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viernes, 26 abril, 2024
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La barbarie con velo de legalidad

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Por: Víctor Santa Rita Villa • Araceli Rodarte •

Los recientes acontecimientos devenidos de la desaparición forzada de los 43 normalistas de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa el 26 de septiembre del presente año, en  Iguala, Guerrero, han traído como consecuencia una ola de críticas al gobierno mexicano a nivel nacional e internacional, que lejos de brindar una solución acorde a las exigencias de las familias de los jóvenes desaparecidos, ha propiciado un constante ataque mediático entre los partidos políticos y los funcionarios públicos, que si bien, no se cansan de repartirse la culpabilidad, tampoco dan un panorama que pudiera clarificar los hechos, para que exista solución a corto plazo.

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La escalada de los actos de protesta por parte del magisterio guerrerense, michoacano y oaxaqueño también ha sido criticada, tanto por personajes afines al partido gobernante como por personas que de manera directa o indirecta emanan del mismo, postura que resultaría muy cómoda si es que en el país la situación imperante no flagelara a los mexicanos en general y es que, incluso los que ejercen críticas férreas ante los actos calificados como vandálicos, sentados en sus curules o en sus casas de lujo, fruto de los puestos, cargos o bien contratos por influencias propias, de sus familiares o sus amigos; están también expuestos a la violencia, pues observar todos los días a un pueblo contraído sobre sí por hambre, desigualdad, delincuencia, corrupción, sevicia y represión debe significar vivir en un temor constante, porque resultan pocas las escoltas, las escuelas cercadas, las leyes que reprimen, los blindajes e incluso los aparatos gubernamentales de seguridad ante un pueblo que clama por justicia.

En palabras del prócer de la  patria Ricardo Flores Magón “Con aquel río de desheredados había para acabar con los dominadores; pero los pueblos son ríos mansos, muy mansos, demasiado mansos. Otra cosa sería si tuvieran la certeza de su fuerza y la certeza de sus derechos” pero hoy, esos ríos mansos son mares tempestuosos, sabedores de su fuerza y el ímpetu por los compañeros caídos les proporciona el coraje necesario para levantar la voz y la exigencia, no sólo de ellos, también de los pobres, de los que se han visto sin patria por décadas, padeciendo la más cruel de las muertes, la muerte en vida por parte de las autoridades, que en época de elecciones los reconocen como papeletas electorales, como cómplices comprados bajo el amparo de los programas sociales, los estímulos o las becas y cuando el circo acaba, vuelven al más oscuro fondo del baúl del anonimato, resultando ser meras estadísticas de población, estorbos, si se da el caso de que sus jacales “estorben al progreso” tan mencionado en cada reforma y tan lejos de esta gente que gobierno tras gobierno, han esperado a aquel que les haga justicia; sin embargo, hoy las becas no alcanzan, ni siquiera las indemnizaciones ofrecidas por el titular de la Procuraduría General de la República, Jesús Murillo Karam, a quien los padres de los normalistas le han respondido que no es cuestión de dinero, por decir lo menos.

El Ejecutivo mismo pareciera ser un personaje invidente, sordo ante la situación del país, repitiendo el discurso que con la promulgación de cada reforma ha expuesto y que pese a que la nación se encuentra convulsa por la violencia, el desempleo y la desigualdad, el Presidente de la República se empecina en decir que México “además de ser una nación de instituciones sólidas, es una de las economías más importantes del mundo”, invitando a empresarios de todas las naciones a hacer de nuestro territorio “una plataforma logística para incursionar en el mercado mexicano y de ahí hacia otras naciones de América del Norte y Latinoamérica”, exaltando las virtudes del reformismo, omitiendo claro está, que para que todas esas reformas surtieran el efecto que se trata dar como hecho ante los empresarios y gobernantes, sería necesario de primera cuenta subsanar décadas de abandono de las infraestructuras más elementales que deberían sostener y dar servicios,  empleos y paz social a las masas obreras y campesinas, que si bien olvidadas y vejadas; hoy se muestran hartas y en completa negación a escuchar cualquier discurso pacificador, de cualquiera que sea su procedencia, ya sea partidos políticos ya calados o bien de los que aún, según ellos, no muestran culpa alguna, que no sea haberse incluido en el mismo sistema político, con las mismas prebendas y las mismas jugosas cuotas que en cada campaña emanarán del erario nacional.

En resumen, la nación al día de hoy, pese al velo de prosperidad y legalidad con el que se le cubre, es una barbarie, engendrada y alimentada con la chatarra que con años de corrupción y omisiones los gobiernos han importado de las naciones a las que pretenden convencer de que México es un país de leyes y de paz. ■

 

*Maestro y miembro de la CNTE

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