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miércoles, 6 noviembre, 2024
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Tarsicio Pereyra “tiene un lenguaje muy específico que habrá de revisarse con el tiempo”

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Por: ALMA RÍOS •

“Hemos decidido conformarnos en grupo no grupo; Grupo Negro. Negro porque en su significación nos lleva a lo absoluto: a lo pleno o a la ausencia de vida; a lo no diferenciado, a lo abismal, a las tinieblas, al caos primitivo, a la muerte. Pero el Negro no sólo es opacidad o fin, como luto es la posibilidad de la luz, de la esperanza, después de ello y antes que nada es origen: en su oscura brillantez es la humedad de la tierra, lo primigenio, lo secreto, lo fecundo.

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Es lo primigenio de la pintura, el trazo original, el desvarío; es el logro y la no certeza; es la certeza sin verdad, el pensamiento aciago, el protocolo; pero lo Negro, aún en su ausencia, siempre nos remitirá a la gran materia de la pintura, a la luz, a la conjunción luz – espacio”.

Este es un fragmento de la presentación que hizo Tarsicio Pereyra Flores (Jalpa, Zacatecas 1953-Guadalupe, Zacatecas 2018) al Grupo Negro que conformó conjuntamente con Javier Cortez, Charlie Tomorrow y Cora Van desde el año 2008.

Para Cortez, Tarsicio Pereyra “es su textura visual y su textura táctil y su repetición obsesiva sobre los espacios que no tienen horizonte como lo dijo Chucho Reyes. Tiene un goteo, una concentración de textura en una forma muy específica, y eso, la superposición de elementos que al momento de irse agregando ofrecen en conjunto, una emoción al objeto que se transmite al espectador. Quien sabe qué, pero le da… también una sorpresa”.

Este 6 de marzo murió el artista Tarsicio Pereyra, “Chicho”, quien se formó en talleres con Alfonso López Monreal y Emilio Carrasco en los años 80.

En su época reciente, consideró Javier Cortez en entrevista, fue más pintor que ceramista, aunque también fue un gran conocedor de esta última disciplina, y uno de los mejores dentro de ella en Zacatecas.

“Tiene un lenguaje muy específico que habrá de revisarse con el tiempo, a lo mejor era grotesca su cerámica en cierto sentido pero combinaba esta parte con otra muy suave. Tenía ese conocimiento”.

Tarsicio Pereyra Flores nació en Jalpa un 13 de noviembre de 1953, según refiere el cronista de esta demarcación, Héctor Pascual Gómez Soto.

Estuvo integrado entre 1980 y 1992 al Taller de Gráfica del Museo Francisco Goitia, Taller de Artes Plásticas (Taplas) de la Universidad Autónoma de Zacatecas, y al Taller de Arte Independiente Cerámica Artística (Cerart), así como al del Convento en Guadalupe Zacatecas.

“Cuando yo lo conocí ya venía con una trayectoria y una relación con artistas como Alfonso López Monreal, Emilio Carrasco y Chucho Reyes, y con escritores a nivel nacional con los que tuvo convivencia. Pienso que con “Poncho” comenzó su trabajo creativo, pero antes tuvo una información y un gusto por el arte”.

Con Javier Cortez compartió una amistad de 30 años y la experiencia de trabajo colectivo en Grupo Negro los últimos 12 o 13.
“De todo hubo pero lo más importante, la cosa más importante es que sentimos que nos queríamos en el fondo. A veces pasan circunstancias externas que repercuten pero en el fondo eso era lo más importante”.

Antes de Grupo Negro dice que “éramos impresionantemente amigos, nos reímos muchísimo, nos pusimos borrachos muchas veces. Yo aprendí…no soy tan todo lo que él tenía: tan inteligente, platicador, ameno. Uno se podía quedar hora platicando con él”.

En los dos meses recientes en que se evidenció la enfermedad que finalmente causó su deceso, “estuve en constante contacto con él, pude tenerlo, abrazarlo, tomarle la mano, todo eso (…) la última vez que lo vi se vio las manos y dijo: me estoy convirtiendo en polvo (…) Ese momento para mí fue una de las cosas más impresionantes que he vivido con alguien. Esos momentos fueron bastante emotivos”.

Fue una visita en el preámbulo de la inauguración el pasado jueves primero de marzo de su última exposición: “Energía”; montada en la Galería Arroyo de la Plata con obra que alguna vez se mostró en el Centro Nacional de las Artes (Cenart), el Museo Manuel Felguérez (MAAF) y en la propia galería, además de piezas sueltas, y que fue propuesta para que sus amigos se reunieran en torno y “darle toda la vibración”.
“Él estuvo de acuerdo y quiso escribir un texto para la exposición pero ya no alcanzó. Ya no pudo”.

La obra de Tarsicio Pereyra podría aparentar “que cualquier persona la podía hacer cuando no se tiene conocimiento de la pintura. Y provocaba una atracción por el color, la trama o la textura pero también podía generar rechazo; cuando se adentra más en la obra, se verá que tiene una información sobre lo que está haciendo y lo que quiere decir”.

Detrás podía estar un proceso que tenía una idea primigenia de lo que quería hacer pero también el surgimiento en el camino, “de miles de cosas” imposibles de concretarse sin información, “unas cosas muy elevadas de emoción, textura, color, forma, que ofrecen un lenguaje muy particular” y las evidenciaban como sus creaciones “inmediatamente. Esto es de Tarsicio”.

Era la suya una explosión de color, textura, repetición obsesiva de elementos, con que también transmitía su amor por la naturaleza, “su amor hacia la vida. Creo que su pintura daba vida y motivaba a la gente para obtener una satisfacción al contemplar sus atmósferas, y su sencillez también”.

Al respecto recuerda Javier Cortez su participación en los proyectos Arte de la Tierra organizados dentro y fuera del estado, muchas veces en el desierto, y que tuvieron en Real de Catorce, San Luis Potosí, uno de sus ambientes reiterados.

Tarsicio Pereyra sumó decenas de exposiciones tanto individuales como colectivas de obra pictórica, gráfica, instalaciones y cerámica en Zacatecas, el país y el extranjero, en entre otros lugares, San Luis Potosí, Coahuila, Ciudad de México, Puebla, Tlaxcala, Nuevo León, Guanajuato y los Estados Unidos (Texas y Chicago).

Cortez considera que su integración en Grupo Negro propició una parte importante de su producción.

A modo de presentación de ese colectivo, Pereyra Flores escribió: “Somos cuatro pintores que no reclamamos pertenencia a escuela alguna, que no pretendemos guiar o ser guiados, no queremos sentar cátedra ni seguir una teoría estética. Reconocemos el tiempo y el espacio en el que nos movemos; ferozmente independientes nos une el pintar; cofraternizamos en la diversidad y, sin intransigencia, toleramos lo uniforme, los nuevos cánones académicos.

No necesitamos la polémica y sí el derecho a disentir. Pensamos en seguir cada quien sus trabajos e indagatorias; en establecer un diálogo permanente reconociendo las problemáticas individuales, provenimos de distintos orígenes y experiencias. Reconocemos el pintar como la razón de ser, pretendemos evitar el fatalismo romántico y la dictadura del mercado o de la política. Sostenemos la alegría de vivir y de pintar como una unidad existencial. Por extraño que parezca, también nos une la distancia…”.

Su personalidad conjuntaba la generosidad y la solidaridad, pues no guardó nunca los secretos técnicos de su arte.

“Él brindaba todo lo que sabía a diferencia, de pronto, de varias personas que no quieren soltar nada. Pero él todo lo que le pedías, lo que le preguntabas, te lo entregaba”.

Lo caracterizó una memoria fiel, “de pronto se topaba a alguien y conocía a fulano y zutano, iba a Jerez, a Fresnillo, y tenía toda la información y amigos en todas partes (….) Sí, también tenía su carácter, pero yo creo que esas partes extremas también hacían que su pintura transmitiera toda esa circunstancia de belleza; es muy bello su trabajo”.

“Energía” permanecerá en exhibición en la Galería Arroyo de la Plata, los próximos 10 días del mes de marzo.
Cabe señalar que este miércoles se realizará un homenaje de cuerpo presente en Rectoría a Tarsicio Pereyra Flores, a las 11 horas.

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