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domingo, 19 mayo, 2024
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Lo que Salaverna sepultó

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL • admin-zenda • Admin •

Nos cuenta Alma Ríos (en La Jornada Zacatecas del sábado 24 de diciembre) que don Juan José, que perdió brazo y pierna derechos trabajando en la mina Tayahua se negó a acudir a su cita médica en el Seguro Social el pasado viernes 23 de diciembre, con tal de evitar que su casa, en Salaverna Mazapil, quedara sola y fuera destruida. Lo logró.

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No fue el caso de doña Leticia (también nos cuenta Alma) cuya hija, y ella misma, fueron empujadas y lastimadas por la Policía Estatal mientras reclamaban documentos que avalaran la demolición de su vivienda.

En la misma condición quedó la escuela del lugar, la agencia municipal y curiosa y mágicamente también la iglesia. El poder de la oración es caprichoso…

Estas demoliciones estuvieron avaladas por Protección Civil de Gobierno del Estado, quienes aseguran que había un riesgo de derrumbe que hacía imposible que se habitara esa zona, aunque paradójicamente no hay “pero” que se le ponga a trabajar una mina en ese lugar.

Cierto es que las construcciones de Salaverna se encuentran fracturadas y en condiciones inhabitables, pero se omite decir –y mucho menos castigar- que esto se debe a que la mina Tayahua, propiedad de Carlos Slim, hace explosiones que han cimbrado una y otra vez los añejos muros que resguardan a las familias que quedan en el lugar.

A fuerza y constancia de cada explosión, muchos han optado por irse a las diminutas viviendas que la empresa ha construido en el llamado Nuevo Salaverna, mientras unas 20 familias resistían habitando su hogar, cuando llegó la maquinaria (real y simbólica) a destruir sus moradas.

A la indignación que esto suscitó, respondió en un vídeo-comunicado la secretaria de Gobierno, quien argumentó que acudieron a notificar del inminente desalojo por el riesgo de derrumbe en la zona, y encontraron casi todas las casas vacías; por ello, a los pocos que estaban ahí, les explicaron las dos grandes soluciones que les ofrecen: darles una casa en Nuevo Salaverna, o indemnizarlos económicamente quién sabe a qué tarifa.

Luego de ello, en un anuncio inesperado que dejó un tufo a “caja china”, se convocó a los medios de comunicación, en pleno 24 de diciembre, a recorrer la casa de gobierno que ocupó hasta hace algunos meses el ex gobernador Miguel Alonso Reyes.

Con ello, además de distraer la atención, se dio por cumplido un compromiso del actual mandatario, justo cuando la opinión pública se encuentra embebida en las celebraciones navideñas, en un día en el que los más importantes noticieros salieron de vacaciones por dos semanas, y exactamente el día anterior a que no se publiquen los periódicos.

Esa otra casa, vacía también, hecha de mármol y madera, con varias cocinas, y salas de reuniones, con diversas habitaciones, múltiples baños, sauna, jacuzzi, terrazas, dos salas de cine, obras de arte, y 1800 metros de construcción, no corre el menor riesgo de demolición.

Ésta se encuentra a salvo, no ya porque tenga mucha utilidad; su posible inquilino se da el lujo de habitar su propia casa en el Fraccionamiento Bernardez; no porque aloje a una familia, o por su importancia histórica, sino simplemente porque no le estorba al gran capital, sino que lo honra.

Casas como esta, hecha a todo lujo, requiere que se destruyan viviendas como las de Salaverna, no sólo para que dejen de estorbar y puedan obtenerse los metales y piedras preciosas que adornan viviendas como la famosa Casa Bellagio, sino porque el dinero con el que se pagan los lujos y ostentaciones viene, las más de las veces, del solapamiento de atropellos como el que vive Salaverna.

Para que el dinero venza a la dignidad, es necesario el aval de un funcionario que asegure que hay riesgos, aunque el Servicio Geológico Mexicano niegue la existencia de la falla geológica natural que supuestamente hay en el terreno (Nota de Selene Lamas del 11 de noviembre de 2013 en Imagen http://www.imagenzac.com.mx/nota/salaverna-hundida-por-explosiones-de-la-00-59 )

Ese dinero es el que compra el lujo, el de afuera, el que se ve; el que adorna las casas de Bernárdez, o la casa de Gobierno. Ese lujo fantoche requiere que se destruyan casas como las de Salaverna, que tienen el lujo por debajo, en el suelo que pisan, donde nadie lo ve, pero los más ávidos lo saben.

Hace unos años, decíamos que lo que el lujo de la Casa Bellagio se llevó fue la fe que su entonces inquilino había despertado, pues dejó ver que aquel sería un sexenio de frivolidad y ostentación.

Hoy se esperaba que esa misma casa fuera un signo de transparencia y austeridad. No obstante, el haber abierto sus puertas en este contexto y circunstancia deja el mensaje de encontrarnos ante la más absoluta de las cobardías de quien prefiere exhibir al antecesor, amigo y padrino político, que hacerse responsable de sus decisiones.

La otra casa, la que fue destruida en Salaverna, más allá de filias o fobias, sepultó la confianza depositada en quien prometió ser garantía, pues en el mismo día y a la misma hora que citaba a la gente de ese pueblo en resistencia para dialogar su caso, los bulldozer, protegidos por la Policía Estatal, destruían las viviendas, escuela y agencia municipal de esa comunidad.

¿Quién –lo mismo simpatizantes o detractores; empresarios, que activistas; ciudadanos de a pie, o personajes connotados- podría confiar en la palabra de quien actuó de tan ruin y traicionera manera? ■

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