que convierten la nobleza intrínseca del deporte en un negocio de tenderos, para los que la dignidad humana sale sobrando.

Pero, además, se ha politizado el futbol por desgracia. Países occidentales, con complejos de superioridad, han denostado al pequeño país de Qatar con motivo del mundial. Se dolieron mucho de que no se llevara a cabo en los Estados Unidos este ya inminente torneo. Los gobernantes de Qatar aceptaron de buena fe la crítica inicial a sus deficiencias en materia, por ejemplo, de derechos laborales de trabajadores migrantes. ¿Y, cómo tratan los países occidentales por cierto a los migrantes pobres? ¡Cuánta hipocresía!

A raíz de tal crítica laboral, se llevaron a cabo en Qatar reformas muy significativas en favor de los trabajadores, elogiadas incluso por la Organización Internacional del Trabajo. A pesar de ello, siguen atacando, tildando a Qatar de enemigo del medio ambiente cuando en Occidente se genera el ¡80 % de las emisiones de carbono!

Hay mucha incoherencia en los países europeos que son críticos de Qatar en materia deportiva, pero que no tienen el menor escrúpulo en llevar a cabo intercambios económicos multimillonarios con Qatar, en materia de compra de su gas, por ejemplo, en estos tiempos del conflicto ruso-ucraniano.

Además, Qatar tiene ciertos valores y tradiciones ahora traicionados en un Occidente sodomita, gobernado en general por nulidades.

Pero a pesar de todo ello, el deporte mismo de futbol es una maravilla, practicado por millones de niños, varones y mujeres en el mundo entero. Niños y jóvenes que admiran la destreza, la habilidad, la calidad humana de muchos jugadores profesionales de origen humilde que ayudan generosamente a la gente de sus países de nacimiento; es el caso de Mané, por ejemplo, que juega magistralmente con el balón como el poeta con la palabra.

En fin, habrá que olvidar por unos días las cuestiones meta deportivas que ensombrecen la esencial nobleza del deporte, para disfrutar alegremente, con nuestras familias y amistades, el mundial de futbol que está a la vuelta de la esquina, deseando que sea un éxito deportivo, y que el equipo mexicano, o tu equipo estimado lector, realice un buen papel, uno decoroso, con la certeza de que en el intento está el mérito, como dice el Quijote. El futbol es un deporte noble, pero no más ni menos.

Dedico este artículo con enorme afecto y alegría a mi maravilloso nieto Aliotti, de 13 años, buen futbolista en el Club Atlas, enamorado del futbol; que Dios lo bendiga siempre. Y con admiración al silencioso Rafael Cadenas, venezolano de 92 años, un portento de poeta que eclipsa a los ruidosos y fatuos tan comunes, Premio Cervantes 2022, ese de «Derrota» en donde dice: «Gracias a ti, que me has privado de hinchazones»; ese que ayer comunista, hoy declara: «Todo régimen comunista es una dictadura. A veces hasta dinástica».

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