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viernes, 26 abril, 2024
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Inicia coloquio La investigación musical de las regiones de México, en Ciudadela del Arte

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Por: ALMA RÍOS •

Dentro de la peregrinación que desde la Sierra Madre Oriental y hacia Wirikuta, lugar sagrado para los wiraritari, realizan los denominados jicareros, la música forma parte fundamental del entramado simbólico, expuso ayer en su conferencia magistral, Rodrigo de la Mora, investigador del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).

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La  intervención de De la Mora con El mensaje de las deidades: la música wixárica de la peregrinación a Wirikuta como patrimonio cultural, inauguró el coloquio La investigación musical de las Regiones de México.

El evento se realiza del 30 de marzo al 4 de abril, en la Sala Hermanos de Santiago, del Centro Cultural Ciudadela del Arte y es coordinado por el académico de la Universidad Autónoma de Zacatecas, Luis Díaz Santana, en el contexto del 29 Festival Cultural Zacatecas 2015.

Rodrigo de la Mora compartió con la audiencia, parte del producto de 10 años de investigación sobre el aspecto musical de los huicholes en su travesía ceremonial más importante, la que los lleva a Wirikuta y por tanto a su encuentro con el dios Venado azul.

Este itinerario que antes transcurría en 30 días, se ha acortado hasta 10 u ocho debido al uso de vehículos, pero es siempre acompañado de un Maracame, chamán que funge de intermediario entre los dioses y la comunidad, y dos músicos, ragüerero y cananero, términos que aluden al ragüeri, pequeño violín, y la canari, también una diminuta guitarra, ambos que fueron introducidos en la época de la Colonia a la vida de este grupo humano, comentó.

El trayecto es un ejercicio ascético que implica la purificación de los participantes, quienes fungen durante cinco años como jiracareros.

Luego de confesar sus pecados, la mayoría de ellos relativos a su vida sexual, transcurren por una serie de ritos, incluido el cambio de nombre, lo que implica la modificación de los significados del mundo. Durante el viaje se hacen ayunos y se evita el consumo de sal.

La música, dijo Rodrigo de la Mora, les es dictada a los jicareros “por el viento”, en sueños, o percibida en breves frases o grupos de cuatro o cinco notas que se repiten en patrones que para los occidentales pueden resultar monótonos en un primer acercamiento auditivo.

Durante el viaje, en que visitan una serie de lugares sagrados, se dejan ofrendas como velas, pequeñas reproducciones de lo que quiere solicitarse a los dioses, y otros elementos.

A su vuelta y luego de dejar la ofrenda final en la cima de un cerro sagrado en Wirikuta, y tras  recolectar peyote, vuelven para realizar la cacería de venado a las comunidades de origen donde  los esperan ansiosos para escuchar, las por lo menos cinco composiciones musicales que deben haber recuperado en el trayecto.

En ellas se habla de elementos simbólicos que aluden a los mitos que sustentan su cultura y mensajes de los dioses.

Luego de la celebración de vistosas danzas en que se representan las lluvias con la polvareda levantada con los pies y que pretende despertar a la tierra para que produzca, se cierra el ciclo de la luz, masculino, e inicia así el de la noche, femenino, mismo que alude a la temporada de lluvias.

Esta procesión dijo el investigador, ha sido propuesta para ser inscrita en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco como itinerario cultural.

No obstante, agregó, ha habido algunas dificultades para ello e insistencias para que su protección sea integral, así como críticas desde voces que señalan, este tipo de procedimientos no atienden a las necesidades de las personas que los viven, y por el contrario pretenden “universalizarse”.

 

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