- Historia y poder
Uu propio espíritu la delata, su misma naturaleza la acusa como una ciudad que a través de los siglos construyó sus calles para que se desanduvieran los buenos actos que ayudaran a su humanidad a corregirse, a detenerse ante el peligro, a prodigar la ayuda, a no mendigar nunca la fe en un mundo celestial y exento de peligros, de esos tan abundantes y en fragancia que tanto ha acompañado a la cadena que nos amarra a la pobreza, la promesa no cumplida.
Data de ayer que nuestras ciudades sean hijas de la guerra, una guerra cruenta entre conquistadores desalmados y conquistados vengativos, entre liberales burlones y conservadores matonistas en unas insospechadas jornadas sangrientas en las que hubo que regresar con el rabo entre las patas detestando la condición bajuna de ser hijos predilectos del salario, de la nómina del robo, del presupuesto de rapiñas y cohechos.
Los que huían detestando que los llamados revolucionaros atropellaran a cuanta gente se encontrara, que se violara tumultuariamente a jovencitas de cualquier condición social y en medio de los gritos desgarradores de sus padres y que en medio de ese aullar de las conciencias se torturara hasta la muerte exigiendo tesoros escondidos o dotes guardadas o armas para linchar, solo sabían la vieja consigna popular del que a hierro mata a hierro muere.
Poder donar, poder ayudar, poder construir, fortificar, no la limosna, ni la dádiva, ni la conmiseración y mucho menos la lástima ante un pueblo que supo salir adelante a pesar de tantas traiciones y a pesar de tantos engaños virulentos, aciagos y temibles.
Profundo respeto y admiración frecuente es lo que merece el habitante en Zacatecas, su impresionante historia es de las más genuinas en el contexto latinoamericano pero no por ello inexpugnable o indescifrable y mucho menos intocable, por el contrario, que en medio de pájaros y flores, cantos y bailes, rondas y rondallas, buenos ejemplos y rigor científico y curioso se le lea y se le descubra como un pueblo hermano y siempre en alerta constante, siempre deseoso de corregir los caminos y nunca abandonarse en el insulto, la diatriba barata, el vicio y la dejadez.
La hermandad a toda costa, se lo merece.
Damián de la Rosa Lara nació en Sierra Hermosa, Zacatecas en 1948. Pintor, dibujante y grabador autodidacta. Hizo viajes de investigación por diversas ciudades de México, Estados Unidos, España, Francia, Inglaterra y Sudamérica. Participó en múltiples exposiciones colectivas e individuales en México y Estados Unidos. Entre sus exposiciones más destacadas se encuentran las de la Casa de la Cultura de Nuevo León en 1979 y 1986 y en la Galería Ramis Barquet en 1989. Fue miembro fundador del Taller de Serigrafía de la Casa de la Cultura de Aguascalientes y los Talleres de Arte Contemporáneo en Monterrey, N.L. De la Rosa murió el 24 de octubre de 2015.
¡¡Hermano del alma!! ■
