En una sociedad tan plural y homogénea como la nuestra aparece normal el que temas tan neurálgicos como el matrimonio y la familia sean abordados desde distintos enfoques; sin embargo, y por amor a la verdad, debemos evitar el error de querer colocarlos todos en el mismo nivel, pues de hacerlo así caeríamos en un relativismo estéril e incapaz de conducirnos a la verdad objetiva de las cosas, más allá de lo popular, lo políticamente correcto o la nota amarillista que buscan algunos reporteros y de la que viven muchos medios de comunicación.
La investigadora estadounidense Dale O´Leary en su libro The Gender Agenda: Redefining Equality denunció los excesos de la ideología de género, evidenciando que no se trata de un simple enfoque de género que busque la igualdad laboral, social y política de hombres y mujeres; sino que se trata de una verdadera ideología, un feminismo de género, con objetivos bien precisos, los cuales son ya realidad en la mayoría de los países de Europa y que en América Latina se está trabajando para que lo sean también.
Esta ideología se propone la reducción de la población, la promoción del placer sexual, la supresión de las diferencias entre las mujeres y los hombres, las cuotas sobre el principio 50/50 por ciento, promoción del trabajo de tiempo completo para las mujeres, la contracepción libre, el aborto legal, la promoción de la homosexualidad, cursos de educación sexual a los niños para inducirlos a la experimentación sexual, la eliminación del derecho de los padres a reclamar para sí la educación sexual de sus hijos y la desacreditación de todas las personas opuestas a este programa.
Para muchos una afirmación de esta naturaleza resulta exagerada, sacada de una película de ciencia ficción y alegan que no es posible que una conspiración internacional como esta sea real. Sin embargo, la historia es siempre maestra de la vida; y la historia humana nos enseña que no es una idea tan descabellada. Por otro lado, la doctora es una investigadora seria y que presenta sus conclusiones luego de un concienzudo proceso de análisis y reflexión en torno a múltiples acontecimientos.
No se trata de encuadrar la situación en el marco de una guerra ni de dividir a la sociedad en bandos opuestos, no hay liberales peleando contra conservadores, no se trata de una guerra de la religión en contra del mundo moderno, al que no comprende. Este tipo de juicios no abonan a la comprensión de los grandes temas de fondo que están en juego en nuestro siglo.
Dentro de la misma Iglesia se ha ido avanzando en comprender correcta y ampliamente el tema del género, el Vaticano como Estado con reconocimiento internacional participa en las reuniones y trabajos de la ONU, lo cual le ha permitido observar de cerca el proceso y la evolución de este término hasta llegar a convertirse en lo que es hoy, lo que comenzó con una intención buena, la búsqueda de la igualdad laboral, social y política entre hombres y mujeres; degradó en un movimiento que está emprendiendo una verdadera colonización ideológica.
Es cierto que la Iglesia tiene que profundizar más en la cuestión, que la Teología está llamada a emprender un serio ejercicio de reflexión en torno al lugar de la mujer en la Iglesia y en la sociedad, una Teología capaz de mostrar la verdadera riqueza del hombre y la mujer como seres complementarios. Asistimos a grandes y profundos cambios en la sociedad, temas esenciales están en la mesa de los debates. Ojalá que todos asumamos la parte que nos toca, que privilegiemos el diálogo y la argumentación seria y transparente, que tengamos un rol activo en la toma de decisiones que nos afectan a todos. Que nadie pretenda descalificar a nadie, no es con insultos como se vence al adversario, sino con argumentos, con razonamientos serios, con propuestas claras, con objetividad y verdad. ■
