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jueves, 9 mayo, 2024
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Coinciden ciencia y arte en retornarnos al asombro de existir, al pasmo que produce nuestra existencia

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Por: ALMA RÍOS •

■ Javier Acosta: desde la antigua Grecia se expresaba un debate entre ambos conceptos

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■ Intentos de imponer un discurso sobre otro traen experiencias que van parcelando nuestro mundo

El Big-bang, “es decir, el origen del universo, inició hace 13 mil 800 millones de años…un jueves por la tarde”, esta precisión temporal citada por el astrofísico George Smoot que se acerca al mundo cotidiano de cualquiera, le da a la expresión un sentido literario a la ciencia, y fue parte de los pies de conversación propuestos para analizar en Acentos, el programa de La Jornada Zacatecas TV, la relación que existe entre ciencia y arte.

Desde la época de la Grecia antigua ya se expresaba un debate entre ambos conceptos, “un movimiento para separar el poema de la ciencia y la filosofía”, recordó el poeta Javier Acosta.

No obstante, señaló el también académico, los intentos para imponer un discurso sobre otro, “traen experiencias que van parcelando nuestra experiencia del mundo”.

Tanto la ciencia como el arte, expuso, nos retornan al pasmo de existir. Así, el asombro hacia nuestra propia existencia y la del cosmos tiene un sabor poético, un “pasmo que es ante todo una emoción”.

Acerca de la existencia o no de un mestizaje entre la ciencia y el arte, dos formas de acercamiento al entendimiento del mundo, propuesto como pregunta por Carlos Navarrete, conductor de la serie y jefe de Información de La Jornada Zacatecas, el ganador del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2010 citó a Emanuel Kant para señalar que ambos responden a facultades intelectuales difíciles de separar: el entendimiento y la imaginación.

La experiencia estética, el entendimiento y la imaginación, “se coluden y funcionan uno con el otro” para producir ese asombro frente al mundo.

Las explicaciones científicas parecen ficciones pero también el arte se adelanta a la ciencia, trajo a colación Carlos Navarrete a Julio Verne o Leonardo Da Vinci, para preguntar ahora sobre la manera en que se ha establecido un diálogo entre ellos.

El intercambio, dijo Javier Acosta, ha sido diverso y múltiple, pues ha habido momentos en que los artistas “han querido oponer todo el mundo irracional, onírico al discurso científico, como los surrealistas, pero también en el neoclásico se trataba justo de lo contrario, que el arte se expresara como una verdad científica”.

No obstante luego de señalar que la imposición de uno u otro parcelan o coartan “nuestra experiencia del mundo”, también observó que el propósito de cada uno de estos discursos, es distinto.

La semana de Volver al futuro, dijo, permitió cuestionarse cuáles de las cosas que se mostraron en la película se lograron científicamente: La patineta voladora de Marty McFly, la ropa que seca sola, o los tenis que se autoabrochan.

Desde la imaginación de los guionistas, la ciencia puede preguntarse, también para el caso propuesto desde la comicidad de la serie El Súper Agente 86: “A ver… ¿esto se puede hacer?”.

Pero como diferencia entre los dos ámbitos expuso, “si tú lanzas un cuete científicamente a la Luna y por medio de los cálculos y las aplicaciones tecnológicas no lo logras realizar, hay un fracaso de la ciencia. Pero si las cosas que se imaginaron en Volver al Futuro, o las que imaginó Julio Verne no se logran realizar, nunca habrá un fracaso literario”.

No se necesita una verificación en lo real para el discurso artístico, la ciencia por el contrario lo requiere, “y sin eso, no es nada”.

En la historia del arte, el simbolismo no afecta al modernismo y éste al postmodernismo, dijo. “Por ejemplo las tragedias shakesperianas no afectan la validez de Edipo Rey, pero una teoría científica moderna afecta la validez de una antigua”.

Agregó como otra diferencia, la que se expresa entre el razonamiento hipotético-deductivo y el pensamiento analógico. El primero requiere una operación mental de distinción, como lo proponía Descartes, mientras que es más propio de la poesía, el segundo.

Para esta distinción citó del filósofo, esteta y politólogo, Edmund Burke, de quien dijo, antes que Kant escribió sobre la belleza y lo sublime, su análisis de una distinción entre los pueblos del norte y los del sur, señalando que los primeros tenían mayores facultades para distinguir las diferencias, mientras que los segundos eran más proclives a encontrar las similitudes, “es decir, pensamiento analógico sobre pensamiento analítico”.

Son dos tipos de operaciones mentales. Según Burke, abundó, una requiere de una especie de estoicismo para encontrar las diferencias entre un fenómeno y otro, mientras que el hallazgo de las similitudes “es espontáneo porque lo da la imaginación”.

Esto lo ilustró el poeta con una anécdota doméstica protagonizada por su hijo en la etapa en que aprendía a hablar.

Luego de que le sirviera un huevo revuelto en el desayuno, “me dijo: mira papá, la escoba del huevo”.

La escoba del huevo era el tenedor que Javier Acosta no “había visto”, pero que el niño encontró espontáneamente.

Así, dijo, “debemos entrenarnos para encontrar las diferencias, pero las similitudes las hacemos con alegría y con placer. Cuando encontramos las similitudes nos provoca un regocijo”.

En el tema del encuentro de las diferencias y similitudes entre los fenómenos, está el hallazgo del conocimiento. “Tenemos esas revelaciones casi místicas” dijo el jefe de Información de La Jornada Zacatecas.

En referencia a George Smoot, quien recientemente participó en el Festival Cervantino, agregó, “para viajar en el tiempo hace falta el cielo, ver esas estrellas que ya no existen o cerrar los ojos e imaginar cosas que tampoco existen”.

A través de la ciencia pueden encontrarse similitudes que nos producen satisfacción, el que “compartimos los átomos, sustancias, el carbono”, que nos producen una satisfacción, replicó Acosta.

También en la poesía, agregó, el poeta puede experimentarla, cuando encuentra “la palabra que va a completar su poema. Es decir, que va a producir el todo”.

El poeta y docente universitario Javier Acosta, durante su participación en el programa Acentos, de La Jornada Zacatecas TV ■ fotoS: MIGUEL ÁNGEL NÚÑEZ

Equiparó la experiencia a quien logra despejar una incógnita en una operación algebraica.

“Yo lo sentí poquitas veces”, pero en contrario, agregó, lo ha vivido en repetidas ocasiones al decir: “he aquí la palabra que faltaba, he aquí la sílaba que sobraba. Y ya de pronto obtengo un todo en la creación artística, del mismo modo de esta sensación del todo en la experiencia científica”.

Observó que la experiencia del todo “es hija de la compasión en el arte”, no la compasión cristiana, precisó, sino aquella que se experimenta al sentir el sufrimiento del otro.

“Y decir como decía Aristóteles: me da terror, me da compasión el destino de Edipo porque puede ser el mío…”.

La ciencia, por el contrario, no se basa en emociones ni se constata a través de ellas. Para abundar en esta contrastación agregó, Edipo no existió y sin embargo, la ficción propuesta por la obra “crea efectos en nosotros”.

Para el arte, la ficción no quiere decir mentira, sino que causa efectos de realidad en nosotros, en nuestras emociones, “para que triunfe”.

“Así un poema de López Velarde causa efectos de realidad cuando compara el llanto con las profundidades del mar en Fuensanta”.

Cuando el poeta produce una analogía entre las dimensiones y profundidades del mar y el pesar, “lo constatamos en nosotros. Hay también una verificación, pero en la experiencia humana, en la aventura del existir”.

Este cruce de caminos entre el arte y la ciencia como formas de entender el mundo y a nosotros mismos, no obstante, se ha dividido socialmente, expuso Carlos Navarrete.

Al respecto Javier Acosta agregó, “las especializaciones cavan cada una su agujero particular para cada una de las ciencias o disciplinas, e impide ver a las otras”.

Esto ocurre no sólo entre las ciencias y el arte sino también en cada uno de los ámbitos. Así, un actor se dedica sólo a serlo, o un intérprete de armónica o un escritor.

La profesionalización y el virtuosismo traen beneficios pero también problemas, dijo. Esta es una herencia del movimiento Ilustrado y asimismo del cartesianismo y el platonismo, y significa: “zapatero a tus zapatos”.

Al contrario, propuso al modo de Michel Serres, la búsqueda de “ese paso del noroeste”, un cruce de comunicación entre un continente y otro, la ciencia y el arte, para no matar la imaginación y la curiosidad pero por otro lado, establecer diferencias entre las cosas, pues también dijo, la falta de esta capacidad se expresa en una carencia de crítica social en México, “en la que debemos decir: así no, que sea de otro modo”.

Si se pierde la esperanza de establecer este paso se perderán tanto la imaginación como la crítica, aseveró.

Al respecto expuso las experiencias de multidisciplinariedad y transdisciplinariedad que se intentan al interior de la Universidad Autónoma de Zacatecas, con las que se busca establecer vínculos entre disciplinas y conocimientos.

Casi para finalizar el programa, su respuesta al por qué es más común que los científicos escriban poemas, que el que los humanistas busquen explicaciones científicas al mundo, fue: “porque el poema espontáneamente produce placer, entonces es más fácil para los científicos acercarse al arte porque automáticamente el arte te produce satisfacción (…) pero es más difícil acercarte a un experiencia científica porque te produce el dolor de establecer las diferencias. Todos hemos sentido ese dolor.”

Aunque detrás del trabajo artístico también hay cansancio y batalla, otra de las diferencias entre el arte y la ciencia es que “el arte oculta al arte”, dijo en cita a los latinos, “un poema debe parecer espontáneo como si se me hubiera ocurrido a la primera”.

Javier Acosta, docente universitario y poeta multigalardonado, de manera más reciente con el Premio Hispanoamericano de Poesía San Román 2015 que entrega el ayuntamiento de Campeche, agregó que su filia con las ciencias no se encaminó nunca por las matemáticas pero sí por la biología, en la que las teorías de la evolución con sus fósiles y dinosaurios le encantaron y emocionaron “como me emociona ahora un poema, como una sinfonía. Claro”.

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