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jueves, 2 mayo, 2024
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Modelos causales e ideologías sociales

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO •

La construcción de modelos causales en las ciencias sociales, mediante los que se puedan correlacionar factores que afectan a una población para articularlos en una explicación científica ortodoxa –no, como quieren muchos charlatanes, en “explicaciones comprensivas”-, sufre de problemas de sesgo inherentes a las ideologías en las que están sumidos los investigadores y que no controlan adecuadamente. Ante esas ideologías los “datos duros” funcionan para justificar prejuicios antes que para ofrecernos una visión correcta del mundo. En el blog de Letras Libres, Carlos Victoria Lanzón, en su artículo La incipiente economía del porno, nos comparte su perplejidad ante el tamaño de la economía de la pornografía y el desdén que, según él, sufre por parte de los economistas, que no han elaborado una “teoría económica de la pornografía”, como sí han elaborado teorías económicas de muchas otras actividades –como el arte-. Y eso que, a diferencia de otras actividades económicas que suelen relacionarse con la pornografía –como la prostitución y el narcotráfico- sí existen y son ampliamente disponibles los datos sobre el desempeño de la industria.

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Victoria Lanzón cita el sitio “Pornhub”, pero casi cualquier sitio tiene cifras al respecto. Que la pornografía es dañina para la sociedad que la consume, debería quedar claro desde cierto conjunto de presuposiciones tacitas, que suelen envolvernos en nuestra vida cotidiana, pero si queremos ir más allá y cuestionamos en qué, precisamente, reside la afectación social, lo único que se maneja son hipótesis.

Una muy imaginativa es sostener que existe una correlación positiva entre el consumo de pornografía y el incremento de las agresiones sexuales. Robert Baron y Paul Bell en un artículo en el Journal of Personalty and Social Psichology 35 (1977) pp. 79-87, indicaron que en experimentos en un laboratorio existía una correlación positiva entre la agresión y el estímulo erótico. Sin embargo las condiciones controladas en un laboratorio difícilmente pueden equipararse a las condiciones sociales en las que circula pornografía, y aunque los estudios de Larry Baron y Murray Strauss, en los que se cruzaban datos de crímenes sexuales con la circulación de 7 revistas pornográficas en varias regiones –en la revista Social Problems 34 (1987) pp.487-469 – confirmaban la existencia de una correlación positiva, e investigadores posteriores confirmaron la correlación, se encontraron algunas sorpresas –como la correlación insignificante entre los cines pornos y la agresión sexual en varios lugares- que indicaban inconsistencias.

En 1991 Cynthia Gentry –en Deviant Behavior 12 pp. 277-288- encontró que esa correlación no era robusta. ¿Qué pasó?, ¿existió la correlación positiva y después desapareció?. La explicación parece que nos la ofrece el artículo citado por Victoria Lanzón debido a la pluma de Winai Wongsurawat aparecido en el Journal of Applied Economics IX (1) 2006 pp. 185-213. De acuerdo al autor existen características inobservables en la población que condicionan la aparición de la correlación positiva, pero, si se utiliza un método econométrico común para tratar características inobservables –el método de las variables instrumentales- mejorando las regresiones, se encuentra que no existe tal correlación. En otras palabras: no hay correlación entre el consumo de pornografía y el número de agresiones sexuales, así que hay pocas razones para considerar que representa un mal social. Pero esto no es suficiente para rehabilitar el consumo de pornografía ante los ojos de muchas personas, que continuaran haciendo el máximo de sus esfuerzos para abatir eso que consideran un pernicioso mal social.

No es suficiente porque en la vida social los resultados científicos impactan poco o nada debido a que conforme se vuelven más especializados y esotéricos son menos los que pueden participar críticamente en un debate sobre ellos. La ciencia y sus resultados habitan una región de lo social que es admirada, a veces financiada, pero que se mantiene al margen de la esfera estatal en la que se toman las decisiones. En la esfera del Estado las decisiones tienen que ver con el objetivo de mantener el poder y los equilibrios que permiten conservarlos.

Las decisiones se toman en función de esos fines y no de los resultados de la investigación; en cualquier caso, para los dirigentes estatales cualquier investigación está subordinada a la lucha electoral, a la estabilidad económica, al equilibrio de fuerzas. Por lo tanto los resultados de la investigación científica deben jugar su juego, en la arena estatal, contra todas las otras “ideologías” que concurren ahí para lograr mantenerse vigentes y reproducirse. En cierto sentido esa es la pluralidad irreductible de lo social, en la que no puede haber una perspectiva única sino un conjunto de puntos de vista. Así, en nuestro glorioso estado de Zacatecas pudimos ver, alguna vez, a un brujo contratado por el Gobierno del Estado para hacer llover, y peregrinaciones al Santo Niño de Atocha con el mismo fin. Ante esos espectáculos cualquier predica por la ciencia es endeble. ■

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