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viernes, 26 abril, 2024
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Todos somos impostores [‘El impostor’, de Javier Cercas]

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Por: Miguel Ángel De Ávila González •

La Gualdra 458 / Libros

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Todo empezó cuando en 2005 el historiador Benito Bermejo reveló a la opinión pública española y mundial, en presencia del presidente Rodríguez Zapatero, que Enric Marco, un nonagenario barcelonés, en ese entonces presidente de la asociación española de supervivientes republicanos deportados por el Tercer Reich -cargo en el que duró tres años- era un farsante. Se había hecho pasar por un sobreviviente de los campos de exterminio nazis, había pronunciado centenares de conferencias, concedido decenas de entrevistas y recibido importantes distinciones.

El escándalo conmovió profundamente a la sociedad española. Habían sido nueve mil los españoles que fueron enviados a los campos de exterminio. Lo más grave es que todo lo que narraba en sus disertaciones era falso, edulcorado, encarna la industria de la falsificación de la historia, narraba lo que sus interlocutores querían escuchar.

Esto convirtió a Marco en un ser detestable, despreciable y ruin. Javier Cercas comienza a rastrear al personaje y a indagar sobre la vida de quien había mentido sobre el crimen más monstruoso de la humanidad, maestro de la simulación, del engaño, quien había nacido en un manicomio y tuvo que reinventar toda su vida.

Se inventa un pasado de cautivo de un campamento nazi, activo combatiente en la Guerra Civil, resistente exiliado, militante antifranquista. En realidad estuvo siempre donde estaban todos, con la inmensa mayoría, evitando comprometerse, buscando la vida huyendo del pasado. Cambia de ciudad y de mujer y consigue realizar su sueño. Javier Cercas entra en contacto con Marco y le hace saber que está interesado en platicar con él, no para reivindicarlo sino para entenderlo. Entonces pasan juntos mucho tiempo. Cercas quiere entender por qué hizo lo que hizo. Diferenciar la verdad de la mentira; en realidad existe una secreta avergonzada admiración por él.

La usurpación no la hizo Marco por dinero, sino por una necesidad de que lo aceptaran, lo reconocieran y lo aceptaran. Somos incapaces de aceptar lo que somos. Todo lo maquillamos. Somos novelistas de nosotros mismos.

El autor hace un símil afortunado entre don Quijote y el autor. A los 50 años Alonso Quijano, fastidiado de ser él mismo, se convierte en don Quijote. Del mismo modo Marco sale de su vida rutinaria. No es un loco, es un hombre normal, es un actor que cree en su personaje que está representando y se apodera de él.

¿Qué puede llevar a una persona a este extremo? Esto es lo que indaga Cercas en su novela. La construcción de la biografía del personaje implicó la construcción de la historia de la democracia en España. Su propia vida es más interesante. La que se inventa es muy anodina. Marco tiene una infancia terrible, nace en un manicomio, pasa 50 años encerrado en un cuchitril y decide terminar con esto. Cercas sostiene que Marco es un ejemplo monstruoso de lo que somos todos, pero llevado al extremo. Con la suplantación no obtuvo beneficios económicos pero obtuvo reconocimiento y aceptación: le gustaba estar en los reflectores.

Lo que Marco contaba era una versión suavizada y melodramática del acontecimiento. Las verdaderas víctimas no hablan. La novela bucea en lo más profundo de la condición humana, en las zonas más dolorosas de nuestro pasado, en las últimas fronteras de nuestra humanidad, nuestra infinita capacidad de autoengaño, nuestro conformismo, nuestras mentiras, en nuestra sed de afecto.

 

* * *

Javier Cercas, El impostor, Literatura Random House, primera reimpresión febrero de 2015, México.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_458

 

 

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